¿Qué hago si encuentro un pajarito fuera del nido? El delicado rescate de un zorzal

El delicado rescate de un zorzal:  ¿qué hago si encuentro un pajarito fuera del nido? FOTO: Phyllis Tebbs
El delicado rescate de un zorzal: ¿qué hago si encuentro un pajarito fuera del nido? FOTO: Phyllis Tebbs

Adaptada tanto a ciudades como a campos, es acaso el pájaro más común a lo largo de buena parte de Chile. En esta época, sus polluelos, al igual que otras especies, suelen dejarse ver. La regla es no intervenir. Sin embargo, hay excepciones. Acá, una conmovedora historia.

Phyllis Tebbs salió al patio de su casa y su perro miraba el suelo como si hubiese encontrado algo. Pero estaba quieto, no atacaba, sólo parecía hipnotizado y movía la cola. La mujer se acercó y vio que se trataba de un polluelo de zorzal (Turdus falcklandii), indefenso.

Era muy pequeño, y apenas le salían sus primeras plumas, por lo que ni siquiera era un volantón; es decir, todos indicaba que había caído de su nido —por alguna razón—, y que difícilmente estaba ahí esperando a que sus padres llegarán como parte de su rutina de llevarle comida mientras practicaba sus primeros y tímidos vuelos, “que ahí no hay que molestarlos”, advierte ella a La Cuarta.

Pero este no era el caso.

Era miércoles 6 de diciembre. En su casa ubicada en un campo de la comuna de Florida, a 30 kms de Concepción, en el Biobío, la diseñadora alejó a su mascota, se fijo en lo “chiquito” que era el pajarito y le hizo un nidito con paja para que se quedara ahí. Phyllis se escondió y vigiló que aparecieran los papás del retoño.

La mujer le improviso un nido con paja en una fuente. FOTO: Phyllis Tebbs
La mujer le improviso un nido con paja en una fuente. FOTO: Phyllis Tebbs

Poco después, se dio cuenta que arriba, en un árbol, había un nido con los zorzales adultos. “Pero no tomaron más en cuenta a este pajarito”, cuenta. Ella permaneció durante una hora, hasta que pensó: “Este pajarito no tendrá vida si no me lo llevo”, perdiendo la esperanza de que lo reconocieran.

“Decidí hacerme cargo de él”, asegura.

Un zorzal como este pertenece a una familia de aves paseriformes (más conocidos como pájaros), los túrdidos (Turdidae), abarcando cientos de especies alrededor del mundo, que incluye a tordos y mirlos, siendo principalmente comedores de insectos. En general son más bien cantarines, y sumamente abundantes, desde Coquimbo a la región de Magallanes, incluyendo Tierra del Fuego. Además, fue introducido en Juan Fernández. Su límite está en el desierto de Atacama, aunque, del otro lado, entre Arica y Antofagasta, se encuentra un pariente cercano: el zorzal negro (Turdus Chiguanco).

Los zorzales son pájaros principalmente insectívoros. FOTO: Guido Macari
Los zorzales son pájaros principalmente insectívoros. FOTO: Guido Macari

Tiernos cuidados

Ante aquel escenario, Phyllis dudó si llevarlo al centro de rescate más cercano, el de Fundación Ñacurutú, contactándose con la veterinaria Camila Alcaíno, quien plantea a La Cuarta sobre el abandono del polluelo: “Así son a veces los pájaros cuando ven que su pollo no está; la mayoría lo reconoce, pero otros lo dan por perdido cuando no lo ven en el nido”. En tanto, la mujer que lo encontró admite que “uno a veces interrumpe el curso de la naturaleza; ese pajarito cayó del nido seguramente porque los otros hermanitos los echaron, porque era el más débil”.

Como sea, prefirió rescatarlo antes de que su mascota se lo llevara al hocico. Pero no sabía qué cuidados requería el polluelo que, según la veterinaria, tenía poco menos de un mes de nacido. Como Phyllis no podía llevar en ese momento al pequeño zorzal al centro, Camila le dio indicaciones sobre su alimento, ya que son más bien insectívoros. De hecho, dando saltitos para avanzar, suelen posarse en el suelo, ladear la cabeza para percibir a una potencial presa, y lanzarse con el pico en busca de comida, la cual incluso puede estar bajo tierra.

Natacha González, veterinaria e integrante de la Red de Observadores de Aves (ROC), destaca la alta adaptación de los zorzales tanto a ambientes urbanos como naturales. “A pesar de que no hay estudios específicos sobre sus sentidos, todo parece indicar que la visión, tacto y oído son sumamente relevantes para la obtención de su alimento” destaca. Por eso “rasgan el suelo y dirigen su ojo y oído en dirección a una potencial presa entre la tierra, de forma de obtener su ubicación precisa y consumirla”, describe.

Así que, Phyllis se puso a buscarle lombrices “como loca”, las más pequeñas que encontró, para dárselas a la cría. Esos anélidos y otros bichitos eran todo lo que tenía a mano. El zorzalito ya estaba cambiando su plumón por las primeras plumas. “Se las tragaba súper bien”, destaca. “Fácilmente se entregó a recibir comida; a veces tienen miedo y no te la reciben”. Es más, ya después ella le silbaba como señal de que lo iba a alimentar y él abría el pico automáticamente.

El pequeño zorzal siendo alimentado con una lombriz. FOTO: Phyllis Tebbs
El pequeño zorzal siendo alimentado con una lombriz. FOTO: Phyllis Tebbs

No quiso ponerle nombre para evitar generar afecto, considerando que pronto tendría que desprenderse de él. “Igual me encariñé con el pajarito, aunque fueron unos días nomás”, admite. “Al final tenía ese sistema de que le silbaba y el abría para recibir. Funcionó super bien eso”. En las noches le ponía un guaterito y lo tapaba. Y durante el día lo llevaba afuera para que recibiera solcito, “no directo, pero a temperatura ambiente”, precisa.

Con el paso de los días, “pude ver cómo ese pajarito progresó y creció”, cuenta. Al principio no se podía mantener en pie; la cabeza se le iba para abajo. Pero, ya al segundo y tercer día, se logró parar. En tanto, entre sábado y domingo, aprendió a escalar y ponerse en el borde la fuente rellena de paja, “como si estuviera en la rama de un árbol”, compara.

“En pocos días pude ver el progreso de crecimiento”, destaca. “Fue súper bonito”.

La difícil decisión

Así pasaron cinco días y el domingo Phyllis vio la opción de llevarlo al centro de Ñacurutú. Sin embargo, por un momento, lo dudó: “Si lo voy a dejar allá, qué van a pescar por un pobre pajarito chico”, pensó, “si atienden pudués (Pudu puda), monitos del monte (Dromiciops gliroides), que son especies más escasas”, en comparación a esta ave que se encuentra en riesgo menor, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Como sea decantó por llevarlo. Asumió que allí estaría en mejores manos: “Si yo me hacía cargo igual el pajarito corría riesgo de que le pasara algo”, admite. “Después se ponen a caminar o volar, y se me podía perder”.

Como sea, al llegar al centro, la Phyllis se quedó con una buena impresión, ya que el caso del zorzal “a cualquiera le puede parecer insignificante, pero para ellos es súper importante”, contrario a lo que suponía.

Con el pajarito recibiendo cuidados desde hace algunos días en Ñacurutú, Camila, la veterinaria, asegura que, “por ahora está sano”. Eso sí, advirtió que “igual en estos momentos tiene un pronóstico reservado, ya que es pollito todavía, y a esta edad son súper delicados: puede que ahora esté bien y, de un día para otro, amanezca mal; es bien variable el estado”. Y agrega que “uno nunca va a sustituir el cuidado de los papás”.

Durante el día, Phyllis sacaba al pajarito para que tomara sol. FOTO: Phyllis Tebbs
Durante el día, Phyllis sacaba al pajarito para que tomara sol. FOTO: Phyllis Tebbs

En caso de que sobreviva, destaca, “claramente puede volver a la naturaleza si logra crecer y aprender a buscar su alimento por su cuenta, y a volar y tener todas las condiciones que requiere”.

Con suerte, en menos de un par de meses será libre.

Tras unas dos semanas de incubación, este pajarito habría salido de su huevo. Al ser de una especie altricial, es decir, con crías que nacen con estado sensorial y motor poco desarrollo, salen al mundo con sus ojitos cerrados y, por lo tanto, “son muy dependientes”, precisa Natacha, por lo que pasan sus primeros diez días en el nido. Luego lo abandonan y exploran, “pero siempre bajo la supervisión de sus padres”, cuenta. “Les tomará unas dos semanas más adquirir el tamaño del adulto y, en este proceso, aprenden técnicas de supervivencia y alimentación”.

Phyllis confiesa que le dio “un poco de pena” llevarlo al centro de rescate, “porque me había encariñado, estando pendiente de cuidar a un ser”, explica. Pero predomina “la satisfacción, porque sé que ese pajarito va a llegar a un final de crecer y ser liberado”, declara. “Prácticamente estoy segura de que va a tener una vida que no la iba a tener si seguía el curso de la naturaleza”, por lo que igual se cuestiona qué era lo correcto. Como sea, tenía una muerte asegurada”, cierra. “Así que hay un pajarito más gracias a este pequeño esfuerzo”.

***

Quizá inesperadamente, una semana después de que Ñacurutú lo recibiera, desde el centro de rescate informaron a La Cuarta que el pequeño zorzal murió un par de días atrás. Muy a su pesar, la veterinaria Camila lamenta, e insiste, que “aunque se usen todos los medios, nunca vamos a sustituir el cuidado que le otorgan su papás”.

El polluelo había aprendido a ponerse de pie en pocos días. FOTO: Phyllis Tebbs
El polluelo había aprendido a ponerse de pie en pocos días. FOTO: Phyllis Tebbs

Qué hacer con un pajarito

La veterinaria Camila Alcaíno, de Fundación Ñacurutú, sugiere un protocolo en caso de que te encuentres con una cría de ave. Los meses de primavera y, sobre todo verano, son la etapa en que los plumíferos pequeños empiezan a explorar mundo, y practicar sus primeros vuelos.

Además, hay distintas especies nativas que tienen su hogar en sectores urbanizados, siendo el zorzal uno de los más comunes, pero también hay otros como chincoles, jilgueros, tordos, golondrinas, fiofíos y tórtolas; también, rapaces como los tiuques y, en en partes más rurales, algunas nocturnas como tucúqueres y lechuzas.

“En este periodo de crianza es muy común que veamos volantones ‘solos’ o pensemos que están abandonados”, remarca Natacha; “y no es así, ya que siempre los padres vigilan desde cerca”. Así, en primera instancia, “no hay que tomarlos, ni llevárselos a sus casas, al menos que estén corriendo algún peligro”, advierte.

A pesar de que se le apliquen todos los cuidados, es muy difícil sustituir la labor de los padres. FOTO: Phyllis Trebbs
A pesar de que se le apliquen todos los cuidados, es muy difícil sustituir la labor de los padres. FOTO: Phyllis Trebbs

Las excepciones son pocas, pero las hay. Antes que todo, hay que identificar si se trata de un polluelo, que es cuando aún no desarrollan plumas, apenas una suerte de plumón, y se la pasan en el nido, siendo muy vulnerable, al depender en extremo de sus padres. En ese caso, lo “importante” es buscar el nido alrededor de dónde fue encontrado y, de ser posible, devolverlo cuidadosamente.

Si no se le encuentra el nido, “uno puede armar un nido con ramitas, paja o incluso en una caja, y dejar ahí al ave en lo alto de un árbol; y siempre en el mismo lugar o cerca de dónde fue encontrado”, precisa. “Los papás siempre andan cerca de los polluelos”. Igualmente aconseja “mirar desde una distancia prudente para ver si llegan los papás, porque muchas veces les pasa algo, mueren, y los polluelos quedan solos”, advierte. Si transcurren dos horas y sus progenitores no han vuelto, ella recomienda llevarlo a un centro de rescate.

La cosa cambia un poco cuando se trata de un volantón, que es cuando la cría ya es un poco mayor, presenta plumas, sin verse aún como un adulto. En esta etapa ya es normal verlos fuera del nido, dando saltos e intentando volar. Se desplazan con cierta facilidad, aunque siguen siendo muy vulnerables a peligros, ya que no manejan las habilidades aéreas. En cualquier caso, los papás deberían estar cerca, sin dejarlos solos por mucho tiempo, mientras agarran independencia.

Los zorzales han sabido adaptarse tanto al campo como la ciudad. FOTO: Guido Macari
Los zorzales han sabido adaptarse tanto al campo como la ciudad. FOTO: Guido Macari

En principio, de toparse con un volantón, la veterinaria aconseja no hacer nada. A menos que se encuentre ante un peligro inminente, como cerca de una carretera o de un animal doméstico como sería un perro o gato. Sólo en esos casos ella recomienda tomar cartas en el asunto, y dejarlo en una zona segura donde los padres lo puedan encontrar, viéndolo o escuchándolo.

Hay veces en que, tanto con polluelos o volantones, intervenir resulta más evidente, que es cuando el ave está sangrado o se encuentra visiblemente herida, o si existe la certeza de que los papás murieron y que, después de que hayan pasado varias horas, no regresaran.

Por supuesto, al momento de actuar hay que tener en cuenta si se trata de una especie pequeña, como el propio zorzal, que difícilmente puede hacer daño a una persona. Pero eventualmente si es una rapaz como un aguilucho o un pequén, se recomienda llamar al SAG (Servicio Agrícola y Ganadero), considerando que son aves que cuentan con garras y picos afilados, y así evitar que alguien salga lastimado.

Para revisar a qué número llamar en caso de una emergencia, según la región en que te encuentres, pincha ACÁ. En cualquier caso, la vía más directa es ponerse en contacto directo con los distintos centros de rescate a lo largo del país, revisando AQUÍ.

A continuación, los centros a lo largo de Chile:

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