Las denuncias por violación contra el exsubsecretario Manuel Monsalve y Jorge “Mago” Valdivia —ambos en prisión preventiva—, además de la denuncia contra Arturo Vidal en un bar de Vitacura, trajeron a colación asuntos delicados, como el consumo de alcohol y su impacto en el consentimiento sexual después de algunas copas, o bien, la definición de consentimiento sexual y sus límites. En los bares, restaurantes y discotecas, ha sido tema obligado y algunos protocolos han empezado a cambiar.
A Gerardo Quezada se le oye algo agitado, y su voz a ratos se extravía entre breves murmullos, música ambiente y el sonido que producen las copas al encontrarse una con otra. La conversación para este artículo acabó unos días antes, pero recién ahora, a las 20.26 de un miércoles, parece haber dado con una prueba que afianza su relato. Después de atender a dos comensales, de camino a la cocina, en un audio de once segundos avisa:
—Mira, me acaba de llegar una mesa y me pidieron pisco sour. Les pregunté: ¿nacional o peruano? Y me dijeron: no, po, ahora tenís que preguntar ¿Monsalve o Valdivia?
Garzón y ocasional bartender desde 2013 en Puerto del Alto, marisquería y cantina ubicada en Av. Kennedy, Las Condes, Quezada dice llevar tres semanas o inclusive un mes escuchando bromas así cada vez que alguien pide este cóctel. A la hora del almuerzo o, como ahora, para acortar la noche. Y si bien todavía no sabe cómo proceder —y entiende que es inapropiado—, mientras tanto finje una sonrisa cómplice. No quiere ser un aguafiestas.
Las bromas vienen, por supuesto, del binomio de casos que apenas con cuatro días de diferencia agrietó al gobierno y la farándula a partes iguales: la tarde del jueves 17 de octubre, Manuel Monsalve dejaba de ser el subsecretario del Interior después de hacerse pública la denuncia por presunta violación y abuso sexual que presentó una funcionaria en su contra. El lunes 21 por la noche, Jorge Valdivia, ídolo colocolino, era portada por lo mismo. Una tatuadora lo acusó de haberla violado en su propio departamento de Providencia. El “Mago” fue detenido la madrugada del martes y permaneció en prisión preventiva hasta principios de noviembre. Quedó con arresto domiciliario nocturno, pero este jueves volvió a la cárcel. Monsalve, en tanto, está privado de libertad desde hace una semana y media. Con los días, filtraciones de chats, registros audiovisuales, reconstrucción de escenas, se supo que ambas historias estaban unidas por algo más: ambas partieron con un pisco sour peruano, mejor conocido como “catedral”.
“Un catedral, en sí, se refiere al tamaño del sour”, ilustra Quezada, “no es que el pisco peruano tenga algo, sino que generalmente el vaso contiene un cuarenta por ciento más que un sour normal”.
De acuerdo a los datos que recopiló la PDI, el domingo 22 de septiembre Monsalve pagó ocho catedrales servidos con pisco marca “Quebranta” en el restaurante Ají Seco Místico. Horas más tarde, su acompañante despertó acostada junto al exsubsecretario sin recordar nada. Desnuda, con una lesión en su muñeca y, según su relato, signos de haber sido violada. El domingo 20 de octubre, en cambio, Jorge Valdivia y su cita bebieron dos catedrales cada uno en el restaurante Chicha en Ají. Luego se trasladaron al departamento de ella, que el exfutbolista abandonó pasada la medianoche. El lunes, después de intercambiar algunos mensajes por WhatsApp y enterarse que mantuvieron relaciones, la tatuadora presentó la denuncia.
Valdivia se defiende, afirma que todo fue consentido. Ella lo desconoce. Unos días más tarde, el exfutbolista sumó una segunda acusación.
—Nosotros creemos que el consentimiento no es un problema de comunicación —notifica Claudia Osorio, abogada socia de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem)—, porque en la medida en que pensamos que el problema es la comunicación, significa entonces que podemos traspasar esa responsabilidad a las víctimas, diciendo que fue la víctima la que no comunicó de forma categórica su consentimiento. Y eso es problemático, porque en ocasiones, por ejemplo, la víctima podría no hablar, no decir nada, porque se siente amenazada y eso no significa que esté consintiendo.
Maurizio Sovino, director de la unidad especializada en Delitos Sexuales y de Explotación Sexual de la Fiscalía Nacional, agrega que “la violencia sexual contra personas adultas, gran parte de ella, se da por consumo de sustancias, alcohol, drogas”. En resumidas cuentas, “es un mito esto de que ocurre en la noche, en despoblado, donde viene una persona desconocida y te fuerza. Lo habitual es en contexto de fiestas recreativas, por consumo voluntario de alcohol o drogas. Algunas personas se aprovechan de las víctimas, para llevar a cabo las conductas”.
El primer domingo del mes Colo Colo consiguió un formidable triunfo por 3 tantos a 0 sobre Deportes Iquique y quedó a tiro de dar su trigésima cuarta vuelta olímpica. Con el lunes libre por delante, algunos jugadores del plantel resolvieron salir esa noche a festejar y compartir algunas copas en el bar Mía de Vitacura, donde tenían una reserva. Sin embargo, las cosas acabaron mal: cerca de las cinco de la mañana llegaron al lugar vehículos de Seguridad Ciudadana y luego Carabineros. Una mujer denunció que su hermana, al interior del recinto, había sido drogada y agredida sexualmente. Apuntó a los jugadores del “Cacique”. Es más, Arturo Vidal terminó la fiesta en la 37 Comisaría. Mientras la investigación sigue en curso, el “King” habría interpuesto una querella contra la mujer que lo acusó, aunque se desconocen mayores detalles.
Dice Sovino que “todavía es muy reciente” para concluir que, a consecuencia de estos casos mediáticos, haya incrementado la cifra de denuncias por delitos sexuales. Sin embargo, el abogado subraya que “a nivel histórico, cuando existen casos de connotación pública o movimientos que apuntan a estas figuras, sí, en el largo aliento, se pueden ver algunas alzas en el número de ingresos al sistema de justicia penal”.
¿Cambió algo?
Gabriel Faune, el propietario de Nivel 80, popular salsoteca ubicada en la Av. Perú de Recoleta, sostiene que “en general, antes de la pandemia el tema de la vida nocturna era mucho más fácil”, porque quienes asistían a las discos, a los bares, “iban sólo a tomar algo, bailar”, “a lo mejor algunos se agarraban a combos, se peleaban por una mujer”, pero “llegaba hasta ahí”. Sin embargo, dice que con la llegada de otras culturas, tiene que ser más minucioso al momento de permitir el ingreso a su local: “Toda la compra de entradas es online y yo, al comprar online, pido nombre, apellido, RUT, fecha de nacimiento, incluso Instagram para ver quién eres. Y bajo esa premisa, filtro todo para que no entre gente mala”.
Otra de sus tareas es mirar con atención que nadie se pase con el alcohol. “Aunque tú no lo creas, en mi local son más las mujeres borrachas que los hombres”, explica. “He tenido que sacar del baño a una mujer sentada, con la guardia del baño, y decirle ‘venga para acá’, le doy un café, la recupero y como yo, al tener el listado de la gente que entra pido la dirección, le pregunto si quiere que la mande en un Uber y después arreglamos. Cuido a esa persona, porque si la saco pa’ afuera borracha la asaltan o puede pasar cualquier cosa”. Hay, de todos modos, escenarios que exigen ser más práctico: si hay algún hombre borracho y no atiende las advertencias, está armando escándalo, peleando o incomodando a otros asistentes, lo saca del recinto.
Hasta ahora, agradece Faune, nunca ha habido problemas de índole sexual dentro del recinto, porque “trato de controlar y quien pone la cara ahí siempre soy yo”. Lo grafica del siguiente modo: “Oye, mira, yo no quiero que te pase nada malo, pero estás en mi casa y aquí yo no quiero que te portes mal. Yo no voy a la pelea, no me interesa. Está bien que tú vengas a copetearte o a tomar tragos en mi negocio, pero al final igual te tengo que cuidar y tú me tienes que cuidar a mí”.
Una de las medidas que han adoptado en Nivel 80 es que sus asistentes deben acompañar obligadamente el alcohol con porciones de comida. “Hay otros negocios a los que les da lo mismo si alguien se emborracha, si les venden diez botellas, pero a mí no”, dice su propietario. En Puerto del Alto ocurre algo parecido: “Si alguien pide un segundo catedral, o algún trago fuerte”, cuenta Gerardo Quezada, “les ofrecemos agua mineral sin gas para amortiguar un poco o más comida”.
Allí, en la marisquería-cantina de Las Condes fue tema entre los trabajadores lo de Manuel Monsalve y Jorge Valdivia. Lo conversaron, especialmente al notar que “a la gente ahora le hace más ruido lo del sour peruano”. El jefe de local, Henry Matos, asegura que no ha disminuido la venta de alcohol, pero que “la gente que pide catedrales cuenta anécdotas o hace bromas con ellos —los acusados— antes de pedirlos”. “Como que ahora pedirlo provoca una explicación a veces de parte del cliente”.
En el Boga, lo mismo: “Todo sigue igual, se conversó entre nosotros”, cuenta un bartender del restaurante, “pero los clientes siguen pidiendo catedral y tiran la talla”. Tal vez el único cambio que perciben es que, desde hace un tiempo, “nos preguntan cómo lo hacemos”. Después, el mecanismo de protección en la mayoría de los restaurantes parece ser idéntico para todos.
“Si hay muchos gritos o acciones que molesten a los demás comensales, se puede ir a la mesa y preguntar si todo está bien. Pero no existe un protocolo que diga cuántos tragos te puedo vender”, explica Quezada. “Si el cliente se embriagó, es necesario avisar al encargado del local y seguirlo con mucha atención. Obviamente, se ofrece ayuda para que llegue bien a su casa, se puede llamar a un pariente o pedir un Uber, y se tratan de utilizar palabras sutiles para no hacerlo sentir mal”. Cuando el estado del cliente lo sugiere, se le explica que ya no puede consumir más alcohol.
¿Se puede combatir efectivamente el consumo en exceso y disminuir los riesgos? Gabriel Faune cree que es difícil, porque “hay locales a los que no les importa nada. Si indagas un poquito, en Bellavista, dice: entradas gratis, traiga su botella y se las dejamos entrar”.
Para Francisca Millán, socia abogada de AML Defensa de Mujeres, “la política pública no debe ir en dirección a que seamos nosotras las que limitemos el ejercicio de nuestros derechos para evitar ser víctimas de un delito, sino que promover que los espacios se vuelvan seguros”, y en el caso de que ocurran agresiones, “tener buenos mecanismos implementados para las denuncias, las investigaciones y eventuales sanciones”.
Completa: “Sería un aporte importante que los locales, por ejemplo, puedan incorporar este tipo de factores, así como le han dado relevancia a la iluminación para que las personas se sientan más seguras de que no los van a asaltar alrededor del lugar, o cuando instalan cámaras para hacerle sentir a las personas que asisten a sus locales que no las van a carterear. En algún momento se conoció harto de lugares en los que estaban poniendo, por ejemplo, asistencia para mujeres, principalmente referidos a violencia doméstica, pero creo que también aplica para violencia sexual”.
Hace no mucho, Gerardo Quezada cayó en cuenta que un hombre se había quedado dormido sobre una de las mesas del local. Llevaba ya varios vasos de alcohol, entre ellos un catedral. Se acercó para preguntarle si contactaba a algún familiar para recogerlo, pero la respuesta fue negativa. Al rato, volvió para ofrecerle un café, algo dulce o llamar a un Uber.
—Me mandó a la cresta, jajajá.
Finalmente, pudieron convencerlo de llamar a su hermano, quien pasó por él minutos más tarde. El hombre estaba borrado, apenas se sostenía en pie. Al otro día, sin embargo, visitó nuevamente el local. Le llevaba un regalo a Quezada, a modo de agradecimiento por su consideración.
—¿El regalo?
—Un Jack Daniels.
¿Cuál es el límite?
“Que públicamente se discutan estos temas, por ejemplo, el consumo de alcohol y su impacto en el consentimiento sexual, discutir qué es el consentimiento sexual y cuáles son sus límites, sin lugar a dudas favorece una mayor denuncia”, opina Maurizio Sovino. “¿Por qué? Porque muchas veces hay personas que han sufrido algún tipo de victimización sexual, pero que no se consideraban víctimas y que ahora a la luz de esta información, revisan su pasado próximo y eventualmente dicen: sí, yo soy víctima y quiero denunciar”.
—¿Hay un límite en el que podemos decir que independiente de si hubo consentimiento comunicado, no se está en facultades de consentir una relación sexual?
Responde la abogada Claudia Osorio: “Si es que nos remitimos a lo legal, el delito de violación es bien claro al señalar que existe violación cuando la persona que está agrediendo sexualmente se aprovecha de la incapacidad de la víctima cuando ésta está bajo efectos de drogas, alcohol o cualquier otra sustancia. Entonces, no basta, por ejemplo, solo con el hecho de que la persona esté borracha, porque podríamos haber tomado, pero aun así podemos estar conscientes de lo que hacemos y consentir. O sea, es evidente que una persona en estado de ebriedad no tan avanzado podría (consentir), pero el punto es si es que otra persona, el victimario, se aprovecha de ella”.
—¿Podemos poner algún límite, por ejemplo, cuando se da en un contexto de consumo de alcohol u otras sustancias?
—No podemos poner una línea tampoco. Según lo que nosotras hemos reflexionado muy largamente, diciendo, por ejemplo, que la persona está borracha y desde que está en ese estado no puede consentir en absoluto, porque hay miles de grados (de estar borracho). Hay gente que está borracha y que está inconsciente y eso, por supuesto, bajo ningún concepto va a ser consentimiento, pero sí uno puede estar “happy”, como diríamos de forma más coloquial, y consentir; y las personas siguen teniendo conciencia y saben lo que quieren, etcétera.
—Entonces, por decirlo de alguna manera, no es que se van a acabar las citas en bares, las discos...
—No, por supuesto que no. Yo pienso que esa sería una derivada absolutamente absurda de lo que está ocurriendo. Sería un error intentar poner el foco en el hecho de restringir libertades; o sea, lo que estamos buscando nosotras es poder ser libres, pero sin miedo. Ese es el foco que debería darse. ¿Qué significa, entonces? Que quizás el llamado no es estar vigilando más a quién se le da alcohol o no, porque nosotras tenemos autonomía y podemos decidir lo que queremos hacer o lo que no queremos hacer.
“Si se regulara en torno a la cantidad de consumo, es súper riesgoso”, agrega Francisca Millán, “porque quita la capacidad de agencia de las mujeres en cuanto a que, en atención al consumo que se pueda tener, el estado en la que la persona se pueda encontrar y su percepción de estar pudiendo decidir en ese escenario, no puede estar suplida por el Estado. El Estado no le puede venir a decir a una mujer que está siendo violada, si ella no cree estar siendo violada”.
Y pone el siguiente ejemplo: “Si yo me tomo dos pisco sour y tengo un encuentro sexual del cual participo con total consentimiento, ¿cómo eso va a configurar un delito sólo por el hecho de estar cumpliendo con cierto consumo de alcohol? Así como puede haber un consumo más bajo que aquel y sí generar esa afectación en la posibilidad de entregar consentimiento”.
“Entonces”, cierra, “a veces el exceso de parámetros puede afectar la flexibilidad que se requiere en el derecho para poder aplicar las normas en el caso a caso”.
*Si eres testigo o víctima de abuso sexual puedes llamar al teléfono 1455 del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género. También es posible cursar una denuncia en oficinas de Carabineros, PDI y la Fiscalía.