Según afirman, una alta ingesta de azúcares en los pequeños puede derivar en problemas de salud a corto, mediano y largo plazo.
Es una fiesta importada –qué duda cabe-, pero ya se ha convertido en toda una tradición en nuestro país. Niños disfrazados e inventados escenarios de horror adornan los barrios cada 31 de octubre a la voz de “¿dulce o travesura?”.
Sin embargo, el botín de golosinas es preocupante, en opinión de los expertos, dado que su consumo excesivo, en un país con altos índices de obesidad, puede derivar en diversos problemas de salud a corto, mediano y largo plazo.
Y es que el consumo de azúcares en los menores de edad puede impactar no solo en el estado nutricional, sino también en una modificación en la respuesta metabólica o en un excesivo estímulo para las caries.
“Un niño no debería consumir más de 35 gramos de golosinas y, si consideramos que una porción de tres gomitas aporta alrededor de diez gramos de azúcares, el menor no debería comer más de seis caramelos”, sostiene la nutrióloga de Clínica Las Condes, Ximena Soto de Giorgis.
En términos generales, la doctora explica que “si se trata de un consumo esporádico, no habría problema, pero cuando se transforma en algo recurrente, afecta la salud del niño y su conducta alimentaria, porque –además- deja de consumir otros alimentos, porque le parecen insípidos”. Y añade: “Las calorías que aportan las golosinas son calorías sin nutrientes que no solo provocan caries y contribuyen al sobrepeso y la obesidad, sino que también afectan la microbiota, tienen relación con la hiperactividad, la baja en la atención y la concentración, generan alteraciones del sueño, o problemas cardiovasculares en la adultez”.
Alternativas saludables
Por eso, la doctora Soto recomienda reemplazar los caramelos por alternativas más saludables, como frutas, postres lácteos o preparaciones en base a yogurt, o frutos secos endulzados naturalmente con alimentos como dátiles, ciruelas deshidratadas o pasas.
Claro que, dice la especialista, “al tratarse de una ocasión especial, es entendible que los niños quieran salir a buscar dulces y después comerlos”.
“No es bueno satanizar ningún alimento, porque al restringirlos, generamos que los niños los deseen más”, precisa, pero llama a moderar su consumo y entrega cinco recomendaciones.
1. Crear alternativas saludables con los niños, como mandarinas pintadas de calabaza o plátanos pintados como fantasmas. “Hay cientos de ejemplos en redes sociales”, dice.
2. Ofrecer agua para saciar la sed y evitar bebidas azucaradas.
3. Entregar los dulces de forma parcial, es decir, ir dando lo mínimo posible.
4. Reforzar la importancia de compartir y regalar dulces.
5. Si los niños no salen a pedir, comprar una menor cantidad de dulces.