La familia Allende-Bussi adquirió la propiedad a mediados de 1953. Hasta 1971, ya Presidente, fue su hogar. Y aunque pasaron más de cincuenta años, la casona se mantiene prácticamente intacta, como la última vez. Moderna para la época, con un salón de reuniones crucial para el exmandatario, es vista como un pedazo grande de la historia nacional, al margen del polémico episodio de los últimos días.
Al examinar el material fotográfico a disposición, es posible advertir que en la habitación todo es antiguo. Los muebles al estilo francés, algunos cuadros en blanco y negro, la pila de libros usados, una alfombra con diseño persa, la chimenea. De allí, un robusto sillón Bergère es el que despierta más interés. Es blanco marfil, de madera tallada y detalles grisáceos. Por encima descansa un cojín floreado y a los pies se asoma un banquillo a tono. A su lado hay dos mesas cuadradas y más allá un sofá vino tinto de tres cuerpos. Las paredes están cubiertas por bibliotecas alborotadas de libros, recuerdos de campañas anteriores, reliquias familiares, y donde acaban los estantes empiezan los retratos que lo completan. Desde hace tiempo que suele permanecer en silencio, pero por largos años este fue el refugio que diseñó Salvador Allende para entrevistarse con sus amistades o la multitud de figuras políticas del siglo pasado o para esperar el conteo de votos que lo proclamó presidente en 1970.
La mayoría del tiempo, el silencio también se ha extendido por el resto del lugar.
La casona de Guardia Vieja (932, Providencia, paralela a Ricardo Lyon, cerca de Avenida Providencia) es obra de la oficina de arquitectos del destacado Fernando Castillo Velasco. Fue construida en 1948, pero —el entonces senador— Allende y su esposa Hortensia Bussi la compraron en junio de 1953: pagaron dos millones de la época a Manuel Mujica. De seguro los habrá entusiasmado su estructura moderna, la fachada con madera, las dos plantas o el jardín interior decorado con altas palmeras.
El matrimonio y sus hijas, Carmen Paz, Beatriz e Isabel, la habitaron entre 1954 y 1971. Ya con El Chicho mandatario, se mudaron a Tomás Moro 200 en la comuna de Las Condes. El inmueble, sin embargo, no acusa el paso del tiempo: su estado es prácticamente el mismo que hace cincuenta años, lo que se pudo comprobar cuando abrió sus puertas por vez primera en el Día de los Patrimonios o en la miniserie Los mil días de Allende (2023).
El comedor, por ejemplo, fue preparado en aquellos años por el célebre mueblista nacional Carlos Landea y, se puede constatar en imágenes, todavía honra a su bosquejo. Los sillones y la larga mesa de centro donde comían los Allende-Bussi y atendían a sus invitados son los de antes. Los de siempre. Y en una de las paredes se conserva intacto el cuadro de la Tencha, Hortensia Bussi, hecho por el pintor ecuatoriano Oswaldo Aparicio Guayasamín. En el patio aguarda una pequeña mesa de vidrio rodeada de sillas, los árboles y unas pocas plantas, como de costumbre.
El último día de 2024, el gobierno anunció el comienzo de un proyecto patrimonial que procuraba hacerse con la vieja casona de Allende en Guardia Vieja —y otras dos residencias del expresidente Patricio Aylwin— para convertirla en museo. Se justificaba, acorde al comunicado, por “el importante rol que jugaron dos exmandatarios de la República en la historia de Chile y en la construcción de nuestra patria”. Pero al cabo de unos días, todo acabó con la petición de renuncia del Presidente Boric a la ministra de Bienes Nacionales, Marcela Sandoval, y la siguiente en la lista podría ser la titular de Defensa, Maya Fernández, hija de Beatriz y nieta menor de Salvador Allende, quien es —desde noviembre de 1998— dueña del 16,6% del inmueble junto a su hermano Alejandro, que tiene otro 16,6%.
Los otros dos tercios se dividen entre Isabel Allende, senadora socialista, quien detenta un 33,3% y Carmen Paz Allende con el restante 33,3%. ¿Qué echó por tierra la compra? La Constitución prohíbe a ministros y parlamentarios celebrar contratos con el Estado. Algo que en principio el gobierno y Contraloría pasaron por alto.
“Como parte de este proceso, y debido a la actual estructura de copropiedad de la comunidad de herederos del expresidente Allende”, expuso más tarde La Moneda, “se ha determinado que no es posible concretar la adquisición de la residencia del exmandatario”. Se iban a pagar 24.291 UF: poco más de 933 millones de pesos.
La oposición ya anunció que acudirá al Tribunal Constitucional para exigir que tanto Isabel Allende como Maya Fernández dejen sus cargos. “Nunca esta familia se ha visto envuelta en negocios, en conflictos de intereses, en lucros, en negociados, ni en nada”, se defendió la senadora socialista en un punto de prensa acompañada por los suyos.
Fernández, por su lado, recientemente admitió que “el proceso no fue bien llevado”, pero descartó su renuncia: “Yo estoy acá porque me ha nombrado el Presidente de la República y estaré hasta el momento que él lo decida”.
La polémica crece y probablemente se seguirán buscando culpables para reparar un nuevo error no forzado del gobierno. De todos modos, algo parece haber quedado en limpio: la casona de Guardia Vieja 932 ya es un museo por sí misma. Es un trozo grande de historia que, por cierto, guarda las visitas del juez español Baltazar Garzón, el expresidente de Francia Francois Hollande en 2017, el actual mandatario de España Pedro Sánchez en 2019 y de los congresistas estadounidenses liderados por Alexandria Ocasio-Cortez en 2023. Y las que vengan.