Aunque la película logra funcionar por momentos para defenderse como un hijo legítimo de la franquicia, también carga una pesada mochila y no tiene problemas para meter la mano y sacar elementos de las películas antiguas que se sienten totalmente ajenos.
En la superficie, Alien Romulus tiene en la base los condimentos suficientes para ser una película que encante a los fanáticos de la franquicia de los xenomorfos. Por un lado cuenta con buenas dosis de terror para volver a las raíces de la película original de Ridley Scott, pero también logra por momentos ser muy inventiva en su acción, nutriéndose de lo que aportó James Cameron.
Sumen el sentido de enclaustramiento que logró redefinir David Fincher con la tercera película, además de elementos dispersos en las precuelas, especialmente Prometheus, las que expandieron el universo de los Ingenieros y el origen de toda la destrucción espacial en donde no te pueden escuchar gritar. Básicamente, todos los elementos que han influido a múltiples áreas del entretenimiento, incluidos los videojuegos, durante las últimas décadas.
Mucho de lo anterior tiene relación con el trabajo que encabeza el director uruguayo Fede Álvarez, quien por momentos logra manejar muy bien el tono y el ritmo de la película, atrapando el interés con una historia simple que es bastante directa en su ejecución: un grupo de jóvenes colonos espaciales, utilizados y atrapados por la corporación Weyland-Yutani, se traza como objetivo robar una nave espacial abandonada que rodea a su mundo sin sol, con el objetivo de mudarse a una colonia idílica lejos de la explotación laboral a la que son sometidos.
Pero como es de esperarse, lo que creen es una nave en realidad es una gigantesca estación espacial, divida en dos secciones llamadas Romulus y Remo, que esconden un perturbador secreto de experimentación negro como el alquitrán.
Con un pequeño elenco de siete personajes, Alien Romulus funciona en gran parte porque está bastante contenida, tanto en foco como en historia, lo que va en directo beneficio de su suspenso y el dispositivo de carrera contra el reloj que rápidamente implementan. Esa situación les permite desarrollar una historia que rápidamente entra en ebullición una vez que aparecen todo lo que los fans esperan: los facehuggers parásitos y los posteriores xenomorfos con sangre de ácido que matan todo lo que se le mueven y que incluyen un par de notables secuencias de “nacimiento” sangriento. Chef Kiss.
Pero en el medio de todo lo que funciona, también existe una veneración excesiva por todo lo que vino antes, lo que provoca que esta sea una película que inevitablemente tambalea, pues cuenta con un avance divagante que da forma a una especie de intercuela - situada entre Alien y Aliens - que va generándose auto-zancadillas.
Son esas mismas las que provocan una serie de momentos que solo causan ruido por la extrema condescendencia que posee ante todo lo que quieren evocar del pasado de la saga. Es como si se vistiese ropajes ajenos que no le corresponden ni tendría por qué cargar.
Sin entrar en detalles, pues esta es una de esas películas que cuenta con algo en particular que dominará toda la conversación por su factor nostálgico, Alien Romulus tiene un exceso de bagaje de otras películas que no se siente naturalmente añadido. Por el contrario, se sienten como un mero checklist corporativo para rendir un tributo y que solo funciona en las contadas ocasiones en que lo hacen propio, reinventando en vez de replicar.
Solo para ejemplificarlo, aquí no solo recuperan elementos de la película original de forma obscena, y no podemos hablar de ello hasta un par de semanas más, sino que también incluye ideas impostadas desde Prometheus que buscan seguir directamente las dos líneas desarrolladas por Ridley Scott: aquella protagonizada por Sigourney Weaver y la otra que seguía los intentos del fundador de la corporación, Peter Weyland, para dar con la inmortalidad.
Parte de eso logra funcionar, pero lamentablemente esta producción también cuenta con delirantes momentos que roban diálogos al Aliens de James Cameron, docenas de guiños que obviamente parten con el juguete del pájaro que bebe agua, secuencias completas que evocan a los Marines Espaciales, ideas parasitarias que roban una página del libro de Alien Resurrection y también un montón de detalles adicionales que atentan contra el mejor aspecto de Alien Romulus: su aspecto de aventura contenida y singular en el universo xenomorfo.
Es decir, cuando la película se preocupa de lo suyo, y no de rendir tributo, funciona muy bien, logrando grandes momentos asociados a su terror y su acción. Todo eso permite dar forma a un hijo que en sus mejores momentos no parece un producto bastardo de las dos primeras películas. Sin embargo, en ese camino inevitablemente se exceden, meten la pata fondo y llevan el acelerador al borde del colapso.
Aún con lo anterior, y obviamente aquellas quejas serán más patentes para todos los seguidores de la franquicia, Alien Romulus tiene chispazos de genio y por eso uno puede ser hasta indulgente a la hora de plantear que la película tiene varios aspectos destacables que evitan que caiga en el terreno fallido de las películas de Alien versus Predator o la propia Alien Covenant.
Pero inevitablemente también hay que poner sobre la mesa el lamento, ya que la conveniencia de acomodarse a todo lo que se construyó antes termina jugándole en contra a una película que por momentos muestra mucho más. Y eso es lo realmente lamentable, pues a veces es mejor enfrentarse a una mala película que a una que no logra aferrarse a todo su potencial para cuestionar los elementos empresariales de su universo. Y en esa línea, la película se ahoga en esas fauces corporativas
Alien Romulus llega a cines este 15 de agosto.