Blumhouse reinventa al clásico licántropo con un enfoque psicológico que deja de lado el terror visceral y los efectos impactantes. Leigh Whannell, tras el éxito de El Hombre Invisible, entrega una propuesta alargada y predecible, carente de tensión y con una ejecución que desaprovecha la rica mitología del monstruo. Aunque presenta destellos interesantes, la película se queda corta en su intento por modernizar un ícono del terror, por lo que probablemente dejará a los fans del terror con un sabor a oportunidad perdida.
Una película sobre un Hombre Lobo inevitablemente requiere de un gran trabajo de diseño y maquillaje. Las bases fueron solventadas por el clásico original de 1941, protagonizada por el inmortal Lon Chaney Jr., pero también la idea fue reforzada por el clásico ochentero de Un Hombre Lobo Americano en Londres, que nada tenía que ver con los monstruos de Universal pero aún así es considerada un clásico de los licántropos. En esa línea, inclusive el fallido remake de 2010 protagonizado por Benicio del Toro logró ganarse el premio Oscar en ese terreno.
Pero el nuevo reinicio de la franquicia de Universal, amparado por la productora Blumhouse, falla en ese aspecto visual y, más aún, también se instala como una propuesta que se toma todo el tiempo del mundo para explorar los alcances de la maldición, pero a la vez se siente muy incompleta una vez que presenta su versión del clásico monstruo. Por eso esta puede ser una película que llegue a defraudar a todos los fans del género que esperen algo más de una película que comparta título con la obra de 1941.
En ese ámbito, a pesar de que su presentación tiene algunos elementos visuales interesantes, como la presentación de cómo ve el hombre lobo infectado, en general este Hombre Lobo se siente como una oportunidad desaprovechada para reinventar a un monstruo tan clásico como este. Y aunque el director Leigh Whannell logró un buen objetivo con su versión de El Hombre Invisible, en esta ocasión sus esfuerzos se sientes cortos en términos de modernización y son carentes de mayor atractivo en el campo del terror.
Mucho de lo anterior tiene relación con el desarrollo de su historia compacta, la cual se centra en un padre de familia que recibe la noticia de que su propio progenitor ha sido dado por muerto tras años de espera luego de su misteriosa desaparición. Al igual que la película de 1941, una muerte lo lleva a regresar al hogar de su familia, el cual está en medio de un paraíso verde que lo llevó a confrontar un terror animal durante su niñez.
Acompañado de su esposa e hija, la familia rápidamente se ve involucrada en un accidente de tránsito, lo que los lleva a toparse con el licántropo en cuestión y escapar hasta la casa en el medio de la nada como último refugio. ¿El problema? El padre fue atacado y poco a poco comienza a padecer los efectos de una infección que ha maldecido su existencia. Y aunque el terror los acecha desde el exterior, en el interior de la casa también comienza a haber peligro para sus seres queridos.
A pesar de que la película se toma alrededor de 100 minutos para abordar toda esa historia, por momentos su propuesta se siente alargada e inclusive deja en evidencia que está más interesada en el terror psicológico que en los propios aspectos de terror más físico que siempre caracterizan a las historias de hombres lobo. Aunque obviamente hay destellos de eso último, la suma de situaciones se sienten escasas y carecen de buenas instancias de terror.
Más aún, aunque mucho del terror recae en la tensión sobre la inevitable transformación, el desarrollo de esa idea se establece como una oportunidad perdida que toca teclas de terror poco inspiradas. Y mientras la premisa tantea temas como el miedo de los padres, su ejecución se siente blanda y los efectos especiales no acompañan.
Todo eso afecta la tensión, que siempre es clave en las películas de hombres lobo, dando pie a una narración bastante predecible que no ayuda al foco que busca darle un núcleo más emocional a la maldición.
Lo que queda entonces es una producción que pasa sin pena ni gloria en el campo actual del terror, lo que en ocasiones es mucho más lamentable que una mera película mala. Al menos alguien puede acordarse de un fallo, pero nadie recuerda a lo que está destinado al olvido.
Hombre Lobo ya está en cines.