La nueva película de Disney es competente, pero no está a la altura de la película original de 2016 tanto por historia y canciones como por otros elementos.
El resultado final de Moana 2 inevitablemente responde a su historia de desarrollo que la concibió como algo completamente distinto.
Anunciada inicialmente como una serie de televisión para el streaming, solo a comienzos de este año se reveló que había sido reconvertida como una película para la pantalla grande. Y justamente esa mutación es palpable en lo presentado por una secuela que puede lucir competente, pero no supera en nada al original de 2016.
En esa línea, cada elemento de la secuela queda en entredicho en la comparación. Ya sea desde los factores técnicos tras su creación, pues ninguna secuencia de animación es tan llamativa como las que conformaron a las escenas del original y la propia animación por momentos luce menos trabajada, hasta otros elementos artísticos, incluyendo la historia y las canciones.
Lo anterior no es sorpresa, ya que Lin Manuel Miranda, la fuerza creativa tras las excelente música de la primera Moana, fue reemplazado por un dueto que surgió en Tiktok y que logró fama con baladas inspiradas en Bridgerton.
Sin embargo, a pesar de que ganaron un Grammy en medio de la explosión de sus carreras, sus composiciones no tienen ni la gracia ni la fuerza ni menos la identidad del primer soundtrack. No hay nada aquí como el “De nada” o “Brillante” y la música solo mejora una vez que recuperan brevemente un tema del original (”Saber volver”).
Ese es el primer agujero creativo que esta secuela no logra sobrepasar y, al mismo tiempo, creo que tampoco logra sobreponerse una vez que comienzan a ser presentadas sus primeras canciones.
Tampoco ayuda a que la historia se vaya resolviendo a tropezones, uniendo hilos narrativos de forma torpe, pues solo basta expresar que Moana encuentra un nuevo llamado para iniciar una búsqueda, conforma un equipo y vuelve a reencontrarse con el semidios Maui, mientras juntos lo arriesgan todo para destruir una maldición causada por un Dios polinésico.
Pero es en ese marco en donde la historia se desenvuelve sin mayor gracia, moviéndose casi como mero pretexto para trasladar a los personajes hasta una nueva locación. Y es ahí en donde esa ruta carece de la fluidez y el ingenio que le dieron épica a la primera aventura.
No todo está a la sombra en esta secuela, y por eso se puede decir que es competente, ya que su gran plus radica en la inclusión de un nuevo equipo de personajes que acompaña a Moana en su travesía, incluyendo a un hombre que sabe de historia pero nunca ha vivido una, un experto agrícola que no sabe nadar y una constructora de barcos cuya boca intenta ponerse a la par de un cerebro que piensa demasiado rápido. Son ellos el gran salvavidas de una película que termina siendo solo un mero puente para una futura aventura que aún no ha sido anunciada, pero que claramente está en la mira de Disney.
Lo que queda entonces es una secuela que queda a la sombra de lo memorable que fue la primera y, por ende, nunca logra justificarse más allá de ser una extensión. ¿Era necesario volver al mundo de Moana? La respuesta es probablemente sí, ya que la primera película presentó un rico mundo lleno de significado. Pero, al mismo tiempo, su telón permitía hacer mucho más de lo que terminaron haciendo aquí.
Basta solo concluir recordando lo que hacía Disney antiguamente con sus secuelas. En vez de presentarlas en pantalla grande, realizaban proyectos con una menor calidad de animación que eran lanzadas directo a VHS. Piensen en El Retorno de Jafar de Aladdin 2 o el Orgullo de Simba de El Rey León 2.
Ninguna de ellas estaba a la altura del original, tal como sucede con Moana 2, pero como eran meras extensiones de historia con menos ambición, dejaban en claro que lo que eran y por ende funcionaban mucho mejor. Y quizás por eso lo mejor habría sido que esto hubiese sido destinado a Disney+. Claramente ese era su hogar natural.