En la encrucijada entre la nostalgia por una película original superior y la necesidad de crecimiento, Pixar logra encontrar su rumbo con una secuela que aborda temáticas ya conocidas de la anterior, pero explorándolas desde una nueva óptica con la turbulencias de la adolescencia.
La primera película de IntensaMente es considerada como una de las mejores producciones del estudio Pixar, por lo que no es de sorprender que, ante el alicaído panorama que enfrenta la compañía tras sus últimos lanzamientos que salieron directo en Disney+, la gran esperanza esté puesta en su secuela.
Y puesta esa carta sobre la mesa, lo cierto es que IntensaMente 2 logra su objetivo de revivir un tipo de magia narrativa que caracterizó a un estudio cuyas películas siempre fueron elogiadas ampliamente, razón por la cual históricamente se le ha exigido más que a las otras casas de animación norteamericanas que son más reconocidas por sus sátiras, comedias o animalitos parlanchines.
En ese sentido, no es que el grupo de películas que incluyó a Onward, Soul, Turning Red, Lightyear o Elemental hayan sepultado al estudio, pero sin duda sus propuestas se perdieron en medio de las consecuencias de la pandemia y no tuvieron ni la repercusión ni despertaron la devoción que antiguamente despertó Pixar.
Ahora, igual hay que remarcar que IntensaMente 2 no es un hit indiscutido, y probablemente tampoco busca serlo, pues su historia no es tan buena como el de la primera entrega, ni tampoco el desarrollo de esa historia logra ser tan emotivo como la primera aventura de Alegría y Tristeza.
Aunque esta secuela nos presenta un escenario que en general es mucho más plano que el de la primera parte, logra salir de los márgenes ya establecidos al explorar un gran cambio: la vida de Riley, la niña que contiene a las cinco emociones ya conocidas, presiona el botón de la pubertad, abriendo la puerta a una gama de emociones que literalmente remece el piso de todo y echa abajo el apacible día a día que todos vivían.
¿Resultado? Como suele suceder en la vida, la alegría infantil pierde el mando, generando que las riendas ahora sean tomadas por ansiedad juvenil, con una nueva emoción tomando protagonismo para toma control de la vida para hacer lo mejor por Riley. O eso es lo que intenta hacer.
Ahora, más allá de que IntensaMente 2 no brille de la misma forma que la primera película, a su favor tiene un nivel de animación aún más logrado y una historia que logra sacar varias cosas positivas al jugar con el cambio hormonal de Riley, quien como todo adolescente se vuelve más irascible y temperamental.
A lo anterior no ayuda otro elemento de la historia: sus mejores amigas se van a ir a otra preparatoria, lo que provoca que su campamento de hockey se vuelva una despedida más amarga de lo que le gustaría confrontar y, al mismo tiempo, quizás termine definiendo todo su futuro con un nuevo grupo de amigas. Ese conflicto tiene diversos subtextos, incluido algunos que rara vez se ven en películas animadas para toda la familia, pero el viaje adolescente que deja atrás a la infancia es sin duda el mejor aspecto de la película.
El resto es bastante simple, ya que las emociones se separan y el antiguo grupo se traza una misión para devolver las cosas a su statu-quo, mientras la ansiedad, la vergüenza, la envidia y el aburrimiento definen a un futuro inestable que inevitablemente remece emocionalmente a Riley de una forma profunda. Y aquello es algo que se concreta con todo y una secuencia de un episodio sensorial de ansiedad que no detallaré, pero que es el aspecto mejor logrado de toda la película.
En general, IntensaMente 2 no tiene problemas a la hora de tocar los grandes hits de la primera película, incluyendo la aparición especial de cosas olvidadas en lo profundo de Riley, pero eso mismo provoca un sentido de déjà vu que le juega en contra a su impacto emocional. Claro, se dice que las comparaciones son odiosas, pero en este caso son completamente apropiadas ya que, más allá de las obvias diferencias en el tratamiento adolescente, hay demasiadas similitudes temáticas entre ambas películas.
En todo caso, IntensaMente 2 tiene una narrativa suficiente para conectar con elementos que habían quedado en el tintero en el anterior y darles una vuelta para funcionar, ser divertida y lograr momentos emotivos.
Es decir, siguiendo el juego sobre la complejidad de las emociones, y la necesidad de estas, lo que estuvo en el foco de la anterior en base al rol de la Tristeza, en esta secuela siguen explorando la transición a la adolescencia y la importancia de aprender a dejar las cosas atrás.
Claro, en la anterior el detonante fue dejar atrás a un antiguo hogar, con el cambio de casa, mientras que ahora todo literalmente explota internamente con el fin de una etapa con sus mejores amigas y los desafíos de un nuevo colegio, agregando toda la presión social que no estuvo en la anterior por cosas de la infancia. Y ese último punto es la mejor salsa que aquí entra a jugar.
Al mismo tiempo, y con una Riley más grande, la secuela juega mucho más con el tema de la formación de la identidad, y los cambios que ocurren en la adolescencia, abordando nuevamente el rol de los recuerdos y la importancia de una comunicación emocional en nuestras vidas, pero de una forma menos infantil. Repito, muchos de esos temas ya estaban en la primera película, pero IntensaMente 2 juega lo suficiente como para explorarlos desde una nueva dinámica que no se estanca como refrito. Y eso, en el campo de la animación de la industria hollywoodense de las secuelas, es un gran logro.
IntensaMente 2 ya está disponible en cines.