Nicolas Cage se sobregira como un malvado ser de carne y hueso, en este misterio sobre un asesino serial inserto que se eleva en medio de una tétrica atmósfera, pero cojea ante un desarrollo narrativo que no logra hacerle justicia.
Marcada por una excelente campaña de promoción, que jugó al misterio y apostó sus fichas bajo la promesa de su tétrica atmósfera, la apuesta de Longlegs: Coleccionista de Almas logra responder en parte a las expectativas que fue concretando antes de su lanzamiento. Te sientas en la oscuridad del cine, te logra ensimismar en un viaje con una entidad malvada de carne y hueso que pone los pelos de punta y, finalmente, toca buenas teclas para generar un desenlace que deja marcando ocupado si no le das muchas vueltas.
Pero puestas todas, absolutamente todas las cartas sobre la mesa, este thriller de terror, sobre la cacería de una joven agente del FBI en contra de un misterioso asesino serial, el cual solo deja extrañas migajas como pistas, actuando impunemente durante décadas, no logra cerrar todo lo que propone y mucho tiene que ver con el desarrollo narrativo de la historia y la construcción de un misterio que está débilmente encaminado en sus resoluciones.
Lo anterior es lamentable, ya que su idea se defiende excepcionalmente bien cuando solo se toma en cuenta a la excelente estilización que marca a una atmósfera inquietante creada de la mano del trabajo de fotografía de Andrés Arochi. Es ahí en donde están los puntos a favor más sólidos de una producción dirigida por Oz Perkins, hijo del legendario Anthony Perkins, quien ha sustentado su carrera en el terror.
No obstante sus fortalezas, la película poco a poco va perdiendo fuerza antes de la meta, ya que su ejecución, especialmente en lo que respecta a la narrativa que entreteje su misterio, expone en exceso sus huesos: los clichés habituales de los asesinos seriales, elementos extraños que sacan del eje y una trama con elementos que rememoran a otras mejores producciones que descolocan la atención de su celebrado tono.
Lo anterior podría no ser una merma, ya que a lo largo de la historia han existido múltiples películas con una gran atmósfera que las justifica e inclusive las eleva, erizando los pelos con todo lo que está en pantalla. Y puede argumentarse que Longlegs consigue justamente eso en parte de su metraje, especialmente cuando Nicolas Cage hace acto de presencia con una apariencia espeluznante, sobregirándose por completo en términos de actuación, solo como él puede y sabe hacerlo.
Pero a final de cuentas Longlegs toma una premisa interesante, le agrega giros que por momentos tienen pinta de mero pretexto para enturbiar el camino solo por enturbiarlo y llega a unos minutos finales ciertamente tétricos, pero que no logran cuajar porque son demasiados los vacíos aleatorios que establecen para espeluznar a la audiencia. Y no siempre lo consiguen.
Abordar los cómos y porqués de esa situación tienen relación con el misterio al centro de todo, pero en tiempos en donde hasta las sinopsis son consideradas spoilers, lo mejor es solo tantear que hay cosas que se sienten foráneas en el entramado de este narrativa, especialmente en términos de la construcción de las pistas y migajas que van dejando una vez que conectan las líneas centrales y los personajes de la historia.
Y aunque en medio de todo eso hay actuaciones que están muy bien para erizar y atrapar en la mencionada atmósfera inquietante, incluyendo a Kiernan Shipka como una sobreviviente del asesino serie completamente disociada de la realidad, el resultado final se siente irresoluto, de medias tintas. Es eso lo que justamente provoca que el puzzle, con un diseño atractivo y puesto sobre una mesa bien bonita, le falten piezas para sentirse completo.
Longlegs: Coleccionista de Almas ya está en cines.