La nueva película del director griego Yorgos Lanthimos presenta un tríptico de historias oscuras y perturbadoras que exploran los extremos del apego y la dependencia humana. Con un elenco estelar liderado por Emma Stone y Jesse Plemons, su propuesta no busca dar respuestas claras, pero confirma la maestría del cineasta para desafiar las normas narrativas tradicionales bajo el amparo de un gran estudio.
“¿De qué trataba la última historia?”. Esa pregunta me la hizo la persona que estaba a mi lado derecho, un completo desconocido, durante la premiere de Tipos de Gentileza (Kind of Kindness), una película que no tiene nada que ver con su irónico título.
Al intentar explicarle lo que yo entendí, lo que probablemente puede ser no tan así, sopesé que salir con la cara perpleja por no comprender la película completa es, para mucha gente, probablemente algo habitual al afrontar una producción encabezada por Yorgos Lanthimos.
Y es que a pesar de que las obras del transgresor director griego ya lograron entrar por completo en el terreno mainstream de las multisalas, e inclusive son reconocidas con diversos galardones, sus propuestas siguen saliendo en forma y fondo de la norma habitual que llega a la pantalla grande amparada por los grandes estudios. En este caso, la división Searchlight Pictures de Disney nuevamente sigue poniéndole la fianza, tal y como vienen haciéndolo desde La Favorita.
Su más reciente obra no es la excepción a toda esa dinámica, ya que Tipos de Gentileza es una extensa propuesta antológica que a lo largo de sus 2 horas y 45 minutos conecta vagamente tres historias que superficialmente parecen no tener ninguna relación. Sin embargo, este tríptico lascivo da cuenta de un mundo morboso, ansioso y enfermizo, de personas muy dañadas. Todo esto para armar una fábula pro-individualismo sobre los extremos de la dependencia. Junto a los problemas de solo vivir por y para un otro.
Sin entrar en muchos detalles, ya que es mejor experimentar su propuesta sin tener idea de ningún giro, cada historia presentada por Lanthimos da cuenta de diversos tipos de apego trastornado, de relaciones resquebrajadas que solo se mantienen por obra y arte de una incapacidad absoluta de abrazar el individualismo propio. De depender del otro, de necesitarlo, de vivir, respirar y existir por este.
La primera historia, llamada “La muerte de R.M.F.” explora lo enfermizo de la dependencia laboral, llegando a extremos a los que ningún trabajador debiese visitar ni aceptar a la hora de definir su vida. Por mucho que exista una retribución económica que llene los vacíos de la frustración personal.
La segunda, conocida como “El vuelo de R.M.F.” hace lo propio con la ansiedad de la dependencia amorosa, presentando a un tipo que no puede superar la aparente muerte de su esposa en un accidente y que luego comienza a desconfiar de ella una vez que esta regresa de algo que es mejor ni mencionar. Todo esto presentando que las tortillas de la dependencia pueden darse vuelta.
Finalmente, la última historia, “R.M.F. se come un sándwich”, aborda la morbosa dependencia de carácter religioso, explorando la vida de una mujer que está en una búsqueda de carácter celestial ordenada por la secta sexual a la que pertenece. Una en donde todos solo pueden tener relaciones con los líderes del grupo, en donde es a su forma o a la borda.
Entrelazadas por el dominio al que son sometidos los personajes, ya sea por voluntad propia o no, inevitablemente se abren las compuertas para la transgresión que caracteriza a Lanthimos, incluyendo la violencia, el desamor e inclusive la comedia, ya que la sombra no puede esconder que en el medio de todo también hay cosas burdamente graciosas.
En ese camino explorado con el pulso firme y ladino de Lanthimos, el cual se toma todo el tiempo del mundo para explorar cada recoveco, cada historia de este tríptico es interpretada por el mismo grupo de actores principales. Al centro de todo están una brillante Emma Stone y un aún más solido Jesse Plemons, quienes se alternan el protagonismo y llegan a desatarse en varios puntos de cada historia. Pero también deben existir flores para un Willem Dafoe que se saca el sombrero en cada uno de los personajes que le toca interpretar, inclusive en la segunda historia en donde aparece de forma más breve. Y en cuanto al R.M.F. en los títulos de cada historia en cuestión, cuyo nombre real nunca se revela, se trata de un personaje menor - interpretado por un amigo griego del director - que se instala como el hilo conductor de este extraño mundo.
Obviamente en todo ese camino hay mucho espacio para el desconcierto, por lo que no me sorprendió recibir la pregunta durante los créditos finales, pero el viaje de Tipos de Gentileza también crea ecos con la filmografía previa de Lanthimos. Aquello no es de sorprender, ya que el director volvió a trabajar con el escritor Efthimis Filippou, su colaborador en las también crípticas Alps, Dogtooth, The Lobster y The Killing of a Sacred Deer. De hecho, esta película se siente como la evolución aún más sofisticada de esas obras previas.
En esta nueva colaboración, lo más claro es que se solventa ese impulso de vacío emocional que caracterizó a aquellas otras películas, en donde todo está contenido para crear un mundo calculadamente gris, realizándola de una forma compleja y complementaria a la propia variedad de las tramas. Es decir, también se genera una relación dependiente entre la forma y el fondo.
Y esa es la clave al final, ya que más allá de que el objetivo definitivo de Tipos de Gentileza no sea tan claro, más allá de la ruina a la que caen o se someten los personajes, el tríptico termina funcionando por lo disímil y visceral de cada historia. Es ahí en donde se resalta el valor cinematográfico de una película que cuenta con la sustancia suficiente para explorar los recovecos de las carencias profundas en la humanidad que en general no queremos exponer ni subsanar. Y ni siquiera un otro nos llene en el fondo.
Tipos de Gentileza ya se encuentra en cines.