Crítica de Tornados, un liviano blockbuster de destrucción que funciona pero no tiene nada memorable

Crítica de cine: Tornados con Glen Powell y Daisy Edgar-Jones.

Aunque la película de 1996 nunca recibió mayores elogios, sí tenía a su favor algunos puntos que estaban mejor que esta sucesora. Sin embargo, la nueva película tiene un gran punto a su favor: no tiene la nostalgia barata que caracteriza a las secuelas contemporáneas.

Siguiendo las bases de la película de 1996, con la que no tiene ninguna relación salvo un par de guiños en pantalla, Tornados (Twisters) es una propuesta que solo tiene como aspiración ser un liviano blockbuster de destrucción. Y en general cumple sin pedirle mucho.

Sin embargo, al ser comparada con la primera, que justamente cumplía con solo ser un liviano blockbuster de destrucción, esta secuela queda al debe con una serie de peros que se ramifican especialmente cuando se contrastan varios factores clave que convirtieron a la primera Twister en un hit.

Mucho de lo anterior tiene que ver con algo tan relevante como la acción, ya que su director, Lee Isaac Chung, quien previamente se encargó del drama Minari y un episodio de la tercera temporada de The Mandalorian, no logra crear secuencias tan llamativas y bien armadas como aquellas del original que comandó Jan de Bont, quien saltó a la fama como director de fotografía de películas como Duro de Matar y también dirigió ese verdadero hitazo llamado Máxima Velocidad (Speed).

Ante ese escenario, en esta nueva Tornados hay varios momentos que buscan elevar la adrenalina, por lo que logra ser efectiva como una película de desastres, pero su propuesta no crea ningún momento emblemático como aquél escape con la vaca voladora zigzagueante o la secuencia final en el ojo de la destrucción de la película protagonizada por Helen Hunt y Bill Paxton.

Además, si bien es cierto que las secuencias explosivas de la nueva película son bastante correctas, entregando chispas de novedad al ingresar de lleno al interior de un tornado sobre una camioneta con fuegos artificiales o presentar cómo las personas son succionadas por la destructiva fuerza espiral, también se puede argumentar que no sacan todo el partido posible al desarrollo de los efectos digitales que en los tiempos de la Tornado primigenia solo estaban en pañales. No hay muchas cosas en su revoloteo.

Más llamativo que ese factor, y quizás el punto más letal en la comparación, es que en Tornados hay una gran deuda relacionada con la falta de carisma de sus personajes secundarios.

Puestos en la balanza, la nueva película simplemente carece de rostros que logren mantener la atención, ya que parecen bastante intercambiables entre si. Claro, hay un nuevo equipo de cazadores de tornados apasionados, y otro más empaquetado con el que compiten, pero también no hay nadie como el Dusty de Philip Seymour Hoffman ni la comunidad que lograron crear a través de secuencias como aquella clásica escena de los bifes, huevos y puré del original.

El punto de redención es Glen Powell, quien interpreta a un cowboy que inicialmente es presentado como todo un patán que no le teme a nada y que aparentemente solo está interesado en la viralidad de sus hazañas en Youtube. Pero toda esa apariencia cambia a medida que la historia principal, centrada en el personaje de la actriz británica Daisy Edgar-Jones, comienza a dar vuelcos para dejar en claro que las apariencias no son tal.

Ahora bien, aunque Powell está muy bien, la historia principal también tiene un lastre, ya que todo se enfoca en una joven que sufrió una tragedia gigantesca, similar a lo que afectaba al personaje de Helen Hunt en la primera, pero su desarrollo no es el mejor. La diferencia entre ambas películas es que el drama en la nueva ocurrió mientras la joven intentaba analizar a un tornado, por lo que a lo largo de toda la película debe confrontar sus miedos para recuperar su sueño científico para reducir los efectos destructivos de estos fenómenos meteorológicos.

El problema es que gran parte de esa historia está demasiado alargada, a diferencia de lo directa que fue Twister, lo que provoca que esta nueva producción se sienta más pesada de lo que debería. Aquello pone un freno que contrasta con el excelente ritmo de la primera, la cual literalmente volaba como avión en menos de dos horas. Y aunque la nueva dura solo cinco minutos más, a la larga se siente mucho, pero mucho más larga.

Todo lo anterior es solo una merma en el contraste, porque en general Tornados funciona. De hecho, si dejan de lado los nueve párrafos anteriores, aunque ese tipo de revisión la propicia el uso de una marca conocida, igual hay dos puntos que quiero destacar y que hacen que esta película salga más a flote que lo podrían esperar.

Por un lado, Tornados se siente un poco anticuada, ya que intenta seguir el molde de la ruta destructiva de la película de 1996, y eso mismo termina beneficiándola. Mal que mal, rara vez se hacen películas como esta en estos tiempos de espectáculos más vacíos.

Lo otro que tiene a su favor esta nueva película es que en ningún momento buscan explotar la nostalgia por el original, alejándose así de una tendencia que hoy por hoy es tan habitual en el Hollywood que revive viejas marcas.

Lo único que conecta a ambas películas es la pasión de los cazadores de tornados y esa búsqueda de emociones que ponen vidas en riesgo, lo que es una decisión súper acertada que permite que esta nueva película no sea la catástrofe que podría haber sido con hijos, nietos o cualquiera de las tonteras que se les ocurren hacer en Hollywood con las secuelas de legado. Y para muchos eso bastará y sobrará en tiempos de blockbusters sobregirados.

Tornados ya se encuentra en cines.

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