El streaming entrega una miniserie emotiva y llena de acción tuerca que explora la vida del legendario piloto Ayrton Senna. Desde sus inicios en el karting hasta su trágico final en Imola, la producción equilibra el carisma del piloto con los desafíos de su carrera, pero no logra superar al icónico documental de 2010, ya que no mete el acelerador a fondo a la hora de escarbar por completo en sus diferentes matices.
El día que murió Ayrton Senna, fue el día en que la Fórmula 1 murió. O al menos lo fue para mi.
Aunque solo era un niño, tengo claro el recuerdo de que a través de televisión abierta era palpable el magnetismo de su figura, siendo fácil de enganchar con el deporte y reconocer que el brasileño era el piloto más talentoso y, a la vez, el más carismático. Simplemente, sin medias tintas, el mejor de todos.
Por eso tengo claro que el 1 de mayo de 1994 también fue el día en el que por primera vez me afectó la muerte de un famoso. Aquél feriado, mientras mi familia se preparaba para el almuerzo, estuve ahí, frente a la TV, viendo una carrera que rápidamente terminó en tragedia. Y ciertamente, después de esa jornada, nunca más volví a enganchar de la misma forma con la Fórmula 1. Ni con el dominio de Schumacher ni el de Hamilton o lo que hoy por hoy sucede con Verstappen.
En ese sentido, Senna, la nueva miniserie estrenada por Netflix, logra sus mejores momentos cuando expone no sólo el carácter competitivo del legendario piloto, sino que también su transformación en un ícono y la forma en que logró conectar con millones alrededor del mundo, generando devoción, admiración y, por cierto, respeto.
Lo anterior lo lleva a cabo abordando una serie de segmentos de su vida, tanto íntima como competitiva, en los cuales la miniserie tiene generalmente como hilo conductor su deseo de llegar siempre en el primer lugar y la forma en que diversos obstáculos se le pusieron por delante. Desde aquellos externos, como las fallas en los autos o las decisiones de los ejecutivos, hasta sus propios asuntos que lo convirtieron en alguien único e irrepetible.
De todas formas, una vez que el brasileño logra solventarse en la cima del automovilismo, la serie logra momentáneamente poner el freno en el foco sobre los títulos para escudriñar en cómo la fama y el cariño de la gente se convirtió en una bencina para su impulso. Por eso es muy emotivo el momento en que el Senna ficticio de la serie reconoce que después de 20 años en el automovilismo, tras iniciar una carrera en la que pensó que solo ganaría por un objetivo personal, aprendió que nadie gana solo.
Presentando inicialmente un breve vistazo a Imola, la fatídica carrera que le costó la vida, la serie vuelve atrás en el tiempo para explorar con soltura los inicios de su carrera en el karting, sus problemas con Jean-Marie Balestre, futuro presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), y su explosión en la Fórmula Ford, en paralelo con la implosión de su matrimonio.
A partir de ahí, y en los cinco episodios siguientes, la miniserie aborda también sus primeros días en la Fórmula 1, la primera gran y excepcional performance bajo la lluvia en el Gran Premio de Mónaco y su posterior rivalidad con Alain Prost por la hegemonía de la competencia.
En el medio de todo eso hay cameos de notables pilotos caracterizados de forma excepcional, dando cuenta de un excelente casting físico, lo que parte por el propio Ayrton, además de material de archivo inserto con prestancia, una caracterización de personajes secundarios un poco rígida en algunos detalles y secuencias de acción tuerca de primer nivel, lo que sin duda es el aspecto más destacado de esta dramatización.
Obviamente, y considerando el foco de la miniserie, Senna también tiende a elevar más de la cuenta la figura del piloto brasileño, en contraste a sucesos que ocurrieron en la vida real en los que quizás tuvo culpa, pero lo presentado en televisión al menos logra dar algunas pinceladas que salen de la mera glorificación. Y mucho de eso tiene que ver con el trabajo del protagonista, el actor Gabriel Leone.
De ahí que en pantalla también están sus problemas de temperamento, las polémicas gigantescas que marcaron sus definiciones con Prost y el posterior respeto que de todas formas lograron forjar, saliendo por momentos del terreno de la caricaturización que se establece con algunos antagonistas de esta historia.
Quizás por ello lo que quiere hacer y decir la serie es mejor reflejado cuando establece definitivamente a la FIA como el gran enemigo y a los intereses externos de los trajes como el gran cáncer contra la competitividad y la igualdad en lo deportivo, enfatizando en el cierre a aquellas quejas de seguridad por parte de los pilotos, encabezadas por el propio Ayrton, antes del accidente mortal.
A la larga, lo más llamativo es que Senna es una serie que logra verse de un tirón y rara vez padece de problemas de ritmo, pues las secuencias de carrera son realmente vibrantes. Pero inevitablemente también hay que remarcar que esta producción no está tan bien resuelta como el elogiado documental del mismo nombre dirigido por Asif Kapadia en 2010. Aquel trabajo logra ser una mejor manifestación de varias cosas que buscan conseguir en esta serie de televisión, especialmente en todo lo que concierne a su mitificación como competidor.
Pero aún dejando de lado que el tema de sus relaciones queda expuesto solo de forma superficial, y que la propia serie no le saca todo el partido a lo que pavimenta para abordar la idealización de Senna, igualmente el resultado final es lo suficientemente correcto como para destacar como una pieza para que las nuevas generaciones se acerquen al mejor de todos y entiendan por qué la Fórmula 1 nunca más volvió a ser lo mismo tras el agujero negro que se dejó la partida de alguien que fue leyenda mucho antes de morir.
Todos los episodios de Senna ya están disponibles en Netflix.