Tras desaparecer en junio de 2010, la contadora fue hallada muerta 42 días en su propia casa. José Pérez, detenido por el caso, afirmó que Jaime Anguita, marido de Haeger, le encargó darle muerte. Anguita fue absuelto por falta de pruebas.
Se acercan las 14 horas del jueves 29 de junio de 2010, y Jaime Anguita (52) aprovecha los últimos minutos del horario bancario para conversar con su ejecutivo de cuentas. Ha sido una mañana ajetreada para el empresario, que en tiempo récord se ha encargado de visitar diversas entidades de Puerto Varas. Sólo interrumpe su conversación para contestar el celular: Le aseguran que han secuestrado a su esposa, Viviana Haeger (42), pero él no les cree, piensa que se trata de una estafa y cuelga.
La pareja no viene de tiempos buenos. Ya no se llevan y la familia se mantiene en pie más por apariencia que por amor. Vivian, hija de los Anguita Haeger, es el segundo llamado que Jaime atiende. La menor le cuenta que su madre no la pasó a buscar al colegio y el padre le pide que se vaya sola, a pie, hasta su casa, que allá se juntan.
Ya están en plena tarde cuando se reúnen en la casona familiar en el condominio Stocker, ubicado a 7 kilómetros al norte de la ciudad, y con temor comprueban que tanto el auto como las llaves de la dueña de casa están en el hogar. Recién ahí Anguita le otorga protagonismo a la llamada que recibió estando en el banco y crea una red de apoyo entre la policía y sus cercanos, para dar con el paradero de su señora, bajo la figura de secuestro.
Los investigadores del caso agarran papa y sintiéndose como en película de Hollywood, centran todos sus focos en quién podría haber raptado a la mujer, sin pescar otras aristas para explicar su desaparición. Así dejan pasar tiempo valioso, todo julio y los primeros días del mes siguiente, cuando el 10 de agosto el propio Jaime Anguita, llevado por un extraño olor que hace días persistía, encuentra el cuerpo de su mujer en el entretecho de la misma casona que había servido como base para los "capos" en ubicación de personas.
El cuerpo estaba tendido en posición fetal en el ángulo final de la estructura interna, colindante al muro de la habitación matrimonial, en una mansarda que al parecer fue pésimamente rastreada por los investigadores, considerando que se trataba de una vivienda de 2 pisos y 350 metros cuadrados donde estuvieron por espacio de varias semanas.
Como fuere, la ubicación del cuerpo recién logró cambiar el foco de la investigación, que luego de 42 días empezó a levantar las primeras evidencias en lugares contaminados hasta por ellos mismos. También encendió los ánimos en la familia de la difunta, quienes derechamente acusaron al marido del homicidio.
En pocos días el Servicio Médico Legal de Temuco descartó la intervención de terceros y concluyó que la data de muerte de Viviana era concordante con su fecha de desaparición. Tampoco había pruebas de que el cuerpo hubiese sido arrastrado al lugar, por lo que el 8 de octubre anunciaron que la madre se había suicidado tomando un herbicida que la terminó por asfixiar.
Más de un año después, el 14 de diciembre de 2011, un nuevo fiscal de la causa reabre el caso, desecha todas las conclusiones previas y pide exhumar el cadáver de Haeger el 12 de marzo de 2012. Las nuevas pericias concluyen la participación de terceros, es decir, se trataba de un asesinato por asfixia.
Presunto sicario
En el intertanto, un ofuscado José Pérez Mancilla, obrero que no figuraba para nada en la investigación, entra en la historia tras vender un par de cámaras fotográficas que eran propiedad de Viviana Haeger. El hombre denuncia a José Anguita como la persona que mandó matar a su mujer, pero que al final sólo le había pagado el enganche y nunca el monto final.
El 7 de diciembre de ese año la Brigada de Homicidios de la PDI de Osorno detiene al empresario y también al supuesto sicario, quien pese a su acusación no cuenta ni con pruebas económicas ni técnicas para involucrar a su esporádico patrón de "pololitos" en la casa. Ni siquiera han cruzado llamadas en el último tiempo.
El 29 del mismo mes, Pérez protagoniza una reconstitución de escena que termina por confirmarlo como autor material del crimen, pero nunca logra acreditar que fue por encargo del ingeniero, quien tras pasar casi dos años tras las rejas e incluso haber enfrentado una petición de cadena perpetua en enero de 2017, el 28 de septiembre de ese mismo año fue absuelto por unanimidad en el Tribunal Oral en lo Penal de Puerto Montt, por falta de contundencia en las pruebas.
Por su parte, José Pérez cambió su historia-sapeo, pues la pena por sicariato era mayor, reconociendo sólo el haber entrado a una casa que ya conocía para robar un simple par de cámaras, lo que derivó en que fuera condenado a una pena efectiva de 10 años de cárcel.