Hay lujos que sólo se pueden dar algunos, ya sea por la cuenta corriente de papi, por ser “corneteiro” con el jefe o porque el talento bien vale un sacrificio. Y justito eso último fue lo que pasó con Neymar, quien posó su popotiño en un avión de lo más fifí pa’ volver a Brasil a tiempo para defender la camiseta del “Peixe”.
La explicación es simple: el sábado pasado el brasuca disputó el oro olímpico ante México en Londres y cuatro días después se cortó el pelo -metafóricamente hablando- en el amistoso frente a Suecia, también en Europa. ¿Y? El Santos también lo necesitaba pa’l partido con Figueirense, por lo que le enviaron un pájaro de acero a la puerta para hacerla corta.
Como no se trataba de aerolíneas chilenas, Neymar viajó tranquilo, con la única duda de cómo acostarse: ¿de guatita o de lado? En ambos casos trataría de dormir pensando en cómo driblear a Edu Morante en la Recopa frente al Bulla, pero la novedad estuvo en el box spring arriba del avión, que lo llevó directo a Brasil, igualito que en la canción.
¿Y qué pasó con el garoto, entonces? Publicó en Twitter una foto topísima: salía recostado sobre la cama volando sobre el océano. Y ojo, que la cubierta era Louis Viutton, pero antes de sabanear los pensamientos, igual se aseguró de que Ronaldiño no hubiese destapado la champaña en el mismo avión. La higiene ante todo, pueh.
Y así, mientras sus compañeros se compraban un plumón para regresar al Brasil, Neymar ya estaba en tierra firme, todo un récord en cinco días. Lo que no cacha el pobre es que cuando tenga que viajar a Chile en menos de una semana, fijo que se le perderá alguna maleta o le tocará Pablo Herrera en el asiento de al lado.