A Pancho González no le creían que era taxista por su cara de péndex

Aunque muchos de nuestros regalones se arrimaron al taxi para capear la cesantía y luego se enamoraron del volanteo, hay algunos que cachan al vuelo que no es lo suyo, pero igual le sacan provecho al rubro.

Es el caso de Francisco González (25), quien luego de recibir el finiquito en una empresa vendió un auto particular y se la jugó por el aurinegro. "Pero en realidad sé que lo voy a dejar porque no lo siento para mí", suelta.

PYME

Hace cerca de tres abriles que Pancho se puso a bajar bandera y recorrer las anchas alamedas, algo en lo que ha seguido sólo porque "me ha ido bien, nomás". Pero llegó a cachar tanto el negocio, que levantó su propia pyme: La empresa de radiotaxis "La Estrella Dorada", que tira pinta en el paradero 18 de Vicuña Mackenna, en La Florida.

"La idea nació cuando me fui de un trabajo por culpa de algunas personas envidiosas, ya que era joven, ordenado con las deudas y tenía tres autos", afirma el socio, que decidió "armar una empresa familiar que le cambie el pelo a esta pega".

Después que se metió toda la familia al negocio -"hasta mi señora aprendió a locutear"- la cosa ha ido mejorando paulatinamente y hoy los choferes le dicen al Pancho el "Señor de la Querencia", pero siempre en buena.

De hecho, el jefazo pone mano dura para que las 14 personas que trabajan con él anden formales y sean atentas. "La idea es cambiar la mala imagen que tienen los techos amarillos. La gente lo nota y agradece", sopla.

UN NENE

Pero el inicio del titán no fue fácil, pues por andar con el pelo cortito, ser flaco y tener cara de guagua, nadie creía que tuviera licencia de taxista.

Y la cosa no fue talla para él. "Los pasajeros me preguntaban mi edad y si no me daba susto andar de ilegal. Hasta las señoras me miraban con desconfianza. Iban pegadas al asiento, mirando por el espejo retrovisor, y me decían: 'Disculpe, ¿usted tiene licencia?', jajajá", cuenta risueño.

Pero la peor experiencia fue con los carabineros, también por la pinta de péndex. "Durante un año me detenían a cada rato para inspeccionarme. Me tenían para el combo y la patá, demasiado. Me atosigaron hasta que me creció la guata, por culpa de la pega. Ahí paró un poco el asunto, porque me vieron mayor. Aunque no sé si es bueno, porque me siento más viejo, jajajá", remata.

Alfredo Jacques A.

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