En Estados Unidos, una mujer de 32 años antepuso sus vacaciones a su hija. Ahora arriesga cadena perpetua.
“El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido”, decía Kristel Candelario, al tiempo que disfrutaba de una paradisíaca playa puertorriqueña.
En junio pasado, la mujer llevaba tres días de vacaciones cuando documentó ese mensaje y una fotografía en sus redes sociales. Lo que probablemente el resto —por ejemplo, los que comentaron esa publicación— desconocía es que mientras ella estaba allí, presumiendo del viaje, su hija de apenas 16 meses, Jailyn, aguardaba en su casa en Cleveland, sola y sin comida.
De 32 años, Candelario resolvió dejar de lado sus responsabilidades como madre, echó algunas cosas en su equipaje y se largó a Detroit para luego tomar el vuelo que la dejó en la isla caribeña.
Sin embargo, al regresar a casa diez días después, cayó en cuenta de lo que realmente había hecho: Jailyn yacía inconsciente al interior de su cerco de juegos. Kristel intentó reanimarla como pudo, pero la lactante a esas alturas no respiraba. Cuando llegaron los servicios de emergencia ya era tarde. Había muerto por inanición.
Policías y paramédicos describieron que la menor fue hallada sobre una pila de “mantas sucias y un forro inferior, saturado de orina y heces”.
Luego, la Oficina del Médico Forense del Condado de Cuyahoga, quienes llevaron adelante la autopsia, notificó que “la niña de 16 meses estaba extremadamente deshidratada en el momento de su muerte”.
Contra las cuerdas, Kristel Candelario se declaró culpable de los delitos de homicidio con agravantes y de poner en peligro a un menor de edad. El próximo 18 de marzo se dará a conocer formalmente su condena. De acuerdo a la fiscalía, arriesga cadena perpetua. De hecho, el fiscal del caso, Michael C. O’Malley, sostuvo que “es uno de esos casos verdaderamente inimaginables que recordaré durante muchos años”.
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