Confesiones de una separada: Ahora o nunca

No fue necesario acordar una cita con el pintor, un pololo que tuve a los 21 años, que vive en la Provenza francesa -a quién no seguí en su aventura artística a Florencia- y que está en Chile. Nos encontramos sin buscarnos.

Entre lágrimas ingresé al cementerio, una gran mujer cruzó, sin pedirle permiso a nadie, al lado del que nunca se vuelve. Siempre hay un momento en que todos se derrumban, ese instante en que aterrizas y te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Ahí estaba, pañuelo en mano llorando, cuando siento dos manos en mis hombros. Giré y vi su cara, caí cual María Magdalena entre sus brazos; ni en mi sueño más rosa pensé que volvería a estar así de cerca, pero mi cuerpecito necesitaba un abrazo, de esos que llamo "déjate caer, que estoy acá para recibirte"… soy mina, yaaa.

Lo "bueno" de los funerales es que te encuentras con gente a la que no ves hace mucho tiempo, siempre quedas en un "juntémonos", "llámame" e intercambias números de teléfonos que nunca marcarás, pero en mi caso era "ahora o nunca" -como la canción. No supe qué decir, imaginé este encuentro muchas veces, con el paso de los años había cambiado mi discurso, pero las palabras se esfumaron; estaba ahí, parada como una adolescente, pero como siempre se hizo cargo y me lanzó un: "CR, que linda estás, sigues igual" -aunque sepas que es una mentira, porque mi cara estaba roja de tanto llorar, soy 20 años más vieja, ya no visto jardineras de jeans ni leo a CS Lewis-, pero al volver de escuchar el apodo dejé de jugar al "1, 2, 3… momia es".

Decidimos ir a comer algo, si llorar me abre el apetito, la ansiedad me hace sentir como si tuviera el hambre de la humanidad en mi cuerpo.

Me subí al auto y casi choco, no podía mover el volante… "¡¡¡se trabó, se trabó!!!", como si fuera un mantra lo repetía una y otra vez, cuando escucho un "CR, si prendes el motor, te apuesto un beso a que se destraba". Grité "donde está la cámara escondida" y me puse a reír. Si hay algo que me relaja, aparte de mandar a la cresta de vez en cuando a alguien, es reírme y más cuando es de mí misma… antes me enojaba y pensaba "como tan tonta", ahora la risa, aparte de acostarme cuan larga soy en el sillón de la consulta de la ex traidora -mi sicóloga-, es la mejor terapia.

Pasado ese punto, la vida fluyó, como si volviésemos a tener 21 y 28 años. Pese a las canas, de él, porque soy digna y me tiño religiosamente -no tengo la suerte de las que se hacen amigas del blanco a los 50- , hay cosas que no cambian, la esencia sigue siendo la misma.

El primer beso del que sería un largo día, ahí en el auto, en el cementerio, me transportó en el tiempo. ¿Enamorada? No lo sé, hay hombres que no se olvidan, que te marcan de forma tal que tu vida gira en 180°. ¿Volver a intentarlo? Creo que es una apuesta que se puede ganar o perder, pero que vale la pena jugar.

COMPARTIR NOTA