Quisiera exponer algunos elementos de reflexión. Fórmese usted su propia opinión: La mitad de Chile (o más) pensará que el matrimonio Dávalos Compagnon "la sacó barata" y zafó de la cárcel gracias a sus lazos familiares.
Otros tantos, dirán que la justicia ha hablado y Sebastián Dávalos ha sido sobreseído. Natalia Compagnon, por su parte, fue declarada culpable de delito tributario.
Con ese sobreseimiento en el bolsillo, Sebastián Dávalos volvió a los tribunales para arremeterlas contra Canal 13. Curioso: Le exige al canal de Andrónico Luksic $ 3.360 millones por daño emergente (pérdida patrimonial), lucro cesante (trabajos que no pudo realizar) y daño moral (perjuicio psicólogico y daño a la credibilidad de su familia).
Hoy demanda al dueño del Banco de Chile, que aceptó recibirlo. Uno de los hombres con mayor fortuna en Chile, le prestó 6.500 millones de pesos a Caval, una empresa desconocida y cuyo capital era de escuálidos $5 millones.
Curioso -digo- porque el mismo personaje que le facilita el negocio de sus vidas, que les reporta ganancias por $2.500 millones, hoy ha devenido en una especie de "bestia negra". Canal 13 facilitó la pantalla a Yerko Puchento y el humorista los denostó públicamente.
Hoy, el matrimonio Dávalos Compagnon recibe insultos y amenazas en las calles, el supermercado y cuanto lugar público visitan. La pregunta que se hará la justicia es: ¿Será por las rutinas de humor? ¿Será por el olor a corrupción? ¿Será por el lío judicial? ¿Por el parentesco y cercanía con el poder político y económico?
Me parece legítimo preguntarse si ese daño inconmesurable ha sido provocado por el bullying de un humorista o por las decisiones propias. ¿Cuántos matrimonios y empresas pequeñas son recibidos por el dueño de un banco, que pronto les concede un crédito mega millonario? Quien emprende una idea así de ambiciosa, hace todo por cumplirla, tiene lazos familiares con una Presidenta y la consigue… Sabe que está jugando con fuego o pisando huevos. Y alguien dirá ¿Hay algo ilegal en esto? No. Pero las consecuencias de "saltarse la fila" están a la vista. Ocurre que no todos los chilenos somos iguales.
Y una última reflexión: Esta increíble historia tiene otra víctima (o no. Depende de quién lo mire). Pero si alguien quisiera empatizar con la ex Presidenta Bachelet, pensará en el severo daño a su imagen pública. Ganó su segundo mandato con más del 60% de los votos. Y las encuestas le sonreían: La calificaban de confiable y creíble. Pero, de pronto, todo se pudrió. ¿Y si la madre decidiera demandar al hijo? ¿Cuántos ceros tendría la cifra? ¿Cuánto vale una caída estrepitosa en la imagen pública, la credibilidad y en las encuestas?