Francisca Mardones reveló que al momento de hacer el lanzamiento que le dio el oro, su padre Hernán no la dejó de acompañar, pese a que había muerto seis días antes.
Francisca Mardones (43) tuvo una buena sensación cuando hizo su primer lanzamiento de bala en el Mundial de Atletismo Paralímpico. Pero al ver su registro se dio cuenta que no era para nada extraordinario. Ni siquiera estaba dentro de sus mejores marcas. "Ahí dije: 'ya papá, ahora sí, vamos a hacerlo con todo'", confiesa la lanzadora.
Fue ahí que experimentó algo único en su vida. En el estadio de Dubai, ante la atenta mirada de los que a esa hora miraban la competencia, sintió la presencia de su padre, Hernán, quien falleció seis días antes de esa importante competencia por una brusca baja de presión.
"Tuve esa sensación de una ayuda de él. Lanzo y la cuestión fue récord mundial, veo la marca, cuando me dicen que es récord me pongo a llorar, y no podía parar de llorar, me faltaba lanzar cuatro veces más y no podía parar de llorar", relata sobre ese histórico 12 de noviembre.
A su mente se le vinieron millones de recuerdos con su padre. "Es algo fuerte. O sea, yo era súper regalona de él. Él había querido ir conmigo al Mundial y después todo lo que pasó fue algo especial, mágico", revela.
Francisca, que vive la mitad de la semana con sus abuelos en Santiago y la otra mitad con su mamá en Algarrobo, asegura que tras enterarse de la muerte de su padre tuvo que tomar, en pocos minutos, la decisión de seguir en competencia o volver a Chile.
"Fue bien fuerte todo. Si me iba no llegaba al funeral, por la cantidad de horas de viaje. La primera sensación que tuve es que mi papá me había dicho que quería ir conmigo al mundial y verme competir, sabía que para él era especial esa competencia, y por lo mismo quise quedarme y homenajearlo", confiesa.
A sólo tres horas de su debut, decidió ir a lanzar la jabalina. "Estaba shockeada. Entro a la pista y me envuelve una sensación diferente, de paz y luego hago la mejor marca en jabalina, y dije 'mi papá me está ayudando', fue una sensación de estar acompañada. Cuanto terminé me puse a llorar y me di cuenta de todo lo que había pasado, sentí que no estaba sola", detalla.
La deportista, que sufrió una fractura de columna tras caer de una altura de casi siete metros, revela que esos días en la competencia fueron difíciles. No paraba de llorar y tenía que realizar los lanzamientos del disco y la bala. "No quería hacer nada, pero sentía que mi papá me acompañaba, en el hotel sentía que de repente tenía la fuerza de levantarme cuando no quería. Mis entrenadores estaban preocupados, pero estaban ahí conmigo", asegura.
Las enseñanzas de su padre hicieron que tuviera la fortaleza de levantarse. "Él tuvo Parkinson por treinta años. Jamás escuché ni lo vi quejarse, eso me enseñó mucho. Cuando iba a lanzar sentí que él estaba libre para ayudarme, libre de su cuerpo, fue algo especial, una sensación que nunca había tenido", recuerda emocionada.
Sobre si se siente un referente del deporte, tras su medalla de oro, Francisca plantea que "no me veo así, solamente me veo como un deportista más, que entrena todos los días, que se sacrifica mucho por lo que cree que es lo que debe hacer, y también me sacrifico por romper barreras".
Agrega que "muchas veces se dice o creen que las personas con discapacidad, o están en su casa o están más bien alejadas de la vida social, o alejadas de actividades que quizás antes de su discapacidad hacían, pero creo que nadie nos debe decir qué podemos o debemos hacer, cada uno debe ver sus limitaciones".