Mario Brezzo, un sanmiguelino que se embarcó a Europa para cumplir el sueño de ser entrenador de fútbol, hoy forma futbolistas en Uganda.
Hace tres años y cuando solamente era un joven soñador, Mario Brezzo dejó las pichangas con sus amigos en San Miguel y se estableció en Londres, donde cumplió el anhelo de convertirse en director técnico. Eso sin contar que tuvo la oportunidad de formarse en clubes tan importantes como el Arsenal y Chelsea FC.
Una experiencia que más adelanto quiso complementar con un posgrado en "Sports Management", en Dinamarca. Una decisión que le cambió la vida.
Claro, porque más allá de los conocimientos aprendidos, Brezzo conoció al danés Thomas Thor, el precursor del proyecto "El Cambio", una academia de fútbol integral que se establecería en Uganda donde cultivarían talentos a través de la educación y el fútbol. Thor buscaba apoyo y practicantes, hasta que se cruzó con el chileno.
Sin pensarlo mucho, el sanmiguelino de 33 años asumió el desafío, dejó la comodidad del Viejo Continente para radicarse en Masaka, a escasos kilómetros de Kampala, la capital de Uganda.
"Apenas conocí el proyecto me pareció real y por eso agarré unas pilchas y me vine. Y estoy bien. Aquí buscamos talento y lo nutrimos hasta la adultez. Es una oportunidad para niños y pronto niñas de entrenarse a diario con profesionales de futbol y fisioterapeutas. Aunque también de aprender computación y yoga, por ejemplo. Ahí la profesora es mi pareja, Constanza. Todo esto en paralelo al colegio. Hay un seguimiento serio", contó Mario, que todos los días comienza la rutina desde muy temprano. Todo por cumplir su sueño.
-¿Cómo ha sido tu experiencia en África?
- Sólo traje ideas y preconcepciones. Intuía que las diferencias serían al hueso y así fue. Es un continente pobre, donde el potencial se pierde por falta de oportunidades o medios. Aunque en contraste se ve mucho ingenio, fuerza y actitud. No borran su sonrisa.
-En cuanto al talento de los niños, entiendo que participaste del "scouting" y viste a miles ¿cómo viven el fútbol?
- Es algo muy popular, porque no cuesta nada jugarlo. Ellos hacen pelotas de trapos o con hojas de plátanos. Así juegan hasta que cae la noche. Lo anecdótico es que a pesar de que no han tenido formación, entienden el juego. Por eso me gusta imaginar lo que será ahora que tienen profesores todos los días para hacerles entender porque hacen lo que hacen.
-¿Qué otras cosas te llaman la atención de los ugandeses?
- Que son reacios a la competencia y resisten el conflicto. Algo necesario para triunfar en escenarios mundiales. Existe un exceso de humildad. Acá no se ve pillería ni malicia. Igual no es algo malo por lo demás.
-Siempre se dice que hay mucho talento, que es un continente de "diamantes en bruto" pero aún no han ganado un Mundial, ¿será que proyectos como tu academia podrán cambiar esa realidad?
- Existe ese prejuicio del jugador africano que es fuerte y rápido, pero no es así. Es un mito. Acá, como en todos lados hay talento, hay que descubrirlo y apoyarlo a tiempo. Con ambiente y herramientas tanto Uganda como sus países vecinos, podrían ser campeones del mundo. Como ocurrió con Francia. Sólo faltan contextos.
-¿Cuales son tus expectativas personales?
- Sueño con muchas cosas. Ese quizás es un problema. Pero me conformo con tener un cuarto de la carrera de Manuel Pellegrini, por ejemplo. Eso sí, quiero ver a Chile como campeón del mundo y quiero estar a cargo.
-¿Qué es lo que más extrañas de nuestro país?
- Uff, muchas cosas. Una sopaipilla con mostaza, un completo italiano en la Fuente Alemana, empanadas de machas o camarón con queso. O las pichangas improvisadas con los amigos, escuchar las historias de fútbol de mi tío o tomar once con mi nona. Y así podría seguir, pero cada lugar tiene su algo.