De que los deportistas olímpicos son esforzados, no hay la menor duda, pero de que están lejos de ser santitos, tampoco.
Así al menos lo ha dejado claro la experiencia de versiones anteriores, y lo que ocurre hoy en la Villa Olímpica de Londres 2012.
Es que no hay que ser brujo para cachar que si junta a miles de hombres y mujeres, todos ellos entre los 20 y los 30 años y con estados físicos envidiables, las hormonas se terminan imponiendo.
De hecho, se estima que al final de los Juegos Olímpicos habrán sido repartidos más de 100 mil condones en la villa.
Esto, porque en algunas delegaciones las normas en este sentido no son tan estrictas y, en aquellas en que sí lo son, la naturaleza lleva a los deportistas a ingeniárselas como y donde puedan.
El gringo Josh Lakatos dijo que tras competir en Sydney 2000, se "apoderó" de un edificio vacío y proveyó a sus colegas de lo que más falta en la villa: intimidad. "¡Al final, estaba dirigiendo un burdel en la villa olímpica! Nunca había visto tanto libertinaje en mi vida", aseguró.
Lo curioso de todo esto es que entre los participantes hay varios matrimonios, pero sus delegaciones les impiden dormir juntos.
"La parte estúpida de todo esto es que habrá toneladas de parejas gay en el equipo olímpico compartiendo habitación, así que estamos siendo discriminados por ser heterosexuales", dijo entero molesto el tirador australiano Russell Mark, al que las normas de separación de sexos no dejan convivir con su esposa, Lauryn, quien también compite.