Sábado, 00.20 horas, y la Posta Central se convierte en un verdadero hospital de guerra que recibe a heridos por armas cortopunzantes, algunos golpeados, y uno que otro baleado que lucha por su vida, todo a vista y paciencia de pacientes con complicaciones menores que se ven obligados a ver este dantesco panorama en primera fila.
Este chocante "espectáculo", en la mayoría de los casos está cruzado por líos policiales, y es que muchos de los pacientes que caen en el lugar pasan frente a nuestros ojos esposados a la camilla, y con guardia personal de un verde que no le saca el ojo pa' que no se le vaya a escapar.
"Mi cabo, ya me puede sacar la esposa, me aprieta mucho, en serio, me siento muy mal", rogaba el pato malo casi llorando, mientras le resaltaba un tremendo parche en uno de sus brazos, seguramente cubriendo un punzazo que se ganó en alguna mocha de choros.
Y esa parece ser la tónica durante la jornada nocturna de este sábado, marcada además por gritos de dolor de pacientes, y los alaridos de un odioso que nos llama la atención, ya que llega botando "chocolate" producto, seguramente, de algún accidente provocado por la pipa.
"¡Quiero que me atiendan, me estoy muriendo, guaaaaaaa! No tengo aire en mis pulmones, me estoy asfixiando", gritaba un cufifo que se estaba ahogando, pero de tanto copete en la guata, mientras un guardia lo agarraba de un ala para chantarlo.
Al salir del nosocomio de avenida Portugal, a tomar agüita del Carmen pa' relajar la vena por unos minutos, nos encontramos que las calles que lo rodean se llenan de linyeritas con cualquier historia, quienes buscan capear el frío que promete intensificarse con el paso de las semanas.
El frío nos obliga a volver a internarnos dentro de la Posta, la cual continúa con su incesante ir y venir de carreteros con ojos morados, y otros literalmente con el paño recortado.
En esa parada quienes tienen cuero de chancho para atender todos estos dramas son los profesionales de la salud, que siempre están con los tubos en la mano en caso que llegue un paciente muy grave que requiera asistencia extra.
"Todos los días tenemos heridos en el recinto, eso sí los fines de semana esta atención aumenta drásticamente, pero nunca estamos sobrepasados en las situaciones donde el alcohol está presente. Las atenciones por enfermedades broncopulmonares también son frecuentes en época invernal", aseguró una trabajadora de la Posta que no quiso revelar su nombre para no meterse en cachos.
El negocio no para
El paso de las horas inevitablemente produce un bajón, especialmente entre quienes tienen que esperar por horas una atención.
Para ellos existen los salvadores kioscos que tal como un centro asistencial, trabajan las 24 horas para atender el diente largo de los parroquianos y el mismo personal médico, tal como lo comprobamos en medio del recorrido que durante la noche nos llevó a la urgencia del hospital Roberto del Río, en Independencia.
Allí llegamos al negocio de Germán Carrasco, quien le pone el hombro desde las diez de la noche hasta las ocho de la mañana, en una jornada laboral que le lleva tres turnos.
"Soy la urgencia de los negocios, atendemos a la gente que viene a atenderse al hospital y acá encuentra de todo. Lo único penca en estas fechas es el frío, problemas con curados no tengo mayormente, ya que entre los pocos locatarios que tenemos abierto a estas horas nos ayudamos", descaseteó Germán.
"Desde las diez de la noche hasta la una de la madrugada más o menos, es el peak de ventas y tengo que atender a mucha gente. Después desde la una hasta las seis de la mañana hay un vacío y viene menos gente, de ahí el turno de la mañana igual es fuerte. De repente pasan frente al local asaltados, acuchillados, baleados, pero acá los atienden rápido", contó.
El ombligo pa' afuera
Un par de locales al lado de Germán se encuentra el boliche de don Alejandro Montesinos, quien junto a su ayudante, le pone bueno preparando completos, churrascos, chacareros, pizzas, cafés y lo que le pidan en comida rápida.
"Llevo 17 años con mi puesto. Durante el día lo atiende mi señora y en la noche yo, la veo solamente cuando me viene a cambiar el turno. Acá le llenamos la tripita a la gente", preparó don Alejo al diario pop.
En el frío de la noche sabatina nos cuenta que anda en la búsqueda de un ayudante, ya que hasta hace poco les ayudaban sus hijas a atender, pero como las chiquillas dejaron el nido, se les ha puesto pesada la pista junto a su señora.
"Acá vienen de todos lados a comer, desde el Instituto Médico Legal, del San José, del Roberto del Río, el J.J. Aguirre y el Cementerio General, y de las munis de Recoleta e Independencia y los chiquillos de las ambulancias, los conozco a todos ellos", recordó este cocinero.
La noche avanza en su oscuridad y amanece, la gente se levanta para irse a sus pegas a poner el hombro y los estudiantes a quemarse las pestañas. La ciudad empieza nuevamente a moverse, pero para estos titanes la cosa no sigue. Sin descanso y las 24 horas con las pepas abiertas al lado de las urgencias capitalinas.
Don Carlitos pasa la noche al aguaite
No sólo enfermos y familiares expectantes están sentados en las salas de espera de las urgencias, a estos lugares también llegan varios socitos a pegarse una pestañeada, ya que no tienen dónde llegar.
Don Carlitos Godoy (69) llegó a la capital hace varias semanas desde Codegua, en la Región de O'Higgins, para curarse de su pierna, pero como las lucas andas medio escasas dejó el orgullo de lado y se instaló con lo puesto en una de las cómodas sillas de la Posta Central.
"Hace frío acá en la capital, así que me quedo acá porque es calentito. Como no molesto a nadie, los guardias no me dicen nada, ellos entienden mi situación y dejan que me quede, total yo me voy como a las seis de la mañana", aseguró el tatita a la espera de que llegue luego el día de su operación para volver a Rancagua.
"En el poco tiempo que llevo acá he visto varias peleas y cabros jugosos que llegan desde los carretes. A esos los echan cascando pa' la calle. Yo fui boxeador, así que no me vienen con cuentos", roncó Godoy a La Cuarta.