En medio del imparable desarrollo urbano que domina Santiago, aún queda un espacio donde el tiempo parece detenido. Verdes paisajes, ambiente de campo y una tradición familiar que traspasa siete generaciones se emplaza en la Viña Cousiño, famosa por sus vinos de categoría mundial. Pero la fórmula para elaborar exquisitos brebajes no es el único secreto que ahí se guarda.
Desde los albores de la patria, la familia Cousiño cumplió un rol importante en el país. Gran parte de su riqueza la invirtieron en obras altruistas. Pero sobre el clan siempre se posicionó un manto de infortunios.
Todo comenzó con el patriarca, Matías Cousiño, quien perdió a su esposa Loreto Squella cuando nació su hijo Luis. Luego disipó gran parte de su fortuna, no pudo tener mas descendencia con su segunda mujer y murió afectado por una cruel enfermedad. Similar a lo que sucedió con su primogénito, quien con 38 años falleció en Perú; mala suerte a la que tampoco pudieron escapar sus hijos, María de la Luz Cousiño y Luis Arturo Cousiño, quienes también perecieron a corta edad.
Todo esto mientras se comenzaba a forjar la historia de la Hacienda de Macul, terreno con más de 1.000 hectáreas que adquirieron en 1856, y donde esperaban crear el mejor vino de Chile... Pero la mala fortuna otra vez dijo presente, esta vez con los viñedos que se vieron afectados por bacteria.
Misteriosas muertes
Lejos de desanimarse, los Cousiño construyeron una bodega exclusiva para sus mejores vinos. Tras años de construcción, la obra contaba con tinajas, cavas y catacumbas que recorrían gran parte del terreno familiar. Un submundo en donde se comenzó a forjar la historia vinícola de la familia. Pero las desgracias otra vez llegaron.
En medio de las producciones de vino, algunas mujeres comenzaron a morir misteriosamente. Mientras pisaban las uvas, las féminas caían o se desmayaban al interior de las tinajas. Algunas fallecían de forma instantánea. El misterio comenzó a tomarse las profundidades de las viñas, y con ello, el miedo de trabajar para los Cousiño.
Una reacción química hacía que al pisar las uvas se liberara monóxido de carbono, gas que terminaba desvaneciendo a las trabajadoras, provocando algunas muertes. Sin aire, se diluían las vidas y sus espíritus no encontraban la salida de la bodega.
Con los años, los Cousiño industrializaron sus maquinarias terminando con las misteriosas muertes, pero quienes perecieron no encontraron el descanso eterno. En medio de las cavas y bodegas subterráneas fueron apareciendo sombras misteriosas que atemorizaban a los trabajadores del lugar.
Personas vestidas con trajes de siglo pasado comenzaron a deambular por diferentes sectores causando el asombro y extrañeza de quienes no conocían lo ocurrido. Almas que se refugiaban en las paredes forjadas con calicanto buscando un escape, en medio del frío y húmedo ambiente donde transitaban.
En los días de vendimia, ruidos retumban por cada rincón lleno de polvo y oscuridad que celosamente cuidan las reservas más costosas de la familia. Vinos que se añejan con el paso del tiempo, mientras quienes fallecieron son los mejores vigilantes para las cepas que son aclamadas en todo el mundo.
Venerables mujeres que dejaron atrás su vida en busca del sueño de los Cousiño, que -pese a la mala fortuna que algún día los afectó- lograron mantenerse de pie, fraguando unas de las viñas más reconocidas del país y cosechando éxitos con sus brebajes, que quizás, tienen algo de espiritualidad en su esencia.
Historias y parajes que se pueden conocer en familia. De lunes a sábado existen tours para caminar por la hacienda y conocer la importancia de los Cousiño en el país junto con lo mejor de sus cepas. Detalles escondidos de las bodegas, testimonios paranormales y los diferentes espíritus que viven en el subsuelo del fértil campo ñuñoíno.
Un panorama digno de rememorar y que lo llevará a imaginarse una época en donde todo era más complejo, y porque no, tener una experiencia cercana con las almas que buscan descanso.