Se acabó la fiesta en el Tap Room, tribunal de alzada del placer visual, sensorial y etílico de la bohemia santiaguina durante 40 años. Fue inaugurado el 1 de enero de 1970.
La madrina -recuerda su propietario, Francisco Ballesteros (81)- fue Nélida Lobato (foto principal), una diosa babilónica envuelta en tules. La reina de los escenarios de América.
Hoy el local está en plena decadencia y convertido en un negocio de tragos. El último parrandero que salga del sótano de Avenida Bulnes 135, apagará la luz.
En los próximos días se destapará la última botella de pisco, sonará, y retumbará en su techo abovedado el postrero champañazo. Honores de reglamento para un cabaré que se hunde con sus alegrías, borracheras y anécdotas al tope.
MELANCOLÍA
Los ritos de esta misa de réquiem se están cumpliendo con cabalidad en la semipenumbra del cabaré que va cuesta abajo en la rodada. Individuos melancólicos, que parecen esperar a alguien que nunca llega y beben solos combinados baratos.
La puerta de hierro y bronce, agujereada por algunos balazos, ya está semientornada, esperando que alguno de los Ballesteros eche la llave.
Sobre el dintel un cartel rojo pintado a la diabla reza "Se vende". Alguien con un plumón garrapateó en una de sus paredes: "Aquí se reúnen los fracasados".
- ¡Farso, farso, desgraciado!
Allí bailó La Tongolele, Pitica Ubilla, Ivette Darcy, los mejores cueros indígenas y las soberbias minas llegadas directamente desde el Colón de Buenos Aires. En ese sótano cantó Manzanero, Lucho Gatica, Raúl Show Moreno y tocó la Huambaly y la orquesta de Dámaso Pérez Prado (foto de abajo), el Rey del Mambo.
"Nos vamos con la música a otra parte. El centro ya no es negocio para lo nuestro. El acoso municipal y policial han sido terribles", explica don Francisco, tras la desvencijada caja del negocio.
"Nos pasan partes por nada, buscan clausurarnos a como dé lugar. Nos echan la culpa de las riñas que ocurren en la calle; de infracción al código sanitario, al del gas, al de electricidad. Cualquier lesera sirve. El último parte que pagamos, 560 mil pesos, fue porque encontraron roto un interruptor de la luz.
"Desde que ChileVisión hizo el reportaje 'En la Mira', que mostró cómo un narcotraficante -Mauro Vasallo Scianni-, vendía droga en el local, se desató una campaña de fiscalización y desprestigio del local. Ese fue un montaje que nos perjudicó enormemente", sostiene Antonio Ballesteros, hijo del fundador del night club y administrador del recinto.
MODERNIDAD
La idea es vender y con el capital instalar un negocio en otro barrio, y recuperar en algo los fastos del ayer, aunque la señorial escalera acaracolada que conduce hasta la pista de baile es una pieza insustituible.
"Por allí bajaron las mujeres más hermosas de América, vestidas y enjoyadas con un lujo que hoy no se puede admirar en ninguna parte", recuerda Francisco, que también fue dueño del Mon Bijoux, el Royal y otros night clubs o boites, como se les llamaban por entonces.
Desde una pared una foto de don Pancho junto al recordado periodista de espectáculos de La Cuarta, William Zeta, observan cómo los años y el modernismo se lleva todo su mundo a la mismísima mierda.
LA "PITICA" NACIÓ POR LUCHO GATICA
¿Anécdotas? Sobran. Algunos dicen que fue el humorista Manolo González el que bautizó a Elba Ubilla como "Pitica". Otros afirman que el autor fue el periodista de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, "Rakatán", que con su grito de guerra "¡hay ambiente!" prendía la noche.
El origen del apodo es más simple. Por esos tiempos, Lucho Gatica (en la foto) arrasaba con sus boleros en nuestro país, lo que era una gracia, por ser chileno. Desde chico le decían "Pitico" en su Rancagua natal. ¿Y qué relación tenía Elba Ubilla con el mejor bolerista de América Latina? Ninguna, salvo una asombrosa semejanza. Sí, parecían hermanos. Así nació la "Pitica", recuerdan los últimos bohemios.
Manuel Vega O.