Como desde mi casa al trabajo hay unos 6 kilómetros, siempre pensé que, en lugar de moverme en micro, que la tomo afuera de mi casa y me deja a una cuadra del trabajo, sería una buena opción una bicicleta.
Pero hay que ser sinceros: la idea de pedalear todos los días me terminó matando.
Con esa intención descartada, fue así que surgió la opción de una moto, pero mi círculo cercano se opuso, por los riesgos, apoyados en los clásicos "es un ataúd con ruedas" o "con lo loco que eres, fijo que si no te matas, terminas en silla de ruedas"...
¿Un auto? No es malo, pero es un cacho grande, que la patente, el permiso de circulación, los estacionamientos, y así otro millón de factores que quitan de una las ganas.
Finalmente, y cuando estaba por perder la fe, tirar la toalla y encomendarme a Uber o a seguir cargando religiosamente la tarjeta Bip!, fue en ese momento en que asomó una opción impensada, que probé y que me convenció más que cualquier otra: las bicicletas eléctricas.
Si bien se asemejan a las motos y las bicicletas, es en realidad, y por muy obvio que suene, la mezcla perfecta entre ambas.
Cuando me subí por primera vez a uno de estos modelitos marca "Cero", me enseñaron que hay tres niveles de asistencias en el caso de que uno quiera pedalear.
Además, están los niveles en que, tal como una motocicleta, sólo con un giro en la mancuerna del manubrio la rueda trasera hace toda la fuerza, y sin mayor dificultad es capaz de agarrar cerca de 30 km/h, una buena velocidad para moverse por Santiago, ya sea por las calles -que sería mi opción-, o por ciclovías y veredas, para quienes le temen a la cercanía con los autos, eso sí, siempre respetando a los peatones que tienen la preferencia.
Las joyas de las bicicletas eléctricas.
Fueron dos los modelos a los que me subí en la tienda "Ciclovía".
El primero fue el M1, una bicicleta plegable de aro 14" que, aunque en un principio la vi un tanto endeble, me sorprendió gratamente.
Agarra una buena velocidad, aunque con su tamaño de rueda siento que le pondría un poco de problemas a los que anden fuera de la calle.
La segunda fue la M8, esta es -como para que se hagan una idea- una mountain bike, de esas clásicas que se regalan en Navidad.
La diferencia es notable, la suspensión que tiene hace que el viaje sea mucho más placentero, y además colabora a no sentir tanto los baches de las calles, esto gracias a los amortiguadores delanteros y traseros.
Consideraciones
Otro factor que me pareció destacable es que, al ser eléctrica, es amigable con el medioambiente, algo clave en estos tiempos para los que tenemos la consciencia puesta en el bienestar del planeta.
Entre otra de sus características positivas está que la batería tiene una autonomía suficiente como para hacer un viaje de una distancia considerable sin temer a quedar tirado en mitad de la ruta.
Sobre el tamaño y su funcionalidad, es una de sus grandes ventajas, pues ayuda a evitarse los tacos y, por ende, ganar mucho tiempo.
Algo donde se saca un 7,0 es en la presentación personal, ya que las personas que la usen, si lo hacen en su función con motor y sin pedalear, sudarán mucho menos, evitando así llegar "sopeados" al lugar de destino, ya sea el trabajo o la universidad.
Una cosa que sentí cuando me subí a una de estas es que así podré salir tranquilo a pasear con mi padre o alguien mayor de edad, ya que el esfuerzo para recorrer distancias es mínimo.
En resumidas cuentas, me enamoré de ambas, y aunque me quedo con la más grande, son 100% recomendables para la persona que quiera buscar algo distinto. ¿El precio? Accesible en relación al ahorro que generará a futuro, ya que cuesta casi lo mismo que un iPhone: desde los 600 mil pesos. Vale la pena ahorrar o encalillarse.