Bomba-4 dio manso jugo con astros no videntes

Los periodistas del diario pop somos entrenados para vivir las situaciones más extremas: Soportar días sin llegar a la casa y sin dormir, enfrentar demonios de esos que amenazan con un "oye, invítame una bebida" o caer de paracaidistas en cualquier parte y sin ni uno.

Pero la experiencia que vivimos junto a los brocas del equipo de futbolito del colegio para no videntes, Hellen Keller, nos dejó como celular en terremoto: Marcando ocupado para siempre, al jugarles una pichanga con los ojos vendados, única manera de entender un poco lo que ellos viven todos los días.

Fue difícil desde el principio. Principalmente porque la pichanga fue el sábado a las 09.00 de la mañana, hora en que toda la gente decente duerme.

Lo confieso, pensé que sería un trámite, porque en nuestro equipo teníamos al goleador, el fotógrafo Patricio "Manuel Neira" Lepín, así que entramos a la cancha más sobrados que si fuéramos el Real Madrid.

Pero ya en el calentamiento se notó que no sería fácil. Nos pusieron unos antifaces y nos pasaron una pelota con un cascabel. "Está botado esto", dije y seguí el ruido del balón, pero cuando me levante la venda de la vista ¡estaba en la calle, caminando hacia Renca!

Las reglas son simples. La principal es que la pelota debe ir siempre por el suelo, nos dijo el árbitro, y fuera de la cancha alguien puede dar instrucciones a cada equipo. Y ahí estuvo nuestro problema, porque nuestro "técnico" Torito Gatica nos gritaba "¡dale, dale, dale!", sin decir para dónde.

Empezó el partido y sentí que la pelota era como un zancudo en la oscuridad: Lo sentía, pero no le achuntaba, así que me levante el antifaz, piolita, y caché todo:  El Pedro, el Kevin y el Brian, los cracks del Hellen Keller, estaban jugando al tontito con nosotros.

Por eso no tardó en llegar su primera pepa, pero en un despeje de nuestra última línea, conseguimos un breve empate. "¿De quién fue el gol?", preguntó el autor de la pepa.

Los del Keller fueron una tromba y sin cachar cómo nos enchufaron dos pepas más. En mi oportunidad más clara, corrí y disparé... Casi fue el medio autogolazo. Nuestro descuento llegó con una jugada de laboratorio para estructurar el definitivo 3-2.

Sacamos la bandera blanca. Preferimos irnos con una derrota digna, antes que con una boleta que quedaría escrita en Braille.

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