Duros como las rocas que les toca romper y más porfiados que el corazón de un adolescente son los voluntarios del grupo de rescatistas internacionales “Los Topos”.
Y si bien es cierto estos voluntarios ya son parte de la conversa en todos los hogares de nuestro terruño, desde que el pasado 4 de enero se hicieron cargo de la búsqueda de Kurt Martinson, la verdad es que hace rato que este grupo viene dando que hablar a nivel nacional e internacional.
La necesidad y la desesperación fueron los padres que engendraron a Los Topos tras el terremoto de México en 1985, que dejó más de 10.000 muertos. Cuando en medio de la tragedia los equipos de emergencia se vieron sobrepasados, surgieron espontáneamente los voluntarios que con sus manos y sin preparación comenzaron a colaborar en las labores de rescate. Desde esa fecha han estado presentes en todas las catástrofes a nivel planetario, incluidos el 27-F de Chile, el tsunami de Japón y en el rescate de los 33 mineros de la mina San José.
En Chilito vieron la luz en Talcahuano en el 2013 cuando un grupo de voluntarios fue puesto a punto por instructores mexicanos, estadounidenses y argentinos. Aunque se hicieron ultra famosos tras dar con el cuerpo del ex PDI Emmanuel Ferrada, en octubre del año pasado, después de estar tres meses desaparecido.
Eso sí su actual líder, Francisco Lermanda, lleva harto más carrete y ha formado parte de caleta de misiones, algunas de las cuáles lo han tenido entre las cuerdas.
“Ha estado en Haití, en Nueva Zelanda, Irán y Turquía, entre otros muchos sitios donde se han vivido emergencias”, relató una fuente al interior de Los Topos.
Francisco, padre de dos hijos de 21 y 5 años, fue a colaborar a Rosario cuando se derribaron edificios por una explosión de gas y a su regreso sufrió un accidente cerebro vascular y dos infartos. “Quedó paralizado de un lado y como en ese momento trabajaba para formar equipos de emergencia para la fuerza aérea norteamericana, recibió rehabilitación en Estados Unidos y volvió a la carga”, relató uno de sus colegas.
En el 2015, mientras hacía un rescate minero, se dañó la columna. Se sometió a una operación sencilla y en el proceso lo atacó una bacteria asesina. Estuvo tres meses en la UCI y apenas se pudo parar partió a organizar la ayuda en Alto del Carmen tras los aludes del norte y todavía le quedaron pilas para partir a Tongoy en el terremoto de septiembre del año pasado.