Nada justifica matar a otro ser humano y menos con la saña con que Luis Segundo Salgado Galaz (59) ultimó a su ex pareja, Ana Rosa Sepúlveda Núñez (38), el pasado Día de San Valentín.
Tras la tragedia se esconde una historia de celos, violencia y desesperación que fue consumiendo la cordura del matarife del barrio Franklin y lo llevó a comprar un cuchillo para apuñalar a la mujer frente a un hijo y vecinos de la calle Waldo Silva.
Luis llegó al punto más bajo que puede alcanzar un hombre, pero sus colegas lo recuerdan como un tipo respetuoso, que alcanzó la cúspide del negocio carnicero y por un amor lo perdió todo.
GRAN SEÑOR
En el Matadero Franklin hay dos palabras para definirlo: "Excelente persona".
El hombre trabajaba como empleado en el local 355, "Santa Ema", especializado en subproductos de vacuno, pero en la década del 90 esto era impensado, ya que se trataba de un gran señor.
Luis llegó a tener cuatro carnicerías. Era admirado y mantenía una esposa y tres hijos en su casa de Colina. La bonanza cambió hace 11 años, cuando fue a comer al "Willy Bar" y vio por primera vez a la garzona Ana Rosa.
"Él era un millonario del matadero cuando la conoció", dice Denisse, colega de Luis desde hace seis años.
El flechazo fue fulminante. La pareja comenzó a ir a fiestas y a la playa, hasta que Ana Rosa se embarazó. Luis cambió la comodidad de su familia perfecta por ella.
Pero el exceso de jarana le costó caro. Tomaba mucho y descuidó el negocio. La plata se hizo humo, quedó en bancarrota y al hijo que tenía con Ana Rosa se sumaron otros dos.
Luis Tobar, amigo de hace 40 años, le tendió la mano y le dio pega en su carnicería.
"Si no la mataba él, la cosa iba a terminar en homicidio igual. Esa relación era así. Se sacaban la cresta", cuenta Denisse.
Hace dos años Luis y Ana Rosa arrendaron una pieza en Waldo Silva 2165. De ahí en adelante la vida transcurrió a los golpes.
Cecilia, locataria del matadero, recuerda: "Ella venía a hacerle escándalos delante de todos. Una vez le enterró un tenedor en la cara. Lucho sólo se defendía. Decía que un hombre jamás debía levantarle la mano a una mujer".
El castigo mutuo era tal, que los colegas le tiraban tallas. "Cuando llegaba le preguntábamos: ¿Quién ganó anoche? Lucho decía 'otra vez perdí'", recuerda su amigo Celso.
La historia inició su trágico final en enero pasado, cuando Luis la atacó con un cuchillo. El tribunal le prohibió acercarse a menos de 100 metros de su ex, pero ella le iba a pedir plata todos los días.
EPÍLOGO
Lo que terminó por hundir a Luis fue saber que la madre de sus hijos tenía nueva pareja. El "otro" era uno de sus mejores amigos y concuñado, un electricista apodado "Sam".
"No entiendo cómo me hizo esto. Comía de mi plato, lo acepté en mi casa y así me paga. A ese huevón lo voy a matar", repetía.
Para peor, Ana Rosa paseaba con su novio por el matadero, frente a Luis y sus amigos.
"Desde ese día lloraba solo, estaba desconcentrado en la pega y tomaba mucho. Un día se cortó un dedo por pajarear", recuerda un colega.
Luis terminó viviendo en casa de una hija, en Colina, y sus últimos días de libertad los pasó en casa de su patrón y amigo, Luis Tobar. "El viernes 13 tomamos unas copas. Al otro día le di las llaves del negocio y me pidió permiso para ir al tribunal a firmar. Se puso camisa y salió a las 9 de la mañana", recuerda.
Pero Salgado no firmó. La mañana del sábado 14, Día de los Enamorados, locatarios de Frankin lo vieron servirse unos tragos en "El Rinconcito". Luego compró el cuchillo y fue a casa de su ex. El resto de la tragedia ya se sabe.
"Ella estaba con su amante ahí. Fue venganza. Me arrepiento y pido perdón", dijo a la salida de la comisaría.
Salgado pasará 90 días en prisión preventiva y arriesga un mínimo de 15 años de cárcel.
VECINA DÉBORAH SE HIZO CARGO DE LOS TRES HIJOS DE LA PAREJA Y LOS LLEVA A LA IGLESIA
"Yo siento que Dios sacrificó a Ana Rosa para darles vida a sus hijos". Déborah Araya vive a menos de una cuadra del lugar del crimen. Madre de dos lolos, colabora en la Fundación "Luz de Esperanza", que ayuda a niños en riesgo social, y es integrante de la Congregación Evangélica Pentecostal.
Como mujer de fe, siente compasión por el carnicero. Lo conoció cuando un niño de 8 años le llegó a avisar que su papá estaba ebrio. "Estoy alcohólico, necesito rehabilitación. Tuve tanto... Soy malagradecido", decía Luis sentado en la cuneta.
Hace dos meses, Déborah también habló con Ana Rosa y le aconsejó que dejara al matarife para evitar las agresiones. A fines de enero Luis la había atacado y la dejó con cortes en una mano y una pierna.
Ella le hizo caso, porque sabía que podía pasar lo peor, y se fue con "Sam", su nueva pareja.
"El día del crimen llegué de la playa con el segundo hijo de Ana Rosa. Ella pasó en la mañana y me dijo que estaba preocupada, porque había visto a su conviviente rondando", contó Déborah.
El hombre se escondió entre unos matorrales cercanos a la pieza que arrendaba la mujer y cuando el reloj marcaba las 4 de la tarde salió a su encuentro.
Según un testigo que pasó por el lugar, Ana Rosa gritaba: "¡Ándate, ándate! ¡No te quiero ver más!".
ESCENA BRUTAL
Luis sacó entonces el cuchillo de 30 centímetros. Lo enterró con fuerza, lo removió en el interior y levantó a la víctima. Luego lo sacó y arrancó.
Los gritos alertaron a los vecinos y al segundo hijo de la pareja, de 8 años, quienes quedaron paralogizados con la escena. La mujer agonizó 12 horas en el Hospital Barros Luco.
Al día siguiente, Déborah llevó a los tres hijos de Ana Rosa a la piscina. Nadie les quería contar el trágico final de su mamá. Una sicóloga del Sename fue la encargada de la dura tarea. "Yo quiero a mi mamá acá, no la quiero en el cielo", gritaba uno de los niños.
Tras la negación vino la calma, pero también el problema por la tuición de los menores, que quedaron desamparados. Ningún pariente estaba en condiciones de asumir la responsabilidad de cuidarlos.
Así fue que Déborah acudió al tribunal y pidió la custodia perentoria, mientras dure la investigación. Ahora los menores pasan con ella en la casa y la iglesia.
Los niños llegaron a su hogar con la ropa puesta y donde antes comían tres ahora deben hacerlo seis. Por eso la vecina abrió la cuenta del BancoEstado No 429937 y recibe cualquier ayuda en ropa o comida en los teléfonos 544-2669 y 7-477-2913.
Claudio Sanz S.