Dos días antes de la erupción del volcán hubo un enjambre sísmico, casi 60 temblores anunciaban la catástrofe. La madrugada del 2 de mayo de 2008, Chaitén se cubrió de cenizas. En menos de 24 horas, 4 mil habitantes fueron evacuados y reubicados en Puerto Montt y Chiloé.
Pero no sería el único evento. Diez días después se desbordó el río Blanco, el que no sólo dividió al pueblo en dos, sino que, además, arrasó con el sector sur de la ciudad.
"No queríamos dejar nuestras cosas, pero sabíamos que era peligroso. Nos fuimos justo antes de que el río se llevara nuestra casa", cuenta Marioly Rosas, vecina de la parte sur.
Construcción fallida
Pablo Allard, decano de la Facultad de Arquitectura de la U. del Desarrollo, lideró el equipo interdisciplinario que analizó si reconstruir o relocalizar la ciudad. Entre el 2008 y 2009, Allard fue director del Observatorio de Ciudades de la U. Católica, desde donde comenzó el estudio: "Evaluamos lo que era más recomendable para las personas y para el país, no sólo desde el riesgo volcánico, sino que también pensando en el futuro desarrollo de la comunidad".
Se estudiaron cinco lugares para la relocalización. "Debido a la actividad y al peligro volcánico que aún amenazaba al sector, decidimos que el nuevo Chaitén debía construirse en Santa Bárbara. En 2010, la ex Presidenta Bachelet anunciaría el plan el 28 de febrero, pero un día antes el terremoto sacudió al país y se convirtió en la primera prioridad", explica el decano.
Pablo Barría, ex encargado de Relaciones Públicas y Emergencias del municipio, señala que durante el primer gobierno de Sebastián Piñera tampoco se consideró la reconstrucción. "Las personas no querían irse, muchos volvieron. Chaitén nunca vio un peso para pararse. Se realizaron arreglos en calles y se construyó el aeródromo, pero eso fue con fondos del MOP", comenta.
Para algunos habitantes era inviable reubicar Chaitén en Santa Bárbara, a 10 km de distancia. "Nosotros nunca aceptamos esa idea", explica Marioly Rosas.
También vecino, el locutor radial Bernardo Riquelme, explica que "no importaba si te ofrecían vivir en grandes ciudades, la gente se quedó por el apego a nuestro territorio".
Para el intendente de la Región de Los Lagos, Harry Jürgensen (RN), "lo de Santa Bárbara fue una mala idea del primer mandato de Michelle Bachelet, que había extendido un certificado de defunción a Chaitén, pero hoy Chaitén vive y tenemos que impulsar su desarrollo en función a su ubicación estratégica y potencial turístico".
El intendente agrega que "se ha hecho muy poco por reactivar la economía de Chaitén. Por otra parte, es importante que se determine la habitabilidad del sector sur, aún no se hacen estudios respecto a qué zonas son inundables".
En 2011, Sebastián Piñera oficializó la refundación de la ciudad en su casco norte, dejando atrás la decisión de instalar un nuevo enclave en Santa Bárbara. "Ahí se empezaron a reponer los servicios básicos, como el agua y la luz, comenzó a funcionar el colegio, entre otras cosas. Volvió la Gobernación y la Municipalidad a trabajar aquí", recuerda la alcaldesa Clara Lazcano.
Después de ese proceso, que el primer gobierno de Piñera denominó "Solución Chaitén Norte", se volvió a estancar la reconstrucción, "en estos últimos cuatro años se construyó un enrocado, un jardín infantil, una plaza y ocho viviendas", asegura la alcaldesa.
La ciudad está de pie
En una década, más de 5 mil habitantes -2 mil menos que antes de la erupción- han vuelto. "Fueron tres años en los que vivimos en la oscuridad, sin luz ni agua. Extraíamos agua de un arroyo, fueron inviernos duros, pero nos levantamos de a poco", comenta Riquelme.
Marioly Rosas explica que aún faltan muchas cosas por mejorar. "Hemos avanzado, pero seguimos sin acceso a servicios tan importantes como un hospital, hay un consultorio, pero ante una emergencia tenemos que ir a Puerto Montt". Un trayecto que por tierra se hace en 8 horas.
Para la alcaldesa, Chaitén necesita que se tomen decisiones. "Tenemos una capital que no se recupera totalmente, una capital que vive con dos sectores: El norte y el sur, el que aún no está declarado como habitable (...). Chaitén necesita una reactivación económica, aún no logramos tener una actividad económica que tenía como capital provincial antes del volcán y ya han pasado 10 años".
Una década después de la erupción, el volcán tiene alerta verde. Álvaro Amigo, jefe de la Red Nacional de Vigilancia Volcánica, de Serneagomin, explica que "la erupción significó un punto de inflexión para el trabajo de emergencias". Tras ésta, el Estado inyectó recursos para avanzar en la creación de la Red Nacional de Vigilancia Volcánica, dependiente de Sernageomin, que monitorea 45 volcanes a los largo del territorio.