Una marraqueta tostada con un trocito de mantequilla derretido es algo que a los 33 mineros les habría encantado comer durante el tiempo que estuvieron atrapados bajo tierra.
Pero en las entrañas de la tierra, durante 70 días, ni ganar el Loto les habría servido a los héroes de Atacama para cumplir ese deseo.
El régimen alimenticio era tan estricto que la comida, enviada en palomas de nueve centímetros cada una, bajaba sólo cuatro veces: Al desayuno, almuerzo, once y comida.
A cargo de esta titánica tarea estuvo el chef Edmundo Ramírez (25), quien trabaja en la empresa Aramark y que se hizo cargo de la alimentación en Copiapó desde el 6 de septiembre.
"Mi jefe, Pablo Maestri, me dio la noticia y me dijo: hay que subirse a un avión y no preguntes más, hay que ayudar", afirmó.
Ya instalado en la mina San José, su trabajo comenzaba a las siete de la mañana, con el desayuno, y terminaba a las ocho de la noche, al darles la cena. Entre cada alimentación, Edmundo se zampaba algo para calmar la tripa.
"La verdad uno no tenía ni hambre, ya que la labor que hacíamos era muy importante. Lo único que me preocupaba era que la comida llegara bien a los mineros", aseguró el padre de dos peques.
Según nos confesó Edmundo, uno de los regalones era José Ojeda, ya que por ser diabético "tenía un chef especial, así que lo tratamos de lujo".
Pero el resto de los mineros también tuvo sus cariñitos, ya que les celebraron cuatro cumpleaños al interior del yacimiento.
"Les hicimos unos pastelitos chicos para que festejaran y también empanadas para el 18, todo picado eso sí", afirmó.
Todo tenía que ser cortado, ya que las palomas eran muy pequeñas para meter algo más contundente.
"Imagínate que el pan tenía que ser especial, porque no cabía ni una hallulla o marraqueta", soltó el cocinero.
Junto a otras 11 personas, todos especialistas en procesos de alimentación en frío, laburó a 50 kilómetros para llevarles el alimento a la mina, según nos explicó Edmundo.
"Lo guardábamos en refrigeradores y lo volvíamos a calentar cuando ya era la hora de la comida, así llegaba caliente abajo", soltó el chef.
A pura comida casera, como arroz con carne, sin hueso, o verduras, los titanes hicieron dieta para estar como una lechuga al momento de salir.
Agotado de tanta pega, reconoce que hubo un momento donde toda su estadía en la mina tuvo sentido: La primera comunicación con los titanes.
"Nos emocionó mucho una carta que nos mandaron luego de la primera comida. Nos decían que estaba todo muy rico y calentito. Fue el mejor pago que pude tener durante todo el tiempo que estuve allá", relató.
RECIBIERON A TITANTES CON TONTO ASADO
Pablo Maestri, gerente de operaciones en minería, trabaja en Aramark, pero nunca había tenido una experiencia tan extrema como la vivida en Copiapó.
"Es algo que te marca, pero lo agradezco, porque estuvimos en un momento importante para el país".
Su cercanía con los mineros era tanta que cuando salieron de la mina lo fueron a saludar. "Se levantaban de las camillas, porque nos reconocían", afirmó.
La empresa había prometido un asado a su salida y cumplieron: "Llegaron todos y no quedó ni comida".