Chef libanés pasó de atender a la realeza a la pípol de Franklin

En El Líbano era un chef. Y de los buenos, atendiendo a gente del rey, personas "importantes". Su vida transcurría tranquila, sin grandes problemas, pero había algo que agitaba el corazón de Samir Assaad Mercel: su espíritu aventurero…

Sólo así puede entender que este maestro cocinero mirara a unos 13 mil kilómetros para iniciar la gran aventura de su vida: venirse a vivir a Chile y comenzar una historia que ya lleva 16 años y que promete proyectarse en el tiempo. Y eso que pensaba quedarse apenas tres meses…

"Siempre me encantó conocer otra gente, otras culturas. Y me ofrecieron un trabajo en el último rincón del mundo. Y acepté", parte diciendo Samir, hoy de 52 años, es uno de los titanes destacados de la campaña "Gracias por estar" con que la Mutual CChC busca homenajear a los trabajadores en sus 50 años.

-Y a qué lugar de Santiago, una ciudad tan desconocida para usted, lo llevó este ofrecimiento.

-A Recoleta, donde trabajé en un restorán. Eso fue durante un tiempo, porque después busqué otros horizontes.

-Rudo venir de El Líbano y adaptarse en lugares donde se habla tan en "chileno"…

-Jajaja sí, pero empecé a aprender, con mucha ayuda de la gente de acá, que siempre me dio mucho apoyo.

-¿Y alguna mención para esa persona especial que tanto lo ayudó?

-Bueno, Marisol, mi señora, con quien llevo 15 años juntos.

-Cuente pues, póngase romántico…

-Es que unos amigos nos presentaron y ella trabajaba en una tienda de abarrotes. Al principio fue difícil comunicarme con ella, pero después todo fluyó bien.

-Ya con pareja al lado, ¿cuándo se decidió a emprender?

-Al poco tiempo. Bueno, después de venir hartas veces a Franklin, arrendamos un local y hace siete años nació "El Libanés", mi restorán.

-Mucha gente habla muy bien de su local. Aparte de que le tiran la pérgola por lo rico que cocina, destacan otras cosas… ¿Se imagina cuáles son?

-De corazón, acá atendemos con cariño. Siempre he dicho que prefiero ganar gente, no plata. Con amor, haciendo las cosas bien, se gana el afecto. Hacemos la comida con el alma.

-¿Perfeccionista también?

-Hacemos las cosas bien. Mantenemos una línea de productos, y que nunca cambié. Traigo condimentos de mi país y compro productos en La Vega. Y los secretos de la cocina sólo los comparto con Marisol.

El perfeccionista Samir nos tiene que dejar. Le carga dejar esperando gente, los que llegan y llegan a su local en Franklin. Hay que cocinar, con amor, con el alma… Y eso lo agradecen sus fieles comensales.

El negocio familiar se estira

Tan bien le va a Samir, que no le quedó otra que crecer. Por eso mismo está armando un nuevo local, bien cerca del actual.

"Es que cada vez llega más gente y es bueno que sean atendidos como corresponde", cuenta este libanés, quien cuando viaja a su país de origen lo hace con el pasaporte chileno, como corresponde.

Trabaja junto a otras cinco personas y confía en su esposa el trabajo en la cocina. Es que ella es su brazo derecho, aunque también es capa a la hora de hacer la comida chilena. Samir la aplaude.

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