Chicha bacán no deja caña ni causa retorcijones

Atrás quedaron los tiempos en los que la chicha era un brebaje sólo pa' los curagüillas jugosos del Parque O'Higgins. Ahora, su fama de trago cañero y bueno pa' acelerar la fuga al guáter, se está cayendo a pedazos.

La cooperativa Loncomilla de San Javier, en la Región del Maule, se encargó de borrarle el estigma a este elíxir de los dioses, y elaboró una chicha embotellada premium, con una etiqueta súper pintosa y que hoy se puede servir en la mesa al igual que una champaña o un vino reserva, posom.

"Rompimos ese mito de que la chicha se tomaba en el bar de la esquina. Hoy la pueden beber las clases alta, media y baja. Hace dos años era imposible que alguien te regalara una chicha. Dimos vuelta ese concepto, partiendo por la etiqueta", descaseteó Patricio Toledo, encargado del área comercial de la cooperativa Loncomilla.

- ¿Y cuál es el secreto que promete acabar con la caña y los dolores de guata?

- Nosotros hacemos una chicha cocida y limpia. Los otros productores paran la fermentación para que quede el dulzor, pero acá no pasamos por ese proceso.

Al excelente sabor se agrega lo dulce del precio, 2 lucas, claro que lo charcha es que hay que ir a buscarla al sector Buenaventura de Quilicura, en el outlet de la empresa Andes Wines, en San Ignacio 500.

Loncomilla es la última cooperativa vitivinícola que queda en Chilito y sus 100 asociados son pequeños productores del Maule.

"Ellos donan sus uvas a una bodega común, con capacidad para 25 millones de kilos, para luego convertirlas en vino. Obviamente, los retornos se distribuyen de forma proporcional entre el centenar de afiliados", contó el Pato.

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