Chile se está poniendo viejo

Sigilosamente, nos ubicamos entre los 4 países más veteranos de América.

Cada vez crece el número de personas que traspasa la barrera de los 60 años. Y sigilosamente, nos ubicamos entre los 4 países más veteranos de América, junto a Cuba, Uruguay y Argentina.

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas somos 17. 373. 831 compatriotas y se estima que más del 15 % de ellos habita la atmósfera de la tercera edad. Más allá de los fríos números, se esconde una realidad social que tiene que ver más con el frío, el abandono y la soledad que con otras necesidades.

Es de imperiosa urgencia entonces preguntarnos, ¿cómo ayudar a la temida jubilación? En mis múltiples recorridos como periodista y animadora, por distintos lugares de nuesto país, desde rincones más pudientes hasta zonas más postergadas y sacrificadas - llámase cordones periféricos e incluso campamentos-, el temor principal de ponerse viejo es la soledad y el abandono, sin desconocer también el tener un techo para vivir y cómo y con qué alimentarse.

Es aquí donde debe relucir nuestro espíritu de amor incuestionable. Hemos demostrado al mundo en reiteradas ocasiones que somos los campeones mundiales de la solidaridad. Ante los desastres naturales nos unimos y vamos en auxilio del caído.

Ni los aguaceros ahogan las iniciativas generosas ni los fuegos incontrolables queman nuestra ayuda. Sin embargo, los jubilados siguen cargando su propia cruz, cada día más pesada, y con más llagas a cuesta. Muchos de ellos viven su propia tormenta. Su vida es un siniestro terremoto… Y nosotros, seguimos inertes.

¿Cómo aliviríamos su camino con el solo hecho de ofrecerles una breve compañía para simplemente escucharlos? Y no lo hacemos. Y nos justificamos.

El otro día leí por ahí que "en este mundo nadie está demasiado ocupado; todo es cuestión de prioridades". Es verdad. Para ayudar, la falta de tiempo, no debiera ocupar espacio para elaborar el argumento. Quisiera hacer hincapié, además, en que los ancianos, tienen algo que nosotros no poseemos: la experiencia. Y es mucho lo que podemos aprender.

Los mayores hacen -generalmente- bien su trabajo. En muchos casos los han capacitado. Se esfuerzan porque no los despidan. Conocen el funcionamiento. Sin embargo, la misma sociedad se esfuerza por motivar a los más jóvenes. Los prefieren por sobre el capital humano de los trabajadores mayores. No se trata de eternizar a las personas en sus puestos ni de prohibir a los jóvenes su lógico ingreso a las ligas mayores. La jubilación es un paso que todos vamos a dar, tarde o temprano. El asunto es cómo prepararse.

Primero que todo hay que concientizar y dejar de pensar que la jubilación y la vejez se relacionan exclusivamente con dinero. La plata ayuda mucho, pero no lo es todo. Antes de que llegue la hora hay que empezar a pensar en la salida de lo laboral. ¿Qué queremos hacer cuando dejemos de trabajar?, ¿cómo me quiero relacionar con mi familia?, ¿cómo sigo conquistando a mi pareja?, ¿cómo me veo en la última etapa de este camino? Inquietudes que debieran surgir antes del adiós.

Nuestros padres y abuelos, sin importar su condición, no merecen mendigar un trozo de pan, una bolsa de té ni un poco de compañía ni menos una sonrisa. Ellos, también, son parte de Chile. Y, tal vez, la más importante.

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