Chileno enamorado deleita a los paladares cuates

Con el corazón lleno de amor y una mano de monja, el chef santiaguino Matías Vatel (26) se armó de valor y se instaló en México para deleitar los exigentes paladares cuates.

En 2009 el aventurero de Macul partió a hacer su práctica de Gastronomía Internacional a las tierras del Chapulín, sin contar con que Kukulcán le pegaría un romántico flechazo en pleno cucharón de chileno.

“Conocí a una mexicana, que se llama Krizia, y me enamoré de ella. Nunca perdimos el contacto, las cosas se dieron solas y ahora vivo con ella”, relató sonriente el chavo, con miles de maripositas en la guata.

Como su estadía académica culminó en 2010, y Matías quedó cautivado con el acento de su Chilindrina, el joven hinchó e hinchó desde Chile para que le saltara la liebre en el país del norte.

Hasta que un día el destino llamó a su correo. “Me fue muy bien en la práctica, hice muy buenos contactos laborales y finalmente me enviaron la oferta vía internet”, recordó orgulloso.

Con todo el papeleo listo, en febrero de 2011 el chef armó sus maletas y se las emplumó sartén en mano a los brazos de su chula. Como fue patiperro desde chico sus taitas no le dieron ningún jugo.

“Mis papás se pusieron tristes, se pusieron a llorar, pero igual me dieron el apoyo y me desearon mucha suerte. No me  trataron de convencer, todo lo contrario, me respaldaron. Siempre cuento con ellos, conmigo han sido un 7”, confesó con una lágrima en la garganta.

En su hogar de la Villa Macul, Matías dejó a sus papitos, sus dos hermanos y a un sobrino. Además, les dijo chao a su perro “Timy” y a sus gatos “Plomita” y “Alerce”, a quienes en realidad no echa tanto de menos. “Es que soy alérgico”, explicó.

Actualmente el cocinero viajero vive en Villa La Toscana, en Playa del Carmen, y es el encargado de la cena en el pirulo restorán “Festival”, en el exclusivo hotel cinco estrellas “Blue Bay”, en la Riviera Maya.

“El Festival es un bufet que rinde para 1.200 personas aproximadamente. Se basa en un menú diario, con 22 preparaciones, donde todos los días es distinto”, se quebró el artista, quien prepara exquisiteces mucho más ricas que el pan con chancho.

“No hay muchas diferencias entre los chilenos y los mexicanos, incluso tienen las mismas mañas. Somos similares para comer, para marcar diferencias, incluso hasta en la discriminación. Existe el mismo tipo de educación, el mismo tipo de trato”, observó con voz de charro.

“Los modismos ya me los entienden, cuando digo cachái, poh, ya saben de lo que estoy hablando. Cuando me imitan siempre dicen ¡si poh, hueón!. Hasta mi jefe me columpia y me dice ¿Cómo estái poh, hueón?” indicó Vatel.

Como nació chicharra, y pese a que vive en una zona paradisíaca, al inquieto de Matías ya le están picando las alitas para echarse a volar otra vez.

“La gente se traba por el sueldo, el puesto, pero moverse es parte de la aventura”, reflexionó el caperuzo, quien ya piensa en irse a probar suerte a Medio Oriente.

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