Chileno patiperro vende moáis con cara de chicha fresca a los polacos exóticos

Gracias a un chileno patiperro, hoy cualquier polaco nacido en la cuna del desaparecido Juan Pablo II puede enterrar en su jardín o instalar en el living, bajo un foco halógeno, un moái idéntico a los de Rapa Nui, con sombrero rojo y los ojos desorbitados, como si lo estuvieran estrangulando.

El aporte a la globalización de los clones de estas hieráticas estatuas de piedra es obra de Claudio Basáez Gutiérrez (39), que vive en Tarnowskie Góry y para quien su nueva vida se inició el 23 de junio de 2003, cuando decidió abandonar Chile en busca de aventuras.

En Santiago, Basáez se ganaba su colación de jurel tipo salmón en cama de lechuga, media marraqueta y un jugo en sobre como jefe de sección de una multitienda. Finalmente se aburrió de colgar corbatas, recoger pelotas, funar mecheras y recibir reclamos de los clientes porque los refrigeradores armados en Bombay se calentaban y las planchas chinas se fundían al estirar la quinta camisa.

"Chachareando con mi tía Ana Muñoz, en San Bernardo, me propuso probar suerte en Inglaterra, donde tenía familia. Me decidí en un par de semanas y antes de que terminara el mes ya estaba en Londres, allegado con los Muñoz, paseando frente al Palacio de Buckingham y echando la corta en el Támesis", recuerda el moái-maker.

Su primera pega entre los british fue repartir diarios y revistas casa a casa, de las 10 de la mañana a las 5 de la tarde. "Quedaba más cansado que maratonista. Dejaba las suelas en la calle. Me caminaba Londres de arriba abajo", rememora.

BUENA VIBRA

En tres meses lo ascendieron a supervisor. Un puesto de pachá, ya que sólo debía lorear que el perraje cumpliera la pega de infestar los antejardines con folletos y otras menudencias publicitarias. "Pasé dos años en el cargo y durante ese tiempo mi polola polaca, Agnieszka, quedó embarazada. Ahí decidimos ir a su país y nació mi hijo, Claudio Basáez junior", relata el compatriota.

- ¿De dónde sacaste la idea de fabricar moáis?

- Un día tirábamos lienza por las calles con un amigo y descubrimos un bar llamado "Chile". Entramos. Lo único chileno era un pisco envasado en una botella con forma de moái. Nos chupamos hasta el corcho y nos llevamos el envase. Ahí nació la inspiración.

Puede que haya sido cosa suya o que Hotu Matúa haya depositado la idea en su mate, pero Basáez confiesa que se puso a tallar moáis como loco.

Cuenta que las efigies pascuenses tienen gran aceptación porque a los polacos les mata la Isla de Pascua: "Pagan hasta 500 lucas por estatua".

Sobre la factura de los artículos, se pone grave: "Los hacemos de yeso, madera y otros materiales, pero es un secreto industrial, que no puedo revelar ni a La Cuarta".

TAMBIÉN APERRA COMO PROFE DE ESPAÑOL

Claudio jura que el taller donde fabrica los moáis es sólo un hobby, ya que su verdadera vocación es la docencia. Sus ingresos provienen mayoritariamente de sus clases de español.

Las primeras lecciones las impartió en la ciudad de Zewiec, pero como la pega le quedaba a dos horas en tren optó por tirar currículos en Tarnowskie Góry, su residencia.

Aunque apenas habla polaco, enseña nuestro idioma materno en dos escuelas. Sus alumnos son preferentemente nativos ansiosos de emigrar a España en busca de mejores horizontes para sus polacas vidas. "Les hago clases a 10 grupos. Cuando alguna palabra se me va en collera, me las arreglo con dibujos, un poco de inglés o señas y mariguanzas", confiesa.

Algunos de mis alumnos ya se manejan en Madrid o aquí en Polonia, donde varias empresas necesitan personal hispanoparlante", sostiene el académico de la lengua.

- ¿Cómo se vive por esos lados?

- Obvio que son diferentes a nosotros. Aquí lo que se chupa es el vodka. Y el almuerzo de cazuela con ensalada chilena jamás se ve. El plato más popular es la rolada, una especie de arrollado de carne.

Por estos días Claudio está de cabeza en otro proyecto que, por supuesto, tiene que ver con el Ombligo del Mundo. Junto con su yunta está empecinado en fundar un centro cultural pascuense para promocionar nuestro país a través de la ínsula. Para los polacos, Pascua es una tierra casi inalcanzable, rara mezcla de Hawaii, paraíso exótico sacado del National Geographic, y película de Indiana Jones.

Como sabe que no puede esperar nada de la embajada ni del gobierno, quiere sacarlo adelante como corresponde: A puro ñeque.

Manuel Vega O.

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