Una vez el guatemalteco Ricardo Arjona le cantó a las féminas que "tu reputación son las primeras seis letras de esa palabra". Un gentleman, ¿no? Pues haciendo la analogía, lo que menos tiene Gilberto son las primeras tres letras de su nombre. Si no cachó, ahora le quedará todo más claro.
Resulta que Gilberto Gacitúa es uno más de los chilenos que se vino a Brasil a vivir la experiencia mundialera. La gracia de este gallo es que no se endeudó, no ahorró, no le pidió permiso al jefe ni hizo méritos frente a la patrona... ¿Que cómo le hizo? Ah bueee, ahí está la gracia.
Vecino de Independencia, se contagió con la fiebre garotiña y decidió irse al viaje. ¿Planificar? No es de muchos amigos, plata no tiene y le dan alergia las tarjetas de crédito. Ante eso, mejor virar solo. Así, el 27 de diciembre del año pasado armó un bolso y, desde la salida de su casa, sacó el pulgar derecho y lo estiró. El viaje lo haría a dedo.
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El Año Nuevo lo pilló en plena travesía, llegó al norte de Chilito y siguió hasta Bolivia. "De ahí me fui por el Chaco, Argentina, y hasta crucé en bote", dice Gilberto, mientras agita la bandera aquí en el club social del barrio de Venda Nova.
Al gratín
La gracia es que el hombre no ha gastado ni un pesito. O sea, a pura bolsa. Y ya no sabe cuántas veces le ha contado su vida a los camioneros que se apiadaron de él mientras estiraba la manita en alguna carretera para intentar llegar a su destino.
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Y como no tiene un real, y ni hablar de dólares o euros, Gilberto dice que duerme en la calle, aunque tiene un amigo que lo podría salvar por ahí, en algún rincón de una casa.
"Estoy de ilegal. Me quiero quedar al menos un año acá en Belo. Así es que ando buscando una pega", nos cuenta, a la vez que vuelve a sacudir la bandera, la misma que algunas veces le ha servido de improvisado chaleco. Pa' llorar, poh. ¡Snif!
Al igual que muchos otros orates criollos, se pegó el pique sin tener ni una entrada para ver a Chile. La diferencia es que no hará el más mínimo esfuerzo en tratar de comprar una a los revendedores. Se conforma con estar ahí, diciendo presente y alentando de afuerita, nomás.
"A Cuiabá no voy a ir. Es muy lejos. Sí iré a Sao Paulo y Río de Janeiro, ahí vale la pena", aseguró el chileno aperrado, justo antes de irse del lugar, y adivine a qué: a hacer dedo, claro. ¡Si ya lleva seis meses en eso!