En nuestro país hay más de diez clubes que agrupan a los admiradores del vehículo económico y poco agraciado.
Hace justo 50 años, en el salón del automóvil de París, fue presentado la Citroen 2CV, o la Citroneta como fue conocida en Chile, de la cual entre ese año y 1990 se fabricaron 5.118.889 unidades en el mundo.
Pero la historia del vehículo es anterior. Se hicieron varios prototipos en la década del 30' hasta el inició de la II Guerra Mundial, cuando su gestación fue interrumpida porque las fábricas se usaron para hacer máquinas de guerra y luego Francia fue ocupada por los nazis.
La gracia del vehículo era su bajo costo, la resistencia de su un motor inicial de 375 cc, y un diseño pensado para trabajar el campo y tener una amortiguación tan buena como para transportar huevos sin peligro de que se rompieran en un camino rural.
Además, su particular forma motivó a un periodista que lo vio por primera vez a preguntar: ¿dónde está el abrelatas?
En Chile la historia del auto está ligada a la planta de vehículos que funcionó en Arica entre 1953 y 1979, en donde se fabricó la única versión del modelo en el mundo con una caja abierta trasera para llevar carga.
Esta derivó en el nombre de "Citroneta", debido al parecido con una camioneta.
También en el país, por injerencia del gobierno de la Unidad Popular, se fabricó una versión todo terreno muy poco estética para uso del Ejército, cuya carrocería fue completamente nacional y fue bautizada como Yagán, y de la cual sólo se hicieron 651 unidades.
Velocidad del paisaje
El ingeniero mecánico jubilado Fernando Cloude tiene ocho unidades en su casa en Ancud y conoce su historia. "Partió por una ley que se hizo para empezar a producirla en Chile, la parte delantera del vehículo venía completamente de Francia con el chasis, y acá se le fabricó la parte trasera a martillazos, combos y con unas prensas muy básicas de madera", contó.
Su fascinación por el modesto auto partió hace rato. "Fue el primer vehículo que vi cuando era niño. Recuerdo haber visto a mi padre llegar en una Citroneta 1958 nueva. Salíamos a todos lados en ella a la velocidad del paisaje, lenta, lenta, con la familia apretada atrás, pero lo recuerdo con alegría y nostalgia", se emocionó.
"Una de las ventajas de este vehículo es la parte mecánica, porque es muy simple, es un motor de dos cilindros pequeñito, carcaza de aluminio, es refrigerado por aire y el motor es extremadamente eficiente y firme. Pero, por el otro lado, no tiene velocidad, 50 km. por hora era vertiginoso y en una subida la gente te pasa caminando, pero puedes llegar a cualquier parte si la tienes bien mantenida", dijo.
Aventureros
Un par de chilenos demostró la fidelidad de las citronetas. Ricardo Nazar y Marcelo Lama salieron a recorrer el mundo en una en 1971, y en siete años pasaron por 40 países de América del Sur, del Norte, Europa y África.
En un libro que lanzarán a fin de mes, llamado "Aventuras de la Citroneta naranja", plasmaron la experiencia. Ricardo contó que cuando tenían 24 años "el viaje se originó espontáneamente, ambos teníamos ganas de conocer, él vendía productos avícolas y yo tenía un pequeño negocio textil".
"En esos momentos yo me compré una Citroneta, porque quería tener un vehículo y no tenía plata y compré una usada del 59'. Me costó 18 mil 500 escudos", contó.
El vehículo tenía más de 100 mil kilómetros y en la travesía, en donde pasaron varios meses trabajando para seguir el viaje, recorrieron otros 80 mil kilómetros.
Sobre el modelo, Ricardo dijo que "es una máquina excepcional, muy sencilla de reparar, es un vehículo enormemente fiel, cruzó la cordillera de los Andes con seis horas en primera o segunda y no se calentó nunca".
Luego de cinco años, los primos se separaron en Costa de Marfil y Ricardo siguió camino a Kenia, en donde le regaló la Citroneta a un amigo, ya que no pudo continuar a otros países por los violentos conflictos internos que había. Además, había conocido a una mujer con quien se casaría después.
"Partimos con 250 dólares necesarios para ir a EE.UU., pero nos dieron un cheque para cobrarlo en Nueva York y al final partimos con lo que teníamos: 50 dólares cada uno y 700 escudos en plata chilena, que eran como 20 dólares más", recordó.
- ¿Pasaron algún peligro?
- Cruzando Los Andes nos fuimos por un barranco para abajo, nos perdimos en el desierto de Atacama y caí preso en Uganda, porque había mucha efervescencia con el dictador Amin Dada: a blanco que pillaban lo metían para adentro. Yo andaba con un italiano que iba con un perro y un francés que viajaba con su hijo de 18 meses. A los tres días nos soltaron.