"Tenemos las cuatro estaciones en un mismo día", explica desde el fondo de una van José Mancilla, encargado de Sernatur en Chiloé. Afuera llueve como si un verdadero tornado azotara la Isla Grande, pero nadie guarda sus lentes de sol porque al subir las colinas ya se divisa una nueva zona bajo el dominio del astro rey.
Basta con pasar un par de horas en el archipiélago para entender las palabras de José y los vaivenes del tiempo. "En invierno se ven otro tipo de paisajes que no vas a encontrar en verano", datea con el ánimo de un lugareño que enseña las gracias de su hogar, luego de salir de un peludo período de crisis provocado por la "marea roja" y las consecuencias que dejó dentro y fuera del mar.
"Chiloé tiene paisajes, bellezas naturales y delincuencia casi no hay", agrega pegadito el guía Sergio Majul, quien bajo una gorra verde que le cubre la pelá, lleva las riendas del vehículo entre imágenes que mezclan tierra y agua una y otra vez.

Sus ojos demuestran que el panorama lo conquistó de chascón. "Trabajo hace 39 años en turismo y he visto todos los cambios de la isla", resume. Confiesa que los atados de mayo le confirmaron que el camino del turismo es el más seguro para la zona.
"Hay dos hitos importantes en la historia reciente de Chiloé. La llegada de las salmoneras y el fomento a las visitas", expone. Si hace 50 años la isla tenía todos sus huevos en el comercio local, ahora también los reparte entre la industria pesquera y la explotación turística de sus recursos naturales.
Es que lejos de hundir a los habitantes, la "marea roja" terminó por abrir el naipe de miles de personas que todavía no enganchaban con destacar las particularidades de una zona que bien podría haber sido el Edén.
Así lo entendieron los 35 integrantes del Sindicato Mar Adentro Río Chepu, quienes en medio de la zona de prohibición optaron por organizarse para crear recorridos que le mostraran a la barra el maravilloso contexto que acompaña sus jornadas.
Carlos Villarroel, presidente de la agrupación, le confidencia a La Cuarta que la misma realidad les abrió los ojos. "Nosotros que vivimos del mar vimos cómo nuestras entradas económicas disminuyeron en 100% desde que apareció la marea roja... hasta el día de hoy no podemos extraer nada".
Por lo mismo, el hombre reconoce que se adaptaron pa' darle un nuevo enfoque a su pega. "De ser recolectores y cazadores, hoy día somos cultivadores y criadores", dice, porque trabajan entre "áreas de manejo" (cultivo de mariscos) y recorridos por caminos que antes sólo ellos conocían.
"Nos dimos cuenta de que la gente quería este tipo de experiencias y nos preparamos para mostrarla bajo sol o lluvia", afirma. Incluso compraron motores ecológicos pa' no meter boche en sus avistamientos de aves, fauna, loberías y pinguineras. "En Chepu no está prohibido cazar, pero ahora nosotros y nuestros hijos nos encargamos de proteger el medio ambiente porque es nuestro ingreso y el atractivo del lugar", sentencia sobre el cambio de mentalidad que aportó la nueva forma de ver a la natura.
MAGIA LOCAL
Eduardo Gómez, director regional de Sernatur Los Lagos, está empeñado en proyectar desde las tradiciones hasta los cambios climáticos de Chiloé al resto del mundo. "Estamos quebrando al estacionalidad turística porque el turista no tiene que venir sólo en verano", destaca en medio de la "Fiesta del Reitimiento de Chancho de Queilén", realizada precisamente en plenas vacaciones de invierno.

Manuel Godoy, alcalde de la comuna de Queilén, suelta que "la idea fue rescatar una fiesta de invierno. Este año llegamos a la versión 16, con 3 días de fiesta, 60 cerdos y 6 mil kilos de carne".
Es que la idea es que el ambiente de prohibiciones quede atrás, tal como también sienten en Dalcahue, quizás una de las ciudades más conocidas de la isla gracias a su aparición en la teleserie "La Fiera". Mario Cárdenas, del local Carlita del mercado, cuenta que ya pasó lo peor y que "ya llevamos como dos meses vendiendo curanto (a 6 lucas) y pailas marinas (a 3 mil 500) por lo que se ha ido normalizado la venta".
Aunque no todas las ofertas tienen que ver con fiestas costumbristas y palafitos. La nueva visión incluye un uso casi exclusivo de materias primas de la zona. Un ejemplo es el hotel Parque Quilquico. "Hoy los turistas están buscando lugares alejados del ruido. Llegar a un escenario con una naturaleza viva que les permita respirar, observar cómo en un día puede cambiar el clima en varias oportunidades, tener arcoíris, sol, viento y lluvia desde el calor de una habitación con todas las comodidades, menos televisión", detalla Arturo Pérez, gerente del lugar, que entre otras gracias cuenta con su propio bosque nativo y tinajas de agua que se mantienen a 40 grados por una caldera sustentable "que no quema el bosque ni contamina".
Otro buen dato está en Cucao, donde además del Parque Nacional Chiloé, los habitantes están comprometidos con el "turismo todo el año". Patricio Alvarado, de Palafito Trip, cuenta que "hasta hace algunos años la estacionalidad era súper marcada. Llegaba julio y no andaba nadie, pero cada vez está llegando más gente en invierno". Con cabalgatas a 20 mil y kayak o bicicleta a 5 mil la hora, el pueblo ofrece desde piezas compartidas pa' los cabros en 13 lucas, hasta habitaciones en 40 mil.
ALCALDE DE CHONCHI PATALEÓ POR AUTOS
Uno de los más entusiasmados con el auge del turismo es Pedro Andrade, alcalde de Chonchi, quien quiere que "el visitante se quede y no venga sólo por un par de horas".
Aunque cuenta que igual le complica ver tanto autos. "Chonchi fue pensado para 50 o 70 años, no para 100 o 200, tiene calles angostas", explica, al tiempo que patalea porque la gente no respeta las señales de No Estacionar que procuran destacar las fachadas de las iglesias. "Ponemos señalética pero en la práctica nadie la respeta", dice sobre esta foto tomada a la Iglesia San Carlos Borromeo, declarada patrimonio de la humanidad. Como dato, el alcalde contó que la pura pegar de sacar los cables eléctricos para despejar la vista cuesta 70 palitos... que nadie quiere poner.
