Abel Sandoval no se perdía partido de Universidad de Chile. Iba todos los domingos a la cancha y hasta dormía y se jabonaba con la camiseta puesta.
Pero desde ayer se le acabó la cueca, ya que tuvo que partir como voluntario a hacer el Servicio Militar a Copiapó.
"Me voy tranquilo, con mi camiseta puesta y una radio. ¡Aguante, Cerro Navia!", dijo el hincha de la "U", mientras se despedía de sus padres y subía al bus que lo llevó a la Tercera Región.
El cabro fue uno de los 14 mil jóvenes que desde ayer se acuartelaron en bases militares de todo el país para transformarse en soldados conscriptos del Ejército de Chile.
En la capital fueron 545 muchachos y 148 chiquillas las que fueron despedidos por sus familias y el ministro de Defensa, Francisco Vidal, quien fue recibido por un concierto de pifias.
Entre las jóvenes que se embarcaron, Suyín Hurtado dijo que se enroló como voluntaria "porque quiero seguir una carrera militar. Mi papá hizo el Servicio y me gustó su experiencia. Lo que más siento es que dejo a mi familia y mis amigas de Peñalolén".
El nuevo soldado conscripto Pablo Tapia dijo que asumió el desafío militar para continuar sus estudios, ya que llegó sólo hasta tercero medio, y alejarse de las malas juntas, pero sobre todo para cumplir un sueño frustrado de su papi Raimundo.
"Resulta que yo siempre quise ser soldado, me inscribí y me tenía que presentar un lunes, pero el sábado me llevaron preso por robo y soné. Ojalá que a mi hijo le vaya bien y pueda seguir sus estudios. Tengo pena y emoción, pero sé que le va a ir bien", dijo el compadre.