El gigantesco huevo, de casi 30 centímetros, es el segundo de mayor tamaño del que se tenga registro en la historia
El descubrimiento del huevo más grande de la era de los dinosaurios fue hallado por científicos de la Universidad de Chile y del Museo Nacional de Historia Natural -entidad dependiente del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio- durante una expedición a la Antártica en el 2011, fue resuelto por científicos de ambas instituciones y de la Universidad de Texas en Austin.
La investigación, destacada por la revista Nature, determinó que el inusual cuerpo se trataría de nada más y nada menos que el mayor huevo de la era de los dinosaurios del que se tenga registro, y el segundo más grande en la historia, después del huevo del "ave elefante", un ave extinta -similar a un avestruz- que habitó Madagascar hasta el siglo XVIII.
Microscopía electrónica de barrido, espectroscopía de rayos x y difracción, espectrometría y tomografías fueron parte del análisis que permitió al equipo de científicos concluir que se trataría además de un particular huevo de cáscara blanda, parecido a los que colocan lepidosaurios como lagartos, serpientes y tuátaras en la actualidad.
El Antarcticoolithus bradyi
Es el huevo de cáscara blanda más grande que se conozca a la fecha. Su masa estimada estaría cerca de los 6,5 kilos, y tendría unos 29 centímetros en su eje mayor y 20 en el menor. El aspecto de pelota de goma desinflada fue clave para plantear que se trataba de un huevo blando eclosionado, pero los estudios posteriores precisaron además que presenta una corteza calcárea externa 10 veces más delgada que la que tendría un huevo de cáscara dura de este tamaño (como los de aves y cocodrilos) y una membrana testácea proteica interna de gran grosor, características que le dan la apariencia de cáscara blanda a este tipo de huevos.
Hasta hoy se conoce sólo un registro de huevo fosilizado de este tipo en China. "Gracias a este hallazgo ahora sabemos que existen huevos de cáscara blanda de este tamaño. La masa límite de estos es de 700 gramos, entonces viene a romper el esquema con sus 6.5 kilos, comparables a la masa del gran huevo del "ave elefante" de Madagascar y a los mayores huevos de los dinosaurios no aviares. Con este dato podemos comprender un poco más sobre la forma de reproducción de los grandes reptiles marinos de la era mesozoica", destaca David Rubilar, Jefe del Área de Paleontología del Museo Nacional de Historia Natural, que participó en este trabajo.
El fósil, nombrado Antarcticoolithus bradyi, que significa "huevo de piedra antártico tardío", es algo inédito también porque la regla general en el caso de los fósiles "es que se preserven sólo aquellos de cáscara dura, mientras que los huevos de cáscara blanda, compuestos principalmente de una capa proteica, tienden a descomponerse con facilidad, y no quedar preservados como fósiles", agrega el investigador.
Huevo de reptil marino
El estudio, realizado junto a científicos de la Universidad de Texas en Austin, determinó que la especie que produjo este huevo correspondería a un reptil marino, muy probablemente a un mosasaurio, especie que vivió hace más de 66 millones de años en Europa Occidental, Norteamérica, Sudamérica y Antártica. "Los mosasaurios son lagartijas gigantes adaptadas al agua, directamente emparentados con lagartos monitores de lengua bífida, como el dragón de Komodo, y serpientes. Este es probablemente un huevo vestigial de uno de ellos, es decir, un huevo cuyo desarrollo transcurre en el útero, y que apenas sale de la madre, la cría emerge de él. Se considera una forma distinta de viviparismo en reptiles, de dar a luz crías vivas", plantea Alexander Vargas.
Los investigadores dataron este fósil en cerca de 66 millones de años, justo al final del período Cretácico, por lo que fue puesto muy cerca del momento de la extinción masiva que pone fin a la era de los dinosaurios. "Antártica era un sector muy similar a un archipiélago. La fauna de reptiles de marinos incluye -hasta donde sabemos- plesiosaurios, mosasaurios, tortugas marinas, y también se han encontrado abundantes restos de tiburones. A nivel continental, se ha hallado abundante flora, representada por troncos fósiles, como los Nothofagus, que son árboles como el ruil y el roble, muy parecidos a los que podemos encontrar hoy en la Región del Maule. Además, hay registros de una diversidad de dinosaurios saurópodos, terópodos y ornitópodos", describe Rodrigo Otero.
Historia de un inédito hallazgo
El descubrimiento de los científicos ocurrió el 2011, en el marco de la Expedición Científica Antártica que año a año realiza el Instituto Antártico Chileno (INACH). Ese año se desplegó la mayor campaña paleontológica de nuestro país en el Continente Blanco a la fecha, y gran parte del trabajo de los paleontólogos y geólogos que la integraban se concentró en la Isla Seymour, territorio insular ubicado al noreste de la Península Antártica, muy cerca de la gran isla James Ross.
"Esta isla genera un interés especial para la paleontología, no sólo porque a lo largo de toda su extensión es posible encontrar maravillosos y abundantes fósiles, sino también por el hecho de que ahí se encuentra uno de los pocos lugares en el planeta donde está bien identificado el límite K/Pg, que marca el fin de la era mesozoica, o de los dinosaurios, y el comienzo de la cenozoica, o era de los mamíferos, hace 66 millones de años", señala David Rubilar, quien encontró este huevo junto a Rodrigo Otero el marco del proyecto Anillo de Ciencia Antártica ACT-105 Conicyt-Chile, dirigido por la profesora de la Universidad de Chile, Teresa Torres.