Somos parte de una sociedad agitada y nerviosa. De aspecto enfurecida y trajín vertiginoso. Envuelta en el consumo sin pausas, naufraga en los mares del estrés. Y así, nos estamos apagando.
Qué lejos asoma esa emoción que se produce en un ser vivo cuando cree haber alcanzado la meta deseada, y que llamamos felicidad. Pero qué podemos hacer para convertirla en prioridad, sabiendo que el bienestar se conforma como un camino que nunca tiene final.
Según el sicólogo español, Ángel Rull, "la publicidad, el marketing, "coachs", los libros y hasta las tazas del café parecen recordarnos a diario que estamos aquí únicamente para ser felices. Un mensaje que no acabamos de interiorizar, pero que parece siempre impuesto. Nos genera una sensación de ambivalencia, donde sabemos que queremos estar cada día mejor, pero que no sabemos hacerlo y que el mundo parece tener la clave que a nosotros nos falta".
Nos movemos a diario por una falsa felicidad. Sentimos un tremendo vacío, pero luchamos a diario pensando que "algún día estaremos mejor". Pero, ¿qué es estar mejor?
La felicidad es una emoción que vamos construyendo con la experiencia, la educación, los esquemas mentales y las formas de relacionarnos con el mundo. A veces, erróneamente, la asociamos con el final de un proceso, como algo que debe ser alcanzado, cuando verdaderamente es un cúmulo de pequeñas y grandes cosas que nos ocurren y que empujamos para que pasen. A mi juicio, dentro de las necesidades, y carencias, la felicidad debe ser una prioridad.
Y para ello, tenemos que aprender a mirar el lado bueno de las cosas, apoyarnos exclusivamente en lo bueno, apartando del camino las emociones negativas. Y para ello, tenemos que aprender a mirar el lado bueno de las cosas, apoyarnos exclusivamente en lo bueno, apartando del camino las emociones negativas.
Derriben el ego. Tómenlo como prioridad. Todo lo demás carecerá de sentido sin la emoción de la alegría. Y puede alcanzarse.