La educación secundaria no aprende nada

28 de mayo de 2019/SANTIAGO 
Incidentes se registran en el Instituto Nacional, entre Carabineros y estudiantes. 
FOTO: SEBASTIAN BELTRANGAETE/AGENCIAUNO
28 de mayo de 2019/SANTIAGO Incidentes se registran en el Instituto Nacional, entre Carabineros y estudiantes. FOTO: SEBASTIAN BELTRANGAETE/AGENCIAUNO

Los últimos acontecimientos ocurridos en el Instituto Nacional plantean, una vez más, una serie de interrogantes y acentúan una crisis que con el tiempo se ha ido agudizando hasta llegar a límites caóticos. Pero, ¿qué hacer ante este nuevo escenario de aulas vacías y calles colindantes destrozadas por las quejas agresivas y las bombas molotov?

Los hechos de violencia tienen cansada a la ciudadanía. La imagen reiterada de un zorrillo de Carabineros reprendiendo el accionar de un grupo de estudiantes y los titulares que hablan de una cantidad determinada de heridos en las manifestaciones deben terminar, pero ¿cómo hacerlo?, ¿qué debe pasar?

La gran mayoría, de la cual me siento una más, quiere dejar de ser testigo de este drama social. En otras palabras, no podemos continuar viendo a jóvenes cargando en sus mochilas: odios, rabias e, incluso, bombas molotov como sucedió hace pocos días. Afortunadamente, la autoridad está empeñada en sancionar a adultos y menores que protagonicen y promuevan el flagelo del vandalismo, pero el problema es más de fondo.

Nada justifica la violencia, ni siquiera las más legítimas y profundas demandas de los "profesionales" del mañana. Ellos, en su esencia, reclaman por el abandono que ha sufrido la Educación Pública, especialmente en los liceos emblemáticos, el cual queda reflejado en las pruebas SIMCE, donde la brecha entre los establecimientos particulares y subvencionados es muy amplia. Y razones para ello, hay muchas.

Por dar una razón válida, pero no la única: "Si un profesor no está a la altura en un colegio particular, por ejemplo, se despide y llega otro con más méritos o más actualizado. En la educación pública cuesta más el proceso de renovación. Para echarlo, hay que indemnizarlo, y para ello se requiere dinero. Entonces como muchas veces pasa no hay plata, quedando los vicios del estancamiento atrapados en las salas de clases. Y no hay mejoría. Y no hay crecimiento.

Ésta es una entre muchas causas que agigantan las diferencias entre el modelo educativo público y el privado.

El tema de fondo es la falta de respeto, en plena etapa de formación, por la autoridad. Cuando ello ocurre, estamos ad portas de un futuro en crisis y anárquico, y esto lo digo más allá de cualquier ideología partidista que intente explicar y/o defender conductas como éstas, claramente, abusivas.

¿Cuál es el camino? La represión, la mano dura son soluciones de parche a un caos terminal. Y nunca serán el mejor sendero. Aquí debiéramos apostar por el diálogo, pero no para proponerlo en tiempos de crisis, sino en forma permanente. Y lo más importante, poner énfasis en lo que nos une; sin desviar la atención de aquello que nos divide.

Que el diálogo sea el ramo más preciado y valorado por todos: desde las autoridades, pasando por los profesores y los alumnos, de lo contrario, la educación secundaria en Chile seguirá calentando la prueba, sin aprender la lección.

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