¿Los niños y niñas saben con quiénes cuentan? ¿Quién les enseña qué es correcto o no? ¿Tienen a quién recurrir cuando les ocurre algo? El 2017 Sophie tenía sólo un año de vida y estuvo 14 veces en distintos consultorios: En enero sufrió un trauma contuso, una lesión compatible con lo que se conoce como "niño sacudido" y un trauma contuso facial, cervical y de miembros, posiblemente ocasionados por la manipulación o contención enérgica con las manos.
En abril, la niña llegó al Cesfam con quemaduras en su entrepierna. Un mes después presentó resfrío y convulsiones, y -en diciembre- sus padres buscaron atención médica por un golpe en su cabeza. A pesar de la obligación legal, los funcionarios de salud no lo denunciaron.
Así fue como llegó el día en que su propio padre biológico la encerró en el baño -durante 3 horas- para abusar sexualmente de ella y golpearla hasta provocarle la muerte, mientras su madre escuchaba sin denunciar la agresión a la policía. Sophie tenía 1 año y 11 meses..
Emmelyn tenía 9 años -en el verano de 2016- cuando un tío abusó sexualmente de ella en Temuco. Era el cuñado de su madre. Y volvió a violentarla durante el invierno en Licantén. La madre prefirió callar para no enfrentar un problema familiar. El colegio notó los cambios de conducta de la niña y presentó la denuncia a la Fiscalía.
Ambos delitos están siendo investigados. A los 11 años, otro abusador sexual la acechó, a vista y presencia de su familia. Nadie se constituyó en su figura protección y apoyo. Cuando esa persona existe, se les dificulta la tarea a los acosadores de niños.
Los expertos dicen que un abusador sexual no logra rehabilitarse. Cumple su condena y sale a la calle a buscar una nueva víctima. ¿Por qué no instalar -de una vez- el debate de qué hacer con ellos? ¡Pena de muerte! dicen algunos. ¿Debería un ser humano privar de la vida a otro? Imposible, además, porque Chile suscribió el Pacto de San José.
Eliminó la pena de muerte y se comprometió a no reponerla. ¿Castración química? Para discutirlo -desde marzo- tendremos un Congreso, en parte, renovado y bastante ampliado. Prevenir -en familia- y sancionar con dureza a los criminales son tareas urgentes.
Atención: No todos los niños y niñas abusados lograrán recuperarse, dicen los especialistas. Y seguramente demorarán largos años en conseguir la valentía para denunciarlo. Primero, porque -en la enorme mayoría de los casos- el abusador es un familiar o un amigo cercano. Y segundo, porque la autosanación, la autoestima, los afectos, la autonomía y la resiliencia demandan años.
Algunos podrán enfrentar a su agresor y encontrarán tranquilidad y sanación. Otros, seguirán en silencio, hasta encontrar el aplomo para denunciarlo y superarlo. Por todo ello y por los Karadimas, los Franciscos Ríos y los José Manuel Navarro, el abuso sexual infantil debe ser un delito imprescriptible.
En el Parlamento, un proyecto duerme desde el año 2010. En el 2016, las víctimas del cura Fernando Karadima y la psicóloga experta en Ética del Cuidado y abuso sexual infantil, Vinka Jackson, entregaron al entonces ministro de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre, 7 mil firmas para pedir urgencia al Proyecto que termina con la prescripción de 10 años y establece que el abuso sexual infantil es imprescriptible.
Todavía lo esperamos. La desidia no prescribe, lo hemos notado. Papás, mamás, abuelos, Estado: Nunca más una Sophie y nunca más una Emmelyn, víctimas del abandono de su propia familia y entregadas a las manos de abusadores desalmados.