En el campamento Esperanza los ídolos son de acero. Maquinaria, para ser más claritos.
Resulta que los familiones que siguen asentados en las afueras de la mina San José no sólo idolatran a los rescatistas, sino que las mismísimas perforadoras de sondaje son héroes por sí solas.
Así, en la mini sociedad nacida a los pies del yacimiento, cada vez que un camión deja las faenas y cruza la barrera cargando las célebres sondas de rescate, los bocinazos y los aplausos nacen espontáneos.
Cuando faltaba poco para las 10 de la mañana de ayer, fue el turno de la famosa sonda 10b, perteneciente a la empresa Terraservice, que dejó los trabajos en la mina San José a pasar por una manita de gato y de ahí a cumplir con las labores que desempeñaba antes de mandarse la hazaña, esa que se consolidó cuando rompió a los 688 metros de profundidad y encontró a los 33 mineros atrapados por 17 días.
Con el chofer del camión haciendo sonar la bocina como loco, los familiares se fueron acercando al pasar de la maquinaria pesada, la que era despedida con vítores, aplausos y gritos, como si se tratara de un desfile de guerra.
Tras la máquina venían las camionetas de la empresa que la facilitó, con los operadores, quienes también recibieron la calidez y abrazos de la agradecida barra minera.
Ceacheís al por mayor y el clásico grito "¡vamos mineros!" inundaban el ambiente, donde se respiraba agradecimiento por la titánica labor realizada.
Con el pecho inflado a más no poder, los hombrones se fueron del campamento Esperanza gustosos de haber cumplido una misión imposible.
Mención aparte merece la famosa Lila, Lilianett Ramírez, esposa del minero Mario Gómez, quien ya tiene enmarcada la carta que su marido le envió desde las profundidades. Cuadro en mano, Lila les mostró el preciado trofeo de supervivencia y les agradeció el gran trabajo realizado.
EL FAMOSO MENSAJE DE LOS 33 ESTUVO A PUNTO DE IRSE AL TACHO
Por otro lado, ayer trascendió la anecdótica historia del operario de rescate Nelson Flores, el verdadero descubridor del histórico mensaje "Estamos bien en el refugio los 33".
Resulta que cuando subió la sonda, ésta venía con caleta de barro y tierra adheridos al tubo. Mientras le sacaban las cosas pegadas, pasó la bolsa con el papel, la que fue dejada a un lado, casi como para irse a la basura.
Pero Flores, de puro copuchento, agarró la bolsa, la limpió y se encontró de sopetón con el célebre mensaje, el que le dio la alegría a 33 familias. Eso, gracias a que el hombre fue más sapo que lo normal de la gente.