En los submarinos siempre debe haber un médico y Andrés Llarena lo fue buena parte de los 25 años en que trabajó en la Armada de Chile como oficial de sanidad especialista en medicina hiperbárica.
El profesional de 53 años, de la Universidad de Concepción, tiene un impresionante currículo porque también participó en la operación de salvataje submarino en el área de Talcahuano, luego del maremoto del 2010, y ese mismo año se ocupó de los aspectos médicos de la salida a la superficie de los 33 mineros de Atacama.
Además, el 2011 estuvo a cargo de los aspectos médicos de la operación de buceo y salvataje de los restos del CASA 212 de la FACh, en Juan Fernández.
Llarena, además de viajar en submarinos convencionales chilenos, navegó durante semanas sin salir a la superficie en naves nucleares de potencias amigas de las cuales no puede entregar detalles por razones de seguridad, pero contó que pueden llegar a ser diez veces más grandes que los nuestros.
El doctor está al tanto de la desaparición del submarino argentino ARA San Juan con sus 44 tripulantes, y sobre las causas manifestó que "en general no chocan porque no tienen con qué chocar y además sumergidos tienen capacidad de navegación superior a los buques de superficie, porque no están afectados por el clima. Los accidentes que pueden afectar a los submarinos en general vienen de adentro".
"En estos submarinos, que son diesel-eléctricos, para cargar la batería tienen que asomar un snorkel que saca aire de la superficie para echar a andar los motores diesel, y esas baterías son susceptibles a incendiarse o a explotar si es que fallan", explicó.
De su experiencia en un submarino contó que "se da mucha camaradería por el mismo hecho de estar compartiendo con gente con un mayor grado de intimidad. Se comparte el lugar de dormir, de comer, los turnos, eso claramente lleva a una hermandad muy especial, muy particular. La dotación de un submarino es muy afiatada, es una verdadera familia".
Claro que según el doctor no cualquiera puede ser parte de la tripulación. "Se requiere cierto proceso de adaptación para viajar en submarino y además los submarinistas tienen un entrenamiento y desarrollan una disciplina particular; deben acostumbrarse a espacios muy estrechos, a convivir muy íntimamente con otras personas, hay que acomodarse a una sensación de encierro y a un aire no tan fresco y puro", dijo.
- ¿Se los selecciona con muchas exigencias?
- Siempre, sobre todo cuando implican características particulares de las personas para poder sobrellevar estar sumergido varios días. Tiene que tener muy buena tolerancia, un nivel de inteligencia importante, pero sobre todo estar muy convencidos de que eso es lo que quieren hacer, poder acomodarse con facilidad, tener resiliencia, todo lo que se utiliza mucho cuando uno va a entrar en combate.
- ¿No se aburren?
- Hay una rutina pero todos los días se hacen cosas diferentes, hay mucha vida de cámara, se comparte en el comedor, sala de estar, hay mucho juego de salón, conversación, lectura, pero tampoco que da mucho tiempo disponible porque hay mucha actividad, hay muchas tareas que realizar y no queda mucho tiempo libre.
- ¿Se acostumbran?
- Sí, y se sabe que lo que está haciendo es importante, que se cumple un rol que tiene responsabilidades. El grupo humano que está en una embarcación de combate sabe que lo que está haciendo es fundamental, que es por el bien común y eso impide que uno se 'latee'. Además hay entretenimiento, hay lectura, música y películas.
La explosión "anormal, única, corta, violenta y no nuclear"
La última vez que se tuvo noticia del ARA San Juan fue el 15 de noviembre. Antes había reportado una avería en las baterías y estaba rumbo a su base en Mar del Plata, a 400 kilómetros al sur de Buenos Aires.
Catorce países, incluido Chile, participan en la búsqueda de la nave que según sensores militares, el mismo día 15 habría explotado en el mar frente a la Patagonia argentina, generando una alteración calificada como "anormal, única, corta, violenta y no nuclear".
El ARA San Juan fue botado en Alemania en 1983, desde 1985 es uno de los tres submarinos de la Armada argentina, y entre 2008 y 2014 se le practicaron reparaciones de media vida.