Condena total a 400 bailarines de fiesta sin mascarillas en Maipú

Carabineros detuvo evento al que llegaron 400 personas. No se respetó el toque de queda ni medidas sanitarias. Gobierno anunció querella contra los responsables.

Como un acto de "estupidez humana" calificó el gobierno el carrete masivo que se registró la madrugada de ayer en la comuna de Maipú, y que obligó a Carabineros a desplegar un operativo sanitario para controlar a las 400 personas que se dieron cita en la celebración.

De acuerdo a los antecedentes policiales, la irresponsable actividad se llevó a cabo en un galpón ubicado en Camino a Melipilla y se difundió a través de redes sociales. Bastó que la policía ubicara a un individuo saliendo del lugar para descubrir que en el interior había un mambo infernal con venta de alcohol, DJ experto en punchi punchi y sin una sola medida de seguridad, lo que obligó a la evacuación del lugar.

"No tenía ninguna medida de seguridad, ni mantenía distancia social", señaló el capitán Claudio Valenzuela, oficial de ronda de la prefectura Rinconada.

A la justicia

En La Moneda no podían creer la situación que acontencía en el sector poniente de la capital y anunciaron querellas contra organizadores y asistentes al evento, por no respetar el toque de queda y por exponer a miles de chilenos al coronavirus.

"Esa actividad es un reflejo patente de la estupidez humana", afirmó el ministro de Interior, Gonzalo Blumel, quien añadió que "organizar una fiesta en medio de una pandemia, poniendo en riesgo a tantas personas, es simplemente no solo un hecho de irresponsabilidad, sino que puede ser incluso un acto criminal, porque puede significar esparcir el virus y contagiar a otras personas que les puede costar la vida".

El dueño del galpón donde se realizó el evento, identificado como Juan Salazar Castañeda, aseguró que no tenía ni idea de la cantidad de gente que llegaría al evento, ya que él sólo arrendó el local para una fiesta externa.

"Lo que pasa es que era el cumpleaños de una persona y esa persona trajo más gente. Se desbandó y se salió de control", explicó el sujeto. Consultado sobre la promoción de la fiesta en redes sociales, Salazar aseguró que "yo no tenía idea de esa flayer. Yo presté, arrendé el galpón, eso es todo. Ese es todo mi error", sentenció.

La explicación del hombre no le restó responsabilidad ante a Justicia y en la formalización de cargos se le culpó de realizar un evento masivo sin resolución sanitaria, por lo que deberá cumplir arresto domiciliario nocturno mientras dure la investigación.

Sanitización

La alcaldesa de Maipú, Cathy Barriga, ordenó la inmediata sanitización del lugar y sus alrededores y aprovechó de mandar un mensaje a las autoridades de Salud, cuyos mensajes a la ciudadanía calificó como "difusos".

"Esto responde un poco también a los mensajes de nueva normalidad. A nosotros como municipio nos ha costado mucho dar a entender que estamos con una nueva ordenanza de mascarillas, que estamos con medidas para el cuidado de los contagios, pero lamentablemente cuando se habla de una nueva normalidad (...) nosotros lo vimos con las denuncias de ruidos molestos, que son en casa, esto es lo mismo, a gran escala", sostuvo la alcaldesa.

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¿Por qué 400 personas se reúnen a una fiesta en Pandemia?

El primer aspecto que llama la atención es la baja preocupación por el cumplimiento de las normas y la ley. Las leyes y normas existen como mecanismos de regulación social de modo de ordenar la libertad personas resguardando al individuo y al otro. Al incumplir la ley, cada uno de los participantes consideró que el bien común que el toque de queda intenta resguardar era menos relevante que la libertad individual.

Además, nos encontrar con un grupo motivado por una búsqueda de placer. Por lo general una fiesta es sinónimo de diversión, encuentro social y relajo. Podemos imaginar buscaban estos placeres en la fiesta, placeres que la mayoría ha tenido que privarse en estos tiempos y que para algunos puede ser extremadamente difícil, especialmente para quienes disfrutan de emociones y estímulos más intensos.

Esta pandemia nos ha desafiado a estar más tiempo con quienes vivimos y menos con nuestra familia extensa o amigos. Nos ha privado del efecto placentero de la vida social sobre nuestras preocupaciones, miedos y cansancios y nos ha obligado a buscar refugio en nuestro mundo interior. Sin poder justificar a este grupo de personas, puedo imaginar que para muchos fue un escape de una realidad compleja y que a ratos es extremadamente difícil de vivir. Lo anterior no exculpa del daño y riesgo al que someten a muchos, pero podemos empatizar con la motivación que llevó a priorizar el placer personal, por sobre el cuidado de una sociedad.

Por edad, probablemente tendrán muy pocos efectos en caso de contraer el virus, con lo cual es posible que hayan evaluado que el costo de postergar el placer de una noche de fiesta era menor que el riesgo al cual se sometían. Sin embargo, varios de los asistentes podrían estar equivocados y desconocer si poseen algún factor de riesgo que no hayan detectado previamente y esta ilusión de estar a salvo se pueda quebrar.

Lamentablemente estamos en un momento donde la experiencia de lo colectivo y el bien común ha sucumbido a un mundo individualista donde es más relevante poder satisfacer las propias necesidades por sobre el desafío que implica postergar el propio deseo y dar paso a lo colectivo. El colectivo pasó a ser un abstracto que no logra contenernos ya que no es fácil entender por quién me estoy cuidando si no conozco a mis vecinos o no tengo mayores vínculos que un saludo esporádico por vivir en un mismo piso. Finalmente, esta fiesta es un síntoma más de una sociedad donde sus individuos han olvidado el valor del esfuerzo colectivo en pos del cumplimiento de un objetivo común que para lograrlo requiere del esfuerzo de todos y cada uno.

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