Confesiones de una separada: Bebiendo en la cuneta

Que levante la mano -no quien "no sufrió por amor"- el que sepa donde está la batería de un Mini Cooper. De autos sé tanto como de fútbol, lo único que tengo claro es que todos los meses pago un seguro.

Que levante la mano -no quien "no sufrió por amor"- el que sepa donde está la batería de un Mini Cooper. De autos sé tanto como de fútbol, lo único que tengo claro es que todos los meses pago un seguro.

Me esperaba un jueves ajetreado: reuniones, super, "contrabando" -los que tienen hijos scout entenderán- y una cita a las 22.00 horas.

Ya en el supermercado, la tarjeta de crédito no "pasa", luego de tres intentos, vamos con la de débito... nada ¿Cheques? No reciben ¿Solución? Esperar a una supervisora, anular la compra, sacar toda la mercadería y pasar por otra caja o ir a un cajero...

Si para manejar necesito Waze, buscar algo en un mall es una odisea. Después de lograr poner las bolsas en la maleta, faltaba algo... había que pasar por casa de no sé quién a buscar no sé qué, pero que era fundamental para el campamento de mi hija.

A las 22 horas no llegaría a ninguna parte; pero la noche siempre trae sorpresas. Estacionada en una calle, de esas en las que el alcalde mejor evaluado no ha invertido mucho en iluminación, el auto no va. Panel de luces funciona, sigo escuchando música, llamo por teléfono y el bluetooth se conecta. Lo primero que pienso es que el maniubro se trabó, ya me ha pasado, pero siempre hay un galán. Esta vez... nadie en la calle.

Llamé a una amiga, ¡¡error!!. Ebria, se había bajado una botella de pisco sour, sólo logré cortarle luego de una larga conversación sobre la pelea que había tenido horas antes con su pareja. Llamo al ex marido de otra amiga, él tiene taller... cri, cri, cri...

Exploto en llanto, era un "por qué a mí, por qué a mí....". Seguía sola, de la soledad misma. Después de 15 minutos -soy mina, ya-, me sequé las lágrimas y llamé a otra mujer. Esa noche no estaba para ver a ningún mino.

Con mi amiga creíamos que lo lograríamos, confiadas en que sólo era hacer "puente" entre las dos baterías. Primer desafío: abrir el ¡¡capot!! Hay que hacer un curso para saber donde está la bendita palanca, primero de mi auto, luego el de ella. Pasado el trance. Encontrar las baterías. La mía era fácil. Además, tenía los cables en mi auto, sólo que no sabía si era "positivo con positivo" o "positivo con negativo". ¿El problema? No encontrábamos la batería de su auto. Un misterio. Pasó una hora y por más que googleabamos, nada.

Teníamos tres opciones, sentarnos en la cuneta a beber -andaba con la compra del super-, llamar a una grúa o dejar botado el auto ahí. Ganó la primera. Todas las miserias del día se desvanecieron con una cerveza... y así, como de costumbre, empezamos a clasificar a los minos, algo que ya había partido con una amiga la noche de Año Nuevo.

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