Mi sicóloga es de terapias alternativas. Todas las semanas me envía, con la esperanza de que lo haga, a clases de biodanza, bailes africanos, yoga... pero lo máximo que he hecho es googlearlos.
Como no me gusta que me toquen -los únicos abrazos que resisto son los de mis hijos o los de un mino en la cama-, dice que tengo que hacer cosas en las que la gente "invade el metro cuadrado".
Pero, en cambio, soy "besucona", reparto besos a diestra y siniestra. Algo que heredé de mi santa madre. Ella se conoce a medio pueblo, uno va por la calle principal -en el Chile profundo el centro sigue siendo un par de cuadras- y cada tres pasos se pone a conversar. Pobre del primero que salude, fijo que sus labios pintados de rojo quedan marcados en la mejilla. De chica lo odiaba, apuraba el paso y me ponía a ver una vitrina en plan "no ando con ella". Ahora que no vivo en Colchagua es peor, siempre escucho un "Clarita, te acuerdas de la Casilda, mi amiga". Y yo, que apenas reconozco a mis compañeras de colegio, pongo cara de entendida.
El martes pasado estaba en una sesión y la sicóloga puso una silla frente a la mía, pensé que conversaríamos sin el escritorio de por medio, pero no. Dice: "Cierra los ojos (onda Tony Kamo).
Respira profundo, piensa que tienes a 'xx' persona (me reservaré el sexo y parentesco), ¿qué le dirías?". Entreabrí los ojos y comencé a reírme. Eso de hablarle a la silla es raro, pero me creí el cuento, total tejer historias es lo mío. Ella iba preguntando qué sientes, qué te duele y todas esas cosas; justo cuando me sentía "pequeñita, pequeñita", puso sus manos en los hombros, creo que pensó que éramos íntimas. Me dijo: "¿Te puedo abrazar?" El "No" se escuchó hasta el infinito y más allá. Me salió del alma.
Esa noche, mientras cenábamos, le dije a los niños: "No saben lo que me pasó". El de 17, "se te volvió a quedar el celular en un Uber" (ya me ha pasado dos veces, pero siempre vuelve a mí). La de 15, "te perdiste".
Es que parezco turista, cuando voy caminando me pego con los zapatos de las personas o los muebles que hay tras una ventana; pero cuando manejo, ya no me pierdo gracias a Waze -aunque la derecha y la izquierda se me confunden y más de una vez he terminado contra el tránsito.
Frente a sus respuestas, les digo: "Qué poco confían en mí". Partí con el "cierra los ojos", me miraron con cara de quién está más loca, la sicóloga o la mamá, pero cuando les digo que grité un "No". Escuché un "Mamaaa, que pesada".
El episodio habría quedado ahí, pero la chica se ha encargado de ir contándolo, muerta de la risa. Dice que no es un secreto, que es un "Clarazo", del tipo "usted no lo haga". ¿Será que siempre me desconecto?