Convirtió siniestra casa de La Quintrala en mansión de la risa

Un nauseabundo olor golpea al entrar al hogar. Las paredes están descascaradas y llenas de rayados anarquistas. Un mono Guachupé crucificado al revés “observa” varias bolsas de basura desperdigadas en una pieza de la casa de La Quintrala.

El hogar de María del Pilar Pérez, donde se craneó el macabro plan que terminó con la vida de Diego Schmidt-Hebbel, ubicada en Seminario 95, Providencia, está habitado por okupas.

Pablo Acevedo, El Sohua, se metió hace dos semanas a la vivienda, y ayer dejó entrar a La Cuarta al lugar donde vivió la mujer condenada a 60 años de cana por su responsabilidad en las muertes de Francisco Zamorano, su ex esposo; la pareja de éste, Héctor Arévalo, y de Schmidt-Hebbel, pololo de su sobrina María Belén Molina.

“El Sohua” relató que para entrar a la casa, de tres pisos, mandó abajo la puerta de una patada.

“La casa estaba toda cochina, tapada en polvo, pa’ la cagá. Llegamos de día y empezamos a ordenar con unos amigos”, contó sentado en uno de los dos sillones roñosos que hay en la vivienda.

El hombre vive con “Pipi”, Olga, “Conejo”, “Mono” y Mariela, pero durante la noche deja entrar a medio mundo, lo que genera la molestia del resto de los vecinos.

“En la noche dejamos pasar a los que vengan a dormir y a carretear. Nos sentamos en los sillones y nos lanzamos con cuática, porque tenemos 7 piezas para compartir”, soltó.

Pablo deja las cervezas para el carrete en un refrigerador de metal que está en la cocina, junto a dos lavalozas con las llaves oxidadas que no tienen ningún plato en su interior.

Come en la logia, donde utiliza una lavadora, sin funcionar, como mesa.

Entre medio de bolsas de plástico llenas de papeles, botellas de cervezas, archivadores vacíos y fotos de La Quintrala junto a su familia, El Sohua dice que conoce muy poco de la historia de su antigua moradora.

“No la conozco bien, sólo la he cachado por las fotos que hay acá y que mató a alguien, pero no me interesa saber más”, afirmó el hombre que antes vivió con punkies.

La casa lleva desocupada cuatro años y nadie quiso comprar la propiedad en el remate que se realizó la semana pasada.

VIVIENDA DEFINITIVA

Para transformarlo en su hogar, Pablo pegó una Bomba 4, recortó noticias de diferentes diarios y puso un colchón inflable azul en la sala principal del segundo piso.

"Nosotros pegamos hartas cosas, porque mi idea es quedarme acá, porque cuando llueve no te mojái, así que no me voy de acá hasta que vendan la casa", señaló.

Acevedo, quien de día deambula por las calles santiaguinas pidiendo dinero, reveló que “había hartas cosas de bronce, esas las vendí todas para tener plata para carretear”.

Cuando no hay nadie en el hogar, un candado impide el paso de cualquier persona que quiera ver en qué condiciones quedó la casa.

Sólo El Sohua tiene la llave, guardada en un cordel rojo que rodea su cuello.

En el poco tiempo que ha dormido en la casa, ha sentido situaciones paranormales.“Se prende la radio de repente y sentimos pasos en las escaleras, pero no me da miedo este lugar”, contó antes de salir con nosotros y dejar cerrado el hogar de María del Pilar Pérez.

DEMANDA

El abogado Carlos López explicó que Pablo “ingresó ilegal al domicilio”.

Agregó que los propietarios deben “poner una demanda, así que tendría que comenzar un juicio”.

Sobre la gran cantidad de tiempo que pueden pasar los okupas en un hogar abandonado, López aseguró que se debe a que “las demandas llevan mucho tiempo para poder echarlos”.

VECINOS ESTÁN CHATOS CON TANTA FIESTOCA

La tranquilidad de los ex vecinos de María Pilar Pérez desapareció hace dos semanas.

La llegada de un grupo de okupas a la casa de La Quintrala trajo un desenfrenado carrete y una gran cantidad de personas que se pasean todas las noches en Seminario 95.

“Piden plata en todas las calles, muchas veces asaltan y toda la noche pasan borrachos”, relató una residente contigua a la vivienda, quien no quiso revelar su nombre preocupada de represalias.

Otra afectada dice que son unas quince personas que se la pasan en el lugar.

“Hemos llamado a Carabineros, Seguridad Ciudadana y no hacen nada, siguen ahí desordenando todo”, confesó.

Pablo se defendió de las acusaciones y aseguró que “nunca nos han dicho nada, si igual nos portamos bien y ni una queja hemos tenido”.

piezas tiene la casa donde vivió la arquitecta y que ahora se transformó en el centro del carrete en Providencia.

COMPARTIR NOTA