Wallace Souza se hizo famoso en Manaos, Brasil, por contar los crímenes que sucedían en la ciudad. Pero tras ese trabajo periodístico había una realidad macabra: mandaba a asesinar criminales para mostrarlo en su programa.
Si usted piensa que el pelao Rafael Garay vendió la pomada como ninguno, porque medio país le compró la chapa de economista, mejor siéntese. Quizás no cacha el caso de Wallace Souza, un presentador de la televisión brasilera que dejó a todos atónitos cuando se supo que él era el líder de una sangrienta banda criminal en Manaos, Brasil, en pleno Amazonas.
El hombre tenía el don del habla y ante las cámaras era un personaje de gran carisma. Algo así como se expresaba el difunto Eduardo Bonvallet en el deporte, pero en el rudo ámbito de la crónica roja. Siempre desafiando a puros patos malos por la tele y exigiendo mano dura con la delincuencia. ¿Su característica? Era el primero en llegar.
Así fue desde el principio, cuando casi sin recursos y tras dejar de ser policía, Souza creo un programa amateur de televisión que le cayó como anillo al dedo a una zona harta de conflictos territoriales producto del narcotráfico.
El ascenso de su popularidad vino de la mano de impactantes casos donde el reportero le ganaba el quién vive una y otra vez a la policía.
Claro, lo que la mayoría no sabía era que en realidad este querido y respetado trabajador de las comunicaciones era más malo que wifi de micro.
Es que mientras todos le compraban la parada de héroe local, resultó que el ex policía siempre llegaba primero porque estaba metido hasta el cogote en los crímenes.
Al principio a través de mafias locales, pero luego de manera independiente a través del sicariato y las quitadas de droga. Con el tiempo creo su propio cartel narco, donde la hacía completita: mandaba a matar a su competencia, les robaba la droga y la plata, y al final llegaba con su programa que la rompía en rating gracias a la exclusiva.
A la altura del cambio de milenio, Wallace sumó a su curriculum el ítem poder, al lograr ser electo como diputado durante dos períodos.
La gente le creía. Y fuerte fue el porrazo cuando, ya hecho toda una celebridad, la policía local empezó a sospechar de cómo tanta casualidad que siempre tuviera tantos detalles al llegar a una escena del crimen.
Así, el año 2009 dejó su escaño en el Congreso para ser internado en la cárcel de Sao Paulo, acusado de una serie de asesinatos. El famoso no duró mucho. Al año siguiente murió antes de siquiera enfrentar su juicio.